La política exterior americana ha fluctuado históricamente entre dos escuelas de pensamiento contrapuestas, que trascienden nuestro espectro político izquierda-derecha: idealismo y realismo. En tiempos recientes, la del Presidente George W. Bush ha sido identificada como idealismo, y la del Presidente Obama como realismo. En el amanecer de la administración Trump la pregunta seminal en cuanto a política exterior es si su enfoque abrazará las ortodoxias del idealismo o el realismo.
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El idealismo —también llamado intervencionismo, internacionalismo— sostiene que el propósito de la política exterior es avanzar en los valores americanos fomentando libertad y la democracia en el mundo. Los idealistas consideran que nuestra política exterior debe reflejar nuestra filosofía política doméstica. El idealismo busca lograr un mundo justo y pacífico acabando con las tiranías. Desde el punto de vista idealista, Estados Unidos debe involucrarse en misiones humanitarias, intervenciones militares, “fabricación” de naciones y cualquier otra tarea que nos acerque al objetivo final. Los idealistas entienden que la política exterior de EE. UU. no debe determinarse por lo que sea mejor para el país, sino por lo que resulte moralmente correcto.
Dados los pobres resultados y desperdicio de recursos asociados con el idealismo, no es probable que nuestro presidente con mentalidad de negocios siga ese camino.
Por su parte, el realismo —también llamado realpolitik, pragmatismo— sostiene que el propósito de la política exterior es asegurar el “interés nacional”. Para los realistas los principios morales son incompatibles con la protección del interés nacional, y la búsqueda de abstracciones morales es una causa de los fallos en política exterior. Los intereses preceden a los valores, y la política exterior de EE. UU. debe enfocarse, sin consideraciones morales, en lo que funcione. Las raíces históricas del realismo llegan hasta Tucídides y Maquiavelo. En un caso de sorprendentes compañeros de cama, el Secretario de Estado Henry Kissinger y el presidente Obama con su desatinado modelo de realismo son ejemplos modernos.
Si los intereses se ubcan antes que los valores, la política exterior realista posibilita estrategias que abracen inmoralmente regímenes tiránicos, como hizo el presidente Obama con Irán y Cuba en nombre del interés nacional y de mantener un balance de poder.
Por ejemplo, nuestro aliado Israel es el único poder nuclear en Medio Oriente. Para los realistas eso es un problema porque introduce un desbalance de poder donde otras naciones en la región se sienten amenazadas por la capacidad de Israel de atacar impunemente. Según lo ven, ese desbalance incrementa la posibilidad de un conflicto militar. La solución realista es resolver el desbalance fomentando un balance del poder: en este caso, permitiendo a Irán una vía para desarrollar capacidades nucleares, como la política iraní del presidente Obama lo reveló claramente.
Teóricamente esto expresa la premisa realista de que las naciones tienen “intereses”, y que un interés de autopreservación asegura que los poderes nucleares se abstendrán de atacarse unos a otros en lo que sería una destrucción mutua.
El error es suponer que un régimen ideológicamente antiamericano como Irán cambiará su naturaleza y será menos peligroso cuando adquiera armas nucleares. Los realistas consideran un Irán nuclear como un buen resultado que balancea al poder israelí. Bajo el realismo, EE. UU. se ha hecho amigo de monstruos en Irán y Cuba creando enormes retos para la nueva administración.
El presidente Trump ha sido muy crítico con la política exterior de inspiración realista de Obama. Dada su incomodidad con el idealismo y el realismo, ¿cuál será el enfoque de política exterior de Trump?
El nombramiento del empresario Rex Tillerson como Secretario de Estado sugiere una ruptura con el idealismo y realismo, en una nueva doctrina de política exterior que yo llamo centrismo americano.
Una política exterior de centrismo americano representa un retorno a la política exterior de los Padres Fundadores, que articuló más elocuentemente John Quincy Adams: “(EE. UU.) se ha abstenido de interferir en los asuntos de otros, aun cuando el conflicto haya sido por principios a los cuales se adhiere… Dondequiera que las normas de libertad e independencia hayan sido o deban ser desplegadas, allí estarán su corazón, sus bendiciones y sus oraciones. Pero no irá al extranjero buscando monstruos para destruir. Desea la libertad y la independencia para todos, pero solamente es campeón y defensor de la propia”.