EnglishDada última propuesta para volver a extender los beneficios de desempleo –hasta un máximo de 77 semanas– urge recordar que “más” no siempre significa “mejor”. En las ciencias sociales, la noción de que “más” no siempre es “mejor” se conoce como la hipótesis de la “U” Invertida.
Las curvas en forma de “u” invertida tienen tres partes. (1) El lado izquierdo, o ascendente, en donde una asignación creciente de recursos induce mejorías; (2) el medio de la “u” invertida, donde más recursos no hacen mucha diferencia; (3) y el lado derecho, descendente, donde más recursos empeoran la situación. La lógica de la U Invertida es que llega un punto en que, a pesar de las intenciones, añadir recursos solamente sirve para empeorar las cosas. Los científicos sociales sostienen que casi todas las experiencias de la vida siguen una U Invertida.

Apliquemos este principio al debate sobre los beneficios de desempleo.
El sistema federal y estadual de seguros de desempleo se estableció en 1935 como una red de protección que proveyera asistencia financiera temporal a los trabajadores que perdieran su trabajo. Inicialmente, los beneficios de compensación por desempleo serían financiados a través de impuestos a las nóminas pagados por los empleadores. Sin embargo, el sistema evolucionó, y hoy en día se asignan ingresos federales generales al pago de un rango ampliado de beneficios. Al comienzo, los beneficios de desempleo duraban 16 semanas, posteriormente se extendieron a 26 semanas, y con los años se han añadido beneficios “suplementarios”, llegando a la propuesta de 77 semanas, y el proceso no tener fin.
Proteger a los trabajadores de los vaivenes de la suerte puede parecer una idea noble, pero tiene consecuencias imprevistas. La primera consideración debería ser si protegernos de los vaivenes de la suerte es una función legítima del gobierno, pero dejemos esa pregunta filosófica para otro día y enfoquémonos ahora en el seguro de desempleo.
Las investigaciones demuestran inequívocamente que el seguro de desempleo estimula a las personas a permanecer más tiempo desempleadas, al proveer incentivos para no trabajar y sustento mientras no se trabaja. Quiero aclarar que no estoy haciendo un juicio despectivo. Es una aseveración basada en los hechos, en la observación de una reacción humana que resulta lógica ante un estímulo particular.
Una razón es que los beneficios de desempleo incrementan lo que los economistas llaman “salario de reserva”. Este salario de reserva es el mínimo que la gente está dispuesta a aceptar para trabajar, y toma en cuenta la diferencia entre los beneficios que un trabajador desempleado recibe del gobierno y el monto que sería pagado por un empleador. Como resultado de recibir compensación por desempleo, los trabajadores rechazan oportunidades de trabajo si la oferta no supone un incremento significativo en la cantidad de dinero a recibir.
Otros estudios muestran que algunos trabajadores eligen mantenerse fuera del mercado de trabajo para maximizar los beneficios de desempleo que reciben. Este tipo de investigaciones muestra típicamente un marcado incremento en la tendencia a volver a trabajar cando los beneficios de desempleo están por finalizar.
¿Estamos ante un caso de una relación de u invertida?
Quienes proponen pagos extendidos de desempleo contra-argumentan que esos pagos sirven para estimular la economía porque aumentan el poder de compra de los desempleados. Olvidan mencionar que para poder hacer esos pagos el gobierno tiene que cobrarle impuestos los trabajadores con empleo, reduciendo así el poder de compra de quienes tienen trabajo. En el análisis económico agregado, el efecto ingreso de ese tipo de transferencias siempre es cero. El gobierno puede pedir prestado para hacer los pagos, pero eso solo transfiere la pérdida de poder de compra a los futuros trabajadores.
Aun mas indignante es el criterio de que los pagos de compensación por desempleo tienen un efecto “multiplicador” tal que por cada dólar pagado se generan, digamos, US$1.80 en la economía cuando el dinero viaja de un receptor a otro. Si esto fuese cierto, podríamos duplicar nuestro Producto Interno Bruto si todos dejamos de trabajar y comenzamos a recibir compensación de desempleo: una tontería absoluta.
Aun así, si una sociedad insiste en que es deseable orquestar una red de seguridad para los trabajadores, hay enfoques mucho mejores. Un ejemplo es el programa establecido en Chile. El sistema chileno se centra en cuentas personales de seguro de desempleo. Esas cuentas personales obtienen fondos de contribuciones de nómina del empleador, igual que las de nuestro país. La diferencia es que las cuentas son propiedad del trabajador individual y acumulan saldos durante su vida laboral. Los fondos no utilizados pertenecen al trabajador, y pueden ser destinados a complementar sus ahorros para la jubilación.
Nótese que esas cuentas personales de seguro de desempleo eliminan los desincentivos inherentes a nuestro sistema, porque los trabajadores están motivados a encontrar un nuevo empleo lo más rápido posible para mantener el saldo en sus cuentas. Como mínimo, es un sistema que no empeora las cosas, y mueve recursos del lado descendente de la curva de “U” Invertida al ascendente.