EnglishDe acuerdo al Democracy Index –compilado por la Unidad de Inteligencia de The Economist-, en 2008 el 14,4 % de la población mundial vivía en naciones donde las libertades civiles y las libertades políticas básicas eran respetadas y reguladas por una cultura política conducente al florecimiento de principios democráticos. El Democracy Index de 2015 reporta que menos del 9% de la población mundial puede decirse que vive en libertad política.
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Esta tendencia no es un buen presagio para la libertad, pero para evaluar si la libertad tiene un futuro es necesario investigar más profundamente la libertad en sí misma. Tanto el psicólogo social Erich Fromm en su libro de 1941 El miedo a la libertad, como el teórico político Isaiah Berlin en Dos conceptos de libertad (1958), establecen una distinción entre libertad positiva y libertad negativa.
Libertad negativa es entendida como libertad “de” la interferencia de otras personas. Es decir, libertad de la opresión o coerción. La coerción aparece cuando las acciones de un individuo son dirigidas a servir no sus propias intenciones, sino las de otros, o un supuesto fin superior.
Libertad de opresión o de coerción es el valor supremo del ideal liberal de un ciudadano libre para perseguir su propia idea de vida satisfactoria, sin interferencia del Estado, siempre que no le cause daño a otros. En el liberalismo clásico, el papel del Estado es mayormente asegurar el funcionamiento pacífico de una sociedad de individuos libres, enfatizando igualdad ante la ley e igualdad de oportunidades, no necesariamente igualdad de resultados.
Igualdad ante la ley e igualdad de resultados son incompatibles, y tratar a las personas como iguales ante la ley asegura que individuos con diferentes talentos, intereses, niveles de ambición y propósitos, alcanzarán resultados desiguales. Aparentemente, muchas sociedades alrededor del mundo se sienten incómodas con los resultados desiguales que necesariamente derivan de la igualdad ante la ley.
En contraste, la libertad positiva, o libertad “para”, espera que el Estado interfiera y trate a los individuos desigualmente, excusando a algunos a someterse al imperio de la ley. Las políticas de libertad “para” demandan que el Estado busque cambiar los fenómenos sociales que pueden impedir a algunos a actuar libremente.
La visión socialista del Estado de Bienestar -en el sentido del “para”– justifica que el Estado utilice opresión y coerción para lograr un resultado deseado de distribución de la producción y corregir desigualdades creadas por el libre mercado. Esta visión supone que los individuos no son los mejores jueces de lo que sería mejor para ellos, y por consiguiente el Estado, que lo sabe mejor, debe decidir en nombre de ellos.
La libertad negativa describe libertad de tiranía y del ejercicio arbitrario de la autoridad. La libertad positiva especifica los medios para actuar. La interacción de ambos conceptos de libertad crea los conflictos sobre lo que significa libertad. La libertad “para” requiere necesariamente coerción gubernamental, y debilita la libertad “de”.
Buscando detrás de esos aspectos de la filosofía política de la libertad encontramos un conflicto más básico en la percepción de la naturaleza humana. Los liberales, como defensores de la supremacía de la libertad, creen que generalmente los individuos son más virtuosos que malvados, y que en consecuencia la sociedad puede permitir amplios espacios para las libertades individuales. Los socialistas tienen una visión más negativa de la naturaleza humana, razonando que se necesita una autoridad fuerte para contener los intrínsecamente torcidos y corruptos impulsos de las personas.
Incluso entre los Padres Fundadores de EE.UU. el miedo a la naturaleza humana desenfrenada era predominante. Benjamin Franklin nos ofreció una imagen clásica: “La democracia son dos lobos y un cordero votando sobre qué van a almorzar”.
El futuro de la libertad depende de nuestra comprensión de que la cooperación social y la prosperidad económica solamente son posibles cuando la libertad individual se maximiza en un ambiente democrático. El futuro de la libertad depende de ser libres de la coerción del gobierno.
Lamentablemente, el estado actual de la libertad en el mundo sugiere que no hemos aprendido esa lección, y que los gobiernos opresivos están creciendo. El futuro de la libertad democrática peligra.