Como un “artificio de caza que atrapa a un animal y lo retiene” define la Real Academia Española (RAE) el término “trampa”. Básicamente es engañar a una presa incauta y someterla. En Venezuela se puede hablar sin temores de trampa electoral en las dos últimas dos décadas. Las denuncias de “fraude” tampoco han faltado en la era chavista, pero esto forma parte de otra historia en la que entra el debate jurídico. Votar o no votar. Esta es la disyuntiva que ha entrampado a los venezolanos en el espinoso camino hacia la restauración de la democracia. Las elecciones que se repetirán este domingo en el estado Barinas son la mayor expresión de una trampa electoral, en la que solo el régimen saldrá beneficiado, bien si consigue –tras una serie de artimañas judiciales– mantener el control del estado natal de Hugo Chávez, o incluso si lo pierde, pues lograría ilusionar a los opositores para que recuperen la confianza en el voto de cara a un eventual revocatorio este año y para las presidenciales en 2024.
De más está decir que las elecciones regionales y municipales del pasado 21 de noviembre fueron una farsa en la que los partidos que se dicen opositores solo hicieron comparsa a otro proceso amañado que prolonga la cohabitación con el régimen a cambio de algunas pequeñas parcelas de poder. Los mismos que denunciaron como fraudulentos los comicios presidenciales de 2018 y los legislativos de 2020, el año pasado cayeron nuevamente en la trampa. Pese a que las condiciones electorales no ofrecieron garantías distintas, acordaron participar en medio de un proceso de diálogo que –como todos los anteriores– no llegó a ninguna parte.
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Los límites de la cohabitación
El caso de Barinas demuestra que la dictadura decide hasta donde llega el límite de la cohabitación. Participar en elecciones le ha permitido a lo largo de 22 años a la oposición ganar algunos espacios que –bajo protesta y arrebatando recursos y funciones– el chavismo cede, siempre y cuando no ponga en riesgo sus negocios y su permanencia en el palacio de Miraflores.
Entregar Barinas no estaba en los planes. Se trata de la cuna del chavismo, donde la familia del fallecido dictador impuso una hegemonía desde 1999, primero con Hugo de los Reyes Chávez (padre de Hugo Chávez), luego con Adán Chávez (hermano) y ahora con Argenis Chávez (hermano), quien daba por asegurada la reelección.
La trampa siempre estuvo planteada en Barinas. Aunque no se contemplaba la derrota en este estado, la última carta era la repetición de la elección. Una semana tardó el Consejo Nacional Electoral (CNE) para sumar tres actas faltantes para proclamar al gobernador. Argenis Chávez se atribuyó la victoria con tan solo 620 votos de ventaja (menos de 1 %) cuando aún faltaba sumar más de 10 % de las actas. El opositor Freddy Superlano aseguraba tener las pruebas de que ganaba por una diferencia de 4000 votos. Fue entonces cuando la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), en manos del chavismo, le ordenó al ente comicial suspender la totalización, adjudicación y proclamación. El arrebato tiránico usando el brazo judicial del régimen no hacía más que darle la razón al opositor.
Larga lista de irregularidades
Pero quienes aceptaron participar en esta farsa sabían que no se trataba de unos comicios democráticos y que el régimen usaría todas las instituciones bajo su mando para imponer su voluntad. Entonces, tras la convocatoria para la repetición de la votación el 9 de enero, el alto tribunal chavista inhabilitó a Freddy Superlano para que no pudiera inscribir nuevamente su candidatura. Y no conforme con eso, una vez se conoció que el opositor le cedería el puesto a su esposa, como por arte de magia y sin perder tiempo también le llegó una inhabilitación.
Las irregularidades no quedaron ahí. El régimen aprovechó para sacar a la familia Chávez de Barinas y le entregó la candidatura al exvicepresidente Jorge Arreaza, quien no cumplía con el requisito de vivir y estar inscrito en ese estado. Pero eso no fue impedimento. De la noche a la mañana –literalmente– el CNE le cambió la dirección. Maniobra que repitió con Claudio Fermín, quien en repetidas oportunidades se ha prestado para participar en elecciones con el único fin de dividir a la oposición. Y pese a no tener vinculación con Barinas, esta no fue la excepción. Por la coalición opositora finalmente fue inscrito Sergio Garrido, del partido Acción Democrática, en sustitución de Freddy Superlano.
La rectora del CNE, Tania D’Amelio, informó este viernes que ya se habían instalado el 100 % de las mesas para la votación de este domingo. Otro de los rectores, Roberto Picón, anunció que los resultados debería anunciarse “sin demoras ni obstáculos”, en vista de que se habría aumentado la capacidad de transmisión de las máquinas electorales. Ahora sí hay preocupación por totalizar oportunamente los resultados y proclamar al ganador.
Dos escenarios, el mismo ganador
Pintar de rojo el mapa del estado Barinas es sin duda el primer escenario. El chavismo no anuló la elección, inhabilitó candidatos, manipuló el registro electoral y desplegó todo el aparato estatal para perder otra vez la elección. La intención de mantener el control de Barinas es claro. Es un símbolo del chavismo que –en caso de perderlo– sería un golpe moral para el régimen y un estímulo para la oposición.
Además, el ventajismo durante la campaña ha sido evidente. La agencia EFE reseña cómo desde la entrada al territorio barinés abundan las vallas y pendones con las caras de Jorge Arreaza y de Claudio Fermín, pero “el gran ausente en las vallas publicitarias es el candidato de la Mesa de Unidad Democrática, Sergio Garrido”. Un eventual triunfo del abanderado del oficialismo sería producto de la trampa ejecutada en Barinas por distintas vías: artimañas judiciales, ventajismo estatal, intimidación y coacción a los votantes.
Una victoria opositora sería una hazaña épica. Pero en este escenario, incluso ganando, la oposición estaría cayendo en Barinas nuevamente en la trampa electoral. En el espejismo de recuperar la confianza en el voto para finalmente terminar legitimando al régimen en procesos nacionales que son los que realmente preocupan en Miraflores. Pues superada la mitad del periodo, ya son varios los movimientos y dirigentes políticos –la mayoría exchavistas– que están impulsando la convocatoria a un referendo revocatorio contra Maduro.
Adicionalmente, a la dictadura le conviene convencer a los partidos de oposición de participar en las presidenciales de 2024 para recuperar la legitimidad perdida frente a la comunidad internacional en la elección de 2018, no reconocida por unos 60 países. No hay manera de que la oposición escape de la trampa en Barinas, pues el chavismo, incluso perdiendo, seguirá en el poder central cohabitando con unos opositores dispuestos a seguir participando en procesos electorales.