Históricamente, la comunidad cubanoamericana ha sido considerada un monolito político, votando mayormente en apoyo al Partido Republicano, al menos a nivel nacional. En la medida que esto ha sido cierto ha sido más aplicable a la temprana comunidad exiliada que ahora llamamos históricos.
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Los orígenes de este apoyo temprano del exilio al Partido Republicano pueden encontrarse en la política exterior de EEUU y la robusta postura anticomunista del Presidente Eisenhower. La posición anticastrista de Eisenhower y el Partido Republicano fue seguida por la canibalización de los planes de invasión de Bahía de Cochinos bajo el liderazgo Demócrata del Presidente Kennedy y el resultante fracaso de la invasión.
Esta visible dicotomía en política exterior estableció el escenario para la conducta política como votantes de los primeros exiliados cuando se convirtieron en ciudadanos americanos. Entonces, el tema de la política EEUU-Cuba adquirió máxima importancia para los nuevos votantes cubanoamericanos.
Con el tiempo la mayoría de los históricos comenzaron a abrazar los principios de política domestica del Partido Republicano sobre gobierno limitado, sólida defensa nacional, derechos de los Estados, y responsabilidad individual. La mayoría de los descendientes de los históricos hicieron propio el antisocialismo de sus padres, perpetuando la imagen monolítica del electorado cubanoamericano.
La llegada de posteriores comunidades exiliadas, crecidas bajo el régimen de Castro e imbuidas de la ideología socialista, comenzó a erosionarla hasta entonces composición política uniforme de la comunidad cubanoamericana. Pero los históricos se mantenían como Republicanos comprometidos, hasta ahora.
Este año todos los candidatos presidenciales favorecen la continuidad de la política EEUU-Cuba comenzada por el Presidente Obama. Sus fundamentos filosóficos y tono pueden diferir, pero todos los candidatos apoyan la reconciliación con el régimen cubano. Para los históricos cubanoamericanos esto significa que uno de sus temas principales no estará en juego en la elección del 2016.
Este año tres históricos amigos cubanoamericanos -llamémosles Miguel, Rogelio y José- votarán de manera diferente por primera vez. Hasta donde puedo recordar, esos amigos siempre apoyaron a los candidatos republicanos en las elecciones presidenciales. Son emblemáticos de la generación de los históricos. Sus votos en este ciclo electoral no necesariamente serán entusiastas, pero Rogelio votará por Donald Trump, Miguel por Hillary Clinton, y José por Gary Johnson. Los tres amigos seguirán políticamente su propio camino cada uno. El Partido Republicano les falló.
Algunos pueden desesperanzarse con esta desunión política en la comunidad cubanoamericana. Yo le doy la bienvenida y la celebro. Eso significa que no somos una comunidad con un único tema electoral. Significa que no somos una masa irreflexiva que puede ser manipulada fácilmente por la retórica política. Que no podemos ser vistos como incondicionales por los partidos políticos dominantes. Significa que tendrán que ganarse nuestro voto. Significa que hemos madurado como ciudadanos. Que hemos aprendido que un adversario político no es el equivalente a un enemigo para toda la vida. Significa que estamos comprometidos con el proceso democrático.
Aquí surge una lección para otras comunidades minoritarias en Estados Unidos, que han sido consideradas incondicionales por el Partido Demócrata. Como comunidades minoritarias necesitan eliminar la infundada certidumbre de los partidos políticos respecto a su voto, y asegurarse de que sus ideas políticas personales se alinean con las plataformas de aquellos que decidan apoyar. La comunidad cubanoamericana lo ha hecho en este año electoral.
Este confuso ciclo electoral presidencial ha forzado la sofisticación política de la comunidad cubanoamericana a florecer en todo el esplendor de su diversidad. La diversidad sociopolítica no es una debilidad, es una fortaleza. Lo mismo debería ocurrir con la comunidad afroamericana, la mexicoamericana y todas las comunidades minoritarias cuyos votos son considerados incondicionales por los principales partidos políticos.
Debemos regocijarnos de nuestra diversidad política. La noche del día de las elecciones los tres amigos discutirán vehementemente, mientras cenan juntos, sobre sus preferencias políticas, y elevarán sus copas para brindar, pero no por un candidato o partido victorioso. Lo harán para homenajear nuestra gloriosa democracia.