Se acercan las elecciones presidenciales en Colombia y las comparaciones con Venezuela han sido inevitables. Si bien muchos repiten que “Colombia no es Venezuela” para así intentar minimizar la advertencia de que la extrema izquierda podría llevar al país cafetero a la miseria en la que cayó la otrora potencia petrolera, son estas mismas personas quienes paradójicamente se atreven a decir que Colombia ya está como Venezuela.
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Las afirmaciones sin algún sustento real van desde lo político a lo social, así como también a lo económico. Para justificar la necesidad de un cambio se ha llegado a decir que en Colombia hay una dictadura, que la pobreza es igual o mayor a la del país vecino o que el costo de la vida es más alto que en la dolarizada Venezuela. Vale acotar que el régimen chavista ha permitido que dicha dolarización se implemente de facto y sin formalidad alguna, por lo que los salarios se siguen pagando con los devaluados bolívares.
Para desmontar esta tesis haremos un análisis comparativo de algunas variables como el porcentaje de la población bajo niveles de pobreza, el sueldo mínimo de cada país, la inflación acumulada y el índice de democracia, de acuerdo con el listado que cada año elabora la revista británica The Economist.
También es importante considerar las razones por las cuales Colombia es más frágil que la Venezuela de finales de los noventa, cuando el chavismo consiguió la Presidencia por la vía democrática, manteniéndose aferrado al poder con distintas artimañas.
Antes del intento de golpe de Estado de 1992 que catapultó a Hugo Chávez en la opinión pública, a pesar de las dificultades económicas, la corrupción y las imperfecciones del sistema político, Venezuela era la democracia más estable de la región. Con el salto al vacío que dieron los votantes en 1998 apostando a un cambio, todos estos males se multiplicaron y la democracia no se ha podido recuperar.