Comienza un mes crucial para la defensa de las libertades en América Latina. Noviembre acapara el calendario electoral de este año en la región. Con las excepciones de Ecuador y Perú, que ya celebraron sus comicios presidenciales, en los próximos días se elegirán los jefes de Estado de Chile, Honduras y Nicaragua, siendo este último caso un proceso previamente amañado mediante una frontal persecución judicial contra los candidatos opositores. En Argentina se llevarán a cabo unas legislativas que –por el resultado de las PASO– prometen darle un giro al panorama político. Venezuela se suma al cronograma con unas regionales altamente cuestionadas. Y ante la imposibilidad de participar en unas elecciones democráticas, los cubanos llaman a manifestarse este mes en las calles.
En mayo pasado la libertad triunfó en la capital española. La presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, planteó para su reelección esta batalla entre comunismo y libertad, logrando vencer a su rival Pablo Iglesias. En América Latina, Guillermo Lasso consiguió repetir la hazaña en Ecuador. Pero en Perú la historia fue otra, pues luego de un largo recuento de votos, el comunista Pedro Castillo fue declarado ganador por un estrecho margen.
El ascenso de José Antonio Kast
El 21 de noviembre Chile se juega su futuro y la estabilidad de la región en la primera vuelta de las presidenciales. El país que había venido destacando en todos los rankings económicos con sus indicadores favorables que lo acercaban al desarrollo sufrió en octubre de 2019 la más dura arremetida de la izquierda que convirtió un reclamo social en una lucha violenta por el poder. Iglesias, comercios y estaciones del Metro de Santiago quemadas por los revoltosos daban cuenta de la intención de desestabilización que había detrás de las protestas.
De allí surgió un nuevo líder que apuntaba a capitalizar el descontento. El diputado Gabriel Boric aprovechó las manifestaciones para seducir en las calles a los manifestantes, buscando asumir el rol de líder opositor al presidente Sebastián Piñera, quien terminó cediendo al chantaje de la izquierda al convocar a un referendo para la conformación de la Convención Constitucional que redactará una nueva Carta Magna. De esta manera los sectores socialistas avanzaban por la vía democrática al hacerse con una aplastante mayoría de escaños en la Constituyente. Y con este impulso, tras vencer en las primarias al comunista Daniel Jadue, comenzaba la carrera por la presidencia con Boric como favorito en las encuestas.
Pero el escenario ha dado un giro. El candidato del Partido Republicano, José Antonio Kast, quien había partido como tercero en la intención de voto, en los dos últimos sondeos de opinión aparece liderando las preferencias con una tendencia ascendente. A mediados de octubre, cuando por primera vez pasó a Boric en las encuestas, Kast tenía una ventaja de apenas un punto; sin embargo, la más reciente encuesta divulgada este domingo lo ubica casi cinco puntos por encima.
Macristas y liberales contra un oficialismo desgastado
El nefasto gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner se enfrenta el 14 de noviembre a una batalla electoral que ya da por perdida. Los resultados de las Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) vaticinan una derrota para el oficialismo. El pésimo manejo de la pandemia y la previsible repercusión negativa sobre la economía hunden al peronismo que volvió al poder en 2019 como consecuencia de las desacertadas políticas de Mauricio Macri. El remedio terminó siendo peor que la enfermedad.
Ahora los argentinos parecen haber entendido que es preferible la peor de las democracias que la mejor de las dictaduras. Que tampoco ha sido el caso. El gobierno de los Fernández, a pesar del excesivo control estatal, ha mantenido las formas, evitando caer en el mismo saco de regímenes como el de Nicolás Maduro o Daniel Ortega, aunque avalando con su diplomacia blanda estas dictaduras.
El pase de factura está cerca. Pese a los desesperados intentos del gobierno por revertir el resultado de las primarias, las encuestas muestran una clara ventaja para el opositor Juntos por el Cambio (JxC) sobre el oficialista Frente de Todos (FdT), esperando además un histórico avance de los liberales con Javier Milei, José Luis Espert y Ricardo López Murphy a la cabeza.
Nicaragua y Venezuela: dos farsas electorales
Hablar de elecciones en Nicaragua y Venezuela bajo los regímenes de Daniel Ortega y Nicolás Maduro carece de reconocimiento y credibilidad. En el primer caso no hay el más mínimo disimulo. El dictador sandinista que busca su quinto mandato se quitó del medio a sus rivales con procedimientos viciados ejecutados por la justicia que actúa con celeridad para complacer sus caprichos.
Desde mayo se inició una ola represiva que suma al menos 36 políticos presos, entre ellos siete dirigentes opositores que habían manifestado su intención de inscribir su candidatura para las elecciones de este domingo 7 de noviembre. Por ello, la comunidad internacional, encabezada por la Unión Europea y Estados Unidos, ha anunciado que no reconocerán los resultados de estos comicios.
El caso de Venezuela es más complejo. Con las negociaciones iniciadas en México entre el régimen de Nicolas Maduro y la oposición dirigida por Juan Guaidó –paralizadas desde la extradición de Álex Saab a EE. UU.– se abrió el escenario electoral con el aval de los mismos partidos que en 2018 y 2020 desconocieron los comicios en los que Maduro se declaró reelecto y en los que el chavismo se hizo nuevamente con el control de la Asamblea Nacional, respectivamente.
La participación en las elecciones regionales del próximo 21 de noviembre por parte de esta oposición que aceptó dialogar con el “usurpador” que prometía desalojar del poder desorientó a la comunidad internacional que estaba cohesionada contra la dictadura chavista. La Unión Europea aprobó enviar una misión electoral que avalará estos comicios, mientras Estados Unidos condiciona el reconocimiento a los resultados de las negociaciones en México. Algunos países como Colombia y Brasil mantienen firme su postura de no avalar procesos electorales que no sean realmente libres y democráticos.
En ambos casos la batalla no es electoral. Nicaragüenses y venezolanos apuestan por la resistencia y la presión internacional para evitar que las dictaduras logren su objetivo de legitimarse con votos. En Nicaragua la oposición lanzó una canción en redes sociales al estilo de la cubana “Patria y Vida”, con la que llaman a la ciudadanía a no participar en el proceso amañado del próximo domingo.
La amenaza comunista de la familia Zelaya
El cronograma electoral lo cierra Honduras con las elecciones generales del próximo 28 de noviembre en las que se escogerá al presidente, así como los diputados al Congreso, alcaldes, vicealcaldes y regidores. Tras la polémica reelección de Juan Orlando Hernández y el desgaste de tres periodos consecutivos de su Partido Nacional, la izquierda de Manuel Zelaya toca nuevamente la puerta en Tegucigalpa.
Luego de una alianza de partidos izquierdistas, Xiomara Castro, esposa del derrocado presidente Manuel Zelaya, ha aumentado sus posibilidades de triunfo. La más reciente encuesta publicada a un mes de las elecciones le da una ventaja de 17 puntos a Castro con 38 % de intención de voto sobre el conservador Nasry Asfura, quien tiene 21 %. Durante su mandato, Zelaya mantuvo una estrecha relación con el chavismo. Pero esto no es cosa del pasado. Durante la primera fase de ensayos de la vacuna rusa Sputnik en Caracas, el expresidente hondureño acudió al llamado de Nicolás Maduro para aplicarse la primera dosis.
Desafiando a la dictadura cubana en las calles
Los cubanos que el pasado 11 de julio protagonizaron unas inéditas protestas contra la dictadura prometen tomar nuevamente las calles este 15 de noviembre ante la imposibilidad de expresarse en unas elecciones democráticas. Al grito de “Patria y vida”, el movimiento Archipiélago llama a desafiar al régimen castrista, que prohibió la manifestación.
“Nuestra decisión es que vamos a marchar”, dijo Yunior García Aguilera, promotor de la iniciativa, pese a que las autoridades de la isla calificaron la manifestación como “ilícita”. Para la dictadura se trata de una “provocación” como parte de la estrategia de “cambio de régimen” para Cuba “ensayada en otros países”.