Después de dos décadas de intentos fallidos para sacar al chavismo del poder, la decepción, la desconfianza y la frustración ganan terreno en la sociedad venezolana y hasta en las mismas instituciones que históricamente fueron aliadas incondicionales de la oposición.
La Iglesia, representada por la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), y los empresarios, aglutinados en Fedecámaras, han mostrados en los últimos días signos de fatiga frente al liderazgo opositor. En el pasado, estas instituciones decidieron no dar “ni un paso atrás”, creyeron ciegamente en que “hay un camino” pero ahora parecen no estar convencidas de que “vamos bien”.
Más allá de que sus recientes decisiones sean acertadas o no, constituyen un llamado de atención a la oposición, hoy Gobierno interino. La Iglesia dio un giro inesperado al apostar por la participación en las viciadas elecciones parlamentarias convocadas por el régimen para el próximo 6 de diciembre. Fedecámaras, manteniendo aún la prudencia, subrayó en un reciente comunicado que no es suficiente con un “esquema que trata de llenar vacíos funcionales sin capacidad de ayudar al ciudadano”.
Búsqueda de una ruta distinta
Para Luis Vicente León, presidente de Datanalisis, no se trata de un distanciamiento sino de la búsqueda de una ruta distinta para lograr el mismo objetivo: el cambio del régimen y el rescate de la democracia. Considera que si bien tienen razón en que la abstención sin estrategia alternativa no produce el cambio deseado, tampoco están ofreciendo una solución.
“Quizás se queda corto ese llamado si no se dice que votar en una elección sesgada, sin estrategia para defender el voto, tampoco conduce a ninguna parte ni va a producir el cambio”.
“Pasividad y alcahuetería”
El historiador y analista político, Antonio Sánchez García, prefiere no meter en el mismo saco a la Iglesia y Fedecámaras. Destaca que la Iglesia había jugado un papel “valiente” en la defensa de la democracia y le sorprendió el giro repentino que dio con el más reciente comunicado que se lo atribuye al Vaticano.
“La mano que escribió este comunicado no es la misma que ha escrito los anteriores. Veo la mano del papa Francisco. La Iglesia ha dado un paso atrás. Ha olvidado el respeto a la feligresía”.
En cuanto a Fedecámaras, a Sánchez García le preocupa la “pasividad y alcahuetería” de la cúpula empresarial, en la que advierte está cayendo también la Conferencia Episcopal con su llamado a votar.
Oposición entrampada
La situación es sumamente compleja. Luis Vicente León advierte que tal como está la realidad política venezolana, la oposición está metida en un escenario de perder-perder. “Votar o no votar ya no es un dilema porque en ambos casos vamos al mismo lado: al vacío”.
El llamado a abstenerse en las parlamentarias por falta de condiciones tiene argumentos sólidos pero no resuelve el problema, sentencia León. “No reconocer la elección sirve simbólicamente por un rato pero el tiempo juega en contra. Sin la esperanza de cambio real y sin nada más en la mano para presionar la salida de Maduro, lo que terminará pasando es que el tiempo romperá la deteriorada relación entre el liderazgo opositor y la gente, pero también se hará cada vez más irrelevante para la comunidad internacional que hoy le apoya”.
El dilema del voto
La historia parece sostener esta catastrófica teoría. En 2005, la oposición decidió boicotear las elecciones parlamentarias llamando a una abstención masiva. Legítima o no, el régimen se hizo con el poder absoluto del Legislativo ignorando el nivel de participación y el descrédito internacional.
Sin embargo, el camino del voto tampoco ha permitido alcanzar el objetivo. Nadie olvida el revocatorio de 2004 contra Hugo Chávez y las presidenciales de 2006, 2012 y 2013, por mencionar los más notorios. En todos estos procesos electorales la participación masiva relegitimó al régimen pese a las denuncias de fraude. En conclusión, con la abstención no se ha logrado el objetivo, con el voto tampoco.
Sacar a Maduro para poder votar
Para Sánchez García no se trata de votar o no votar. Recuerda que los venezolanos no confían en el Consejo Nacional Electoral (CNE) y duda que se lleven a cabo las elecciones convocadas por el régimen. Sin embargo, sostiene que se necesita contar con el respaldo de la ciudadanía para que el llamado a abstenerse sea efectivo.
“Si hay alguna respuesta al llamado de la Iglesia, la estrategia de no votar no dará resultado, pero el problema no es votar o no votar. Se trata es de sacar a Maduro. No es votar para salir del régimen. Es salir del régimen para poder votar”.
La creciente decepción
El presidente de Datanálisis recuerda que la oposición ha fracasado estrepitosamente y lo volverá a hacer si no tiene una propuesta distinta. “Claro que hay decepción. El deseo de cambio en Venezuela es de 82%. La gente tenía esperanzas de que el cambio se produciría alrededor de los eventos de principios del año pasado con Juan Guaidó y su promesa triangular del cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. Más allá de quién sea responsable, es claro que la gente pierde esperanza y con ello el respaldo a los líderes opositores incluido Guaidó”.
En este sentido, el historiador Sánchez García considera que Guaidó ya perdió el respaldo del país e incluso del Departamento de Estado de la administración de Donald Trump. Destaca además que el interinato necesita una renovación y que “Guaidó debería renunciar”.
Gobierno de transición
Sobre la declaración conjunta de la comunidad internacional, en la que pidieron el pasado viernes conformar un gobierno de transición “incluyente” y celebrar elecciones presidenciales libres y justas, recuerda Luis Vicente León que no es un planteamiento nuevo y es meramente teórico.
“El tema es que no parece existir la fuerza suficiente para presionar al Gobierno de Maduro para que acepte. Ellos controlan el poder, no la oposición. Por otra parte, el quiebre militar no se va a producir ni va a presionar ese cambio si no tiene garantizados tres elementos básicos: permanencia del control militar, integridad personal y familiar, y preservación patrimonial”.
Por su parte, Antonio Sánchez García reconoce que la propuesta planteada en la resolución conjunta de la comunidad internacional sería una “estupenda solución” pero no lo ve factible en el escenario actual.
“Si en lugar de Guaidó estuviera al frente del Gobierno interino alguien como María Corina Machado, Diego Arria o Antonio Ledezma ya tendríamos ese Gobierno de transición”.
Negociación política
Luis Vicente León asegura que la crisis venezolana solo se resolverá con una negociación política pero “no estamos cerca de ese punto”. Entre otras razones, considera que las sanciones contra algunos militares y élites chavistas son juicios abiertos en Estados Unidos que no se pueden negociar desde el Ejecutivo.
“Todo parece indicar que esa negociación exigirá dejar en posición de poder a los militares actuales como parte de la negociación. Solo en Venezuela pueden estar seguros en el futuro. Un futuro donde el nuevo gobierno podría nombrar a quien quiera por Constitución. Entonces, ¿qué garantía tendrían los militares para provocar un cambio que representa un riesgo brutal para ellos en el futuro?”.
Concluye que será necesaria una negociación política muy sofisticada y, probablemente un referendo previo que permita algunos acuerdos supra constitucionales. No obstante, admite que esos acuerdos serían complejos y muy polémicos. “Puede que eso ocurra en el futuro, pero no cercano, como tampoco luce cercano el cambio de gobierno”.
Levantamiento insurreccional
Antonio Sánchez García sentencia que “los diálogos no han servido para nada”. Su solución gira en torno a un “levantamiento insurreccional”, tomando como ejemplo la actual situación de Bielorrusia, donde miles de manifestantes se mantienen en las calles protestando contra la cuestionada reelección de Alexandr Lukashenko, al tiempo que se desarrollan huelgas en todo el país.
“En Venezuela se intentó con ‘La Salida’ pero fue traicionada por Leopoldo López. Aquí no ha habido un levantamiento insurreccional. No hemos tenido una conducción clara y decidida”. Su conclusión va incluso más allá: “aquí no ha habido oposición”.