El triunfo de Gustavo Petro en las elecciones presidenciales en Colombia amerita sin duda un análisis global sobre el método usado por la izquierda en la región para llegar al poder por la vía democrática. Aunque este fue su tercer intento, todo parece indicar que el éxito en esta oportunidad se debió a la implementación del mismo libreto que ha dado resultado en otros países.
Chile es sin duda el caso más reciente que permite hacer una comparación casi calcada. Gabriel Boric llegó al poder presentándose como el héroe que emergió del estallido social de 2019 con una campaña basada en la confrontación a un enemigo común con esos indignados de las manifestaciones: el gobierno de turno al que se le puso la etiqueta de “fascista”, asociándolo con la satanizada imagen de Augusto Pinochet. Cumplidos estos pasos solo era necesario fijar en la mente de los electores una frase corta y pegajosa que simplificara el apoyo a este proyecto, y así surgió como si se tratara de propaganda goebbeliana el eslogan “Chile despertó”.
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¿Y cómo llegó Gustavo Petro a la Presidencia en Colombia? Después de dos intentos fallidos entendió que debía seguir este mismo libreto. Pareciera una casualidad pero no lo es. El paro nacional del año pasado contra el presidente Iván Duque le permitió a Petro emerger como líder político en medio de las protestas, robándose el protagonismo a tal punto que consiguió capitalizar el respaldo de los indignados de esas manifestaciones. El nuevo héroe colombiano ya tenía escogido a su villano, ese personaje antagónico al que se debía culpar de todos los males: el expresidente Álvaro Uribe y su proyecto político bien conocido como el uribismo. El eslogan fue menos elaborado. Como si se tratara de una novedad, la izquierda colombiana logró llegar al poder reciclando con éxito el desgastado cliché del “cambio”.
Estos son los dos casos más recientes en los que la izquierda ha aplicado este libreto para llegar al poder. Pero unas décadas atrás ya se había implementado con éxito en la entonces próspera Venezuela. A finales de los ochenta, la pobreza y la corrupción ganaban terreno. Un paquete económico que incluyó un aumento del precio de la gasolina fue el detonante para el estallido conocido como el Caracazo. Con esas banderas apareció tres años después Hugo Chávez, quien intentó tomar el poder mediante un golpe de Estado. En 1998, el militar golpista conseguía la Presidencia en las urnas con el apoyo de esos indignados que querían un cambio porque Venezuela no podía estar peor. El tiempo demostró lo contrario. Su campaña fue contra los partidos tradicionales Acción Democrática y Copei. Y el eslogan que al día de hoy sigue insertado en el cerebro de los chavistas fue: “No volverán”.
Ecuador logró desmontar este plan que se puso en marcha en 2019 para intentar llevar al poder año y medio después a Andrés Arauz, el elegido del expresidente Rafael Correa, prófugo de la justicia. Pero no logró pasar de la primera fase, esas protestas violentas contra el entonces presidente Lenin Moreno, a las que el número dos del chavismo, Diosdado Cabello, bautizó como las “brisas bolivarianas”. Tres años después se levantó nuevamente el telón para poner en escena el mismo libreto. El presidente Guillermo Lasso resiste al asedio de un paro indígena que lleva casi dos semanas. ¿Quién será el líder que saldrá de estas protestas para presentarse a las próximas elecciones presidenciales? ¿Ya habrá decidido el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Pueblo es eslogan que insertarán en el cerebro de los ecuatorianos?