EnglishCuando Elie Wiesel fue galardonado con el Nobel de la Paz en 1986, el Comité Nobel lo llamó “mensajero de la humanidad”. Nacido en Rumania, el escritor judío americano, profesor, activista político y sobreviviente del Holocausto dedicó su vida a hablar en defensa de las víctimas de la opresión, recordándonos que “Puede haber tiempos cuando no tenemos poder para prevenir la injusticia, pero nunca debe haber tiempos en que seamos incapaces de protestar”. “Debemos tomar posición. La neutralidad ayuda al opresor, nunca a la víctima. El silencio alienta al torturador, nunca al torturado”.
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Esas lecciones se perdieron en la medida que la administración Obama adoptó consistentemente una política exterior de equivalencia moral rehusando destacar la naturaleza totalitaria de regímenes como los de Irán y Cuba, que sistemáticamente violan derechos humanos, eliminan brutalmente la oposición política, y conspiran contra los intereses de Estados Unidos y la nación judía.
El régimen cubano continúa siendo un aliado antiamericano de Irán. En las últimas tres décadas ha apoyado la política exterior de los ayatolas en el Medio Oriente y el mundo, particularmente contra Israel.
Una política de equivalencia moral sugiere que no existe diferencia moral entre las acciones o tácticas de cualquier parte en un conflicto. Por ejemplo, los apologistas de grupos terroristas en el Medio Oriente sugieren equivalencia moral entre terroristas y el ejército israelí. La lógica de la equivalencia moral es que ninguna parte en un conflicto es peor que otra. Esta visión de equivalencia moral subrayó la doctrina política exterior de la administración Obama, evidente en sus acuerdos con Cuba e Irán.
Hacia Cuba, la política EEUU-Cuba de la administración Obama abrazó al régimen opresivo del general Raúl Castro con solamente comentarios superficiales sobre violaciones de derechos humanos en Cuba o el apoyo de los hermanos Castro a las políticas antiisraelíes de Irán. Hacia Irán, en su afán por concluir un acuerdo, la administración parece haber ignorado legítimas preocupaciones de seguridad de Israel, nuestro aliado militar y político.
Una vez más, en sus últimos días, la administración Obama rehusó vetar la Resolución 2334 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Tal resolución, supuestamente sobre la política israelí de asentamientos, evidentemente respaldaba el discurso político-legal palestino sobre los territorios disputados.
Tras el voto, el Secretario de Estado John Kerry, defendiendo la abstención de Estados Unidos, pronunció un tendencioso discurso denunciando a Israel por su política de asentamientos e ignorando el rechazo palestino a reconocer el derecho de Israel a existir como Estado judío. El discurso de Kerry ignoró también que Israel es la única democracia liberal en la región y desestimó el apoyo palestino al terrorismo antiisraelí.
Apoyar a Israel frente a sus enemigos es perfectamente consistente con los valores liberales americanos. No oponerse a la Resolución de Naciones Unidas que debilita a Israel es una ambigua y dañina política exterior.
La doctrina de equivalencia moral a menudo se disfraza como doctrina de neutralidad o imparcialidad. Pero no es ni neutral ni imparcial. Además, cuando opresores y oprimidos se tratan con equivalencia moral el escenario es propicio para inesperadas consecuencias que pueden resultar catastróficas.
Alegando que todas las partes en la Guerra de Bosnia (1992-1995) cometieron crímenes de guerra, los promotores de la equivalencia moral planteaban que ninguna parte en el conflicto era peor que otra. Pero según el reporte de Naciones Unidas sobre esa guerra, las fuerzas serbias fueron responsables del 90% de los crímenes de guerra, las croatas del 6%, y las bosnias del 4%. Difícilmente un caso de equivalencia moral.
Considerar regímenes represivos como Cuba e Irán moralmente equivalentes con los pueblos amantes de la libertad de Israel o Cuba sugiere que EEUU abandonó el medular principio americano de ser la voz de libertad para los pueblos oprimidos. Elie Wiesel reprobaría esta equivalencia moral: “la indiferencia es la encarnación del mal”.