El presidente estadounidense, Joe Biden, acelera el paso para imponer sus políticas en materia ambiental enmarcadas dentro de la agenda globalista. Hasta el momento se trata de una ideología derivada del progresismo de la izquierda que insiste en la lucha contra el cambio climático enfrentando números que cuestionan un resultado real. Lo que sí es cuantificable en los primeros dos meses de la administración demócrata es la cifra de despidos que ha provocado esta política. Al total de 1000 empleos que se habrían perdido con la cancelación del oleoducto Keystone XL, se suman 40 expertos medioambientales que despidió Biden este miércoles.
Se trata de 40 asesores externos que había contratado la administración del expresidente Donald Trump para trabajar con la Agencia de Protección Medioambiental (EPA, por sus siglas en inglés). Los grupos ecologistas los acusaban de favorecer a la industria de los combustibles fósiles. Con base en esto, Biden tomó la decisión de despedirlos.
El administrador de la EPA, Michael Regan, justificó el despido afirmando que estos cambios “ayudarán a la agencia a recibir mejor conocimiento científico”, según se desprende de un comunicado reseñado por EFE. Esta agencia de noticias agrega que los expertos también formaban parte de dos comités que se dedicaron durante el Gobierno de Trump a “diseñar regulaciones relativas a la contaminación del aire y la fragmentación hidráulica o fracking”.
El fracking le permitió a EEUU alcanzar la independencia energética
Si bien el fracking ha sido satanizado por grupos ecologistas, esta práctica que consiste en arrojar agua a presión y otros químicos al subsuelo para extraer petróleo de las grietas entre las rocas, le permitió a Estados Unidos convertirse en el mayor productor global de crudo y alcanzar su independencia energética durante la pasada administración republicana. “La edad de oro de la energía americana está en marcha”, destacaba el expresidente Donald Trump.
Con la pandemia, el fracking comenzó a verse duramente golpeado. A finales de abril, la industria petrolera sufrió su mayor caída cuando por primera vez en la historia los precios del petróleo se desplomaron por debajo de cero dólares. Y para obtener un rendimiento de 10 % con el fracking, se requiere que el barril se ubique entre los 35 y 55 dólares, según cálculos hechos para ese momento por Raoul LeBlanc, vicepresidente de Energía en IHS Markit, en declaraciones ofrecidas a El País. Un año después, la pandemia continúa golpeando las economías del mundo pero el precio del petróleo logró recuperarse y se ubica por encima de los 60 dólares por barril.
Durante la campaña para la presidencia, el entonces candidato demócrata, Joe Biden, descartó que tuviera previsto prohibir el fracking como parte de su política ambiental. “No estoy prohibiendo el fracking. Déjeme decir eso de nuevo: no estoy prohibiendo el fracking. No importa cuántas veces Donald Trump mienta sobre mí”. Así reseñaba la agencia EFE la vehemente afirmación de Biden.
La agenda ambiental como prioridad demócrata
Una vez instalado en la Casa Blanca, lo primero que Biden hizo fue anunciar el regreso de EE. UU. al Acuerdo París, dejando claro que su prioridad sería la agenda ambiental. El pasado 27 de enero comenzó a evidenciarse con matices un freno al fracking desde su despacho.
El mandatario demócrata insistió en que no prohibiría el fracking; sin embargo, ordenó detener la perforación hidráulica en terreno federal y emitió una prohibición de nuevos arriendos para extraer petróleo y gas en suelo federal. Según reseñó El País, esta medida generó rechazo inmediato en la industria petrolera. Mientras tanto Biden insistía: “No vamos a prohibir el fracking, vamos a proteger y aumentar los empleos”.
La decisión reciente parece ir en otra dirección. Joe Biden dejó sin empleo a 40 expertos en materia ambiental por su postura a favor del fracking. Además, la prohibición de perforación en terreno federal revierte la decisión de Trump en 2017 con la que había revocado una norma que establecía estándares medioambientales para el fracking en terrenos federales, impulsada en 2015 bajo la administración de Barack Obama con Joe Biden como vicepresidente.
Empleos perdidos tras la suspensión del oleoducto Keystone XL
Otra decisión controversial de Biden en materia ambiental tiene que ver con una de las 17 órdenes ejecutivas firmadas el primer día de gobierno, en la que se revoca el permiso presidencial para el proyecto de extensión del oleoducto Keystone XL.
El bloqueo de esta multimillonaria obra entre EE. UU. y Canadá ocasionaría la pérdida de 1000 puestos de trabajo sindicales, según funcionarios de la empresa consultados por la agencia AP, quienes dijeron además que con esta medida se cancelaría una nueva contratación de 11000 trabajadores que tenía previsto la compañía para la construcción del oleoducto.
Políticas ambientales de Trump estaban dando resultados
La mediática decisión anunciada el primer día de gobierno de Joe Biden de volver a Acuerdo de París podría traer más desventajas que beneficios. Donald Trump había decidido salirse para buscar un pacto más justo, pues aseguraba que este era liderado por China para perjudicar a las manufacturas estadounidenses.
Los números le daban la razón al republicano. A pesar de la decisión de retiro del pacto, EE. UU. fue en 2019 el país que logró el mayor descenso en las emisiones de CO2, según informó la Agencia Internacional de Energía (AIE). Ese mismo año, la Unión Americana también registró la cifra de desempleo más baja de la historia. Con esto demostró que era posible cuidar el planeta sin el sacrificio económico de estar atado al Acuerdo de Paris.
Por el otro lado, China es la nación que más incumple el acuerdo y la que más gases de efecto invernadero emite. En enero de 2020 se dio a conocer que Pekín planeaba construir 22 nuevas centrales termoeléctricas de carbón, una de las fuentes de energía más dañinas. Al año, estas centrales emitirían casi la misma cantidad de dióxido de carbono que todos los carros vendidos cada año en Estados Unidos, según una reseña de ABC.
¿Ha sido realmente efectivo el Acuerdo de París?
Las críticas a la política ambiental de Biden han venido incluso de quienes lo apoyaron. La ambientalista Greta Thunberg, quien llamó a los estadounidenses a organizarse y votar por el demócrata, cuestionó el pasado 10 de marzo que Biden estaba tratando la crisis climática como si fuera “un tema político entre otros temas”. Adicionalmente aprovechó para exhortarlo a “mirar más bien a la ciencia” y si sus políticas están en línea con el Acuerdo de París, debería “mantenerse por debajo de los 1,5 o incluso 2 grados Celsius”.
El tan mentado Acuerdo de París parece ser más útil para acaparar titulares de prensa que para lograr resultados reales en materia ambiental. Los 194 países firmantes del pacto en 2016 se comprometieron a mantener el calentamiento global por debajo de 2 grados Celsius; sin embargo, la mayoría de los países no alcanzarán los objetivos fijados para 2030, de acuerdo con National Geographic.
A pesar de esta proyección desfavorable, las naciones desarrolladas deben subsidiar a los países en vías de desarrollo para que reduzcan sus emisiones de gas. La decisión de Trump de abandonar el pacto también apuntaba a evitar este gasto a Estados Unidos. La reincorporación, sin duda, implica aumentar el presupuesto en esta materia a pesar de los buenos resultados que estaba logrando la Unión Americana estando fuera del acuerdo.