La independencia de Hispanoamérica tuvo como detonante la invasión de Napoleón a España en 1808. Así, en lo que hoy es Colombia, los neogranadinos, al no reconocer el reinado de José Bonaparte impuesto por su hermano en lugar de al Rey Fernando VII y ver la oportunidad de gobernarse por sí mismos, declararon su independencia en 1810.
Pero lo cierto es que esta tierra nunca ha sido fértil para la arbitrariedad, incluso desde antes de la Independencia. El historiador David Bushnell señala que la Rebelión de los Comuneros en el Socorro en 1781 “fue una de las dos más notables sublevaciones hispanoamericanas”.
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Otro antecedente fundacional fue la primera traducción completa al castellano y publicación en América en 1793 de la Declaración de los Derechos del Hombre por parte de Antonio Nariño. Para la Encyclopedia Britannica es “una de las cartas fundamentales de las libertades humanas, conteniendo los principios que inspiraron la Revolución Francesa”.
Según un perfil realizado en 2003 por Semana, apoyándose en el historiador Frank Safford, Nariño fue el “conductor más importante” de la primera etapa de la independencia (1810), por lo cual se le conoce como el Precursor. Tal sería su prestigio que el Libertador Simón Bolívar, líder de la segunda y definitiva etapa (1819), “lo tuvo por uno de sus maestros e inspiradores”.
Algunos de los principios contenidos en dicha declaración que defendió nuestro Precursor, y que son totalmente aplicables a nuestra realidad actual, son los siguientes:
- “La finalidad de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles del hombre. Esos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión” (artículo 2°).
- “La fuente de toda soberanía reside esencialmente en la Nación; ningún individuo, ni ninguna corporación pueden ser revestidos de autoridad alguna que no emane directamente de ella” (artículo 3°).
Cuentan las Genealogías de Santa Fe de Bogotá que unos de los “tópicos favoritos” del estadista bogotano era la independencia de los Estados Unidos. Y son precisamente sus fundamentos filosóficos uno de los aspectos que ayudan a cimentar la lucha por la libertad que hoy estamos dando.
Así, aunque su detonante fueron los nuevos impuestos dictados por el parlamento en Londres, el profesor F.A. Hayek en su Constitution of Liberty explica que su fundamento de filosofía política fue la concepción de libertad clásica británica.
Esta idea de libertad —desarrollada a partir de sus luchas contra sus propios gobernantes y siguiendo las tradiciones que datan desde los griegos, pasando por los romanos y el Renacimiento— establece que ninguna autoridad ejecutiva, legislativa o judicial puede actuar en contravía de principios superiores y disposiciones previamente establecidas. Así, la arbitrariedad no se define por el origen de cierta disposición, sino por su contenido. De esta forma, los ciudadanos no quedan al vaivén de los poderosos.
En Colombia, las arbitrariedades las cometieron (y siguen cometiendo) todos los poderes públicos. Algunos ejemplos son los siguientes:
- El presidente, presionado por las FARC, al firmar el “Nuevo” Acuerdo, pese a la obligación expresa que le había señalado la Corte Constitucional de acatar el veredicto de las urnas. Igualmente, y en virtud del dictatorial fast track, al expedir los respectivos decretos-leyes e instruir a su gobierno para presentar las distintas reformas constitucionales y legales.
- El Congreso, bajo la presión de Santos y las FARC, al usurpar la soberanía que reside exclusivamente en el pueblo. Esto al “refrendar” el plebiscito que el pueblo, directamente, había negado. La soberanía popular es un principio superior de nuestro ordenamiento constitucional. Al respecto, es interesante ver que los colonos norteamericanos argumentaban que el parlamento británico estaba siendo arbitrario porque estaba legislando contrariando principios superiores, como que no se pueden dictar impuestos sin representación.
- Y la Corte Constitucional, al legalizar todo lo anterior. En otra columna señalé que el profesor Hayek en su Road to Serfdom explica como el Nazismo se impuso en Alemania, en parte por legalizaciones que hicieron los tribunales a la arbitrariedad.
Dichas arbitrariedades, inéditas en Colombia, han permitido la consagración de instituciones y compromisos autoritarios impensables hasta hace muy poco en Colombia. Por ejemplo, (i) la CISIVI mediante las FARC ya cogobiernan Colombia, (ii) la Constitución de las FARC inspirada en el Socialismo del Siglo XXI que no puede ser modificada durante tres periodos presidenciales o (iii) las amenazas a la propiedad privada consagradas en lo referente al campo.
Así las cosas, lo que está en juego en las próximas elecciones es la libertad misma de los colombianos.
Es sencillamente inaceptable que (i) se consoliden precedentes autoritarios que, como pasó en la Alemania Nazi y en otros países, llevan al totalitarismo y (ii) que se consagren instituciones que afectan la libertad, la democracia y el Estado de Derecho, sin las cuales se restringen la dignidad, derechos y prosperidad humanas.
Nuestros antepasados lucharon por nuestra libertad y nos dieron la independencia de un gran imperio bajo la inspiración y liderazgo de héroes como Antonio Nariño.
Más recientemente, bajo el liderazgo de otro líder histórico, Álvaro Uribe Vélez, los colombianos derrotaron la amenaza de facto a la vida y la libertad que representaban las FARC para Colombia. Esa amenaza, que parecía insuperable, ponía en entredicho nuestra viabilidad misma como país, siendo considerado como un Estado fallido.
Y ahora, como resultado de la entrega política, jurídica y, por lo tanto, económica de Colombia por parte de Santos y sus aliados a las chavistas FARC, los colombianos, unidos, deberemos recuperar, una vez más, el país libre, democrático e institucional que conocemos. Las elecciones de 2018 serán el primer paso.
Después de todo, las semillas de libertad que con sabiduría y coraje sembró nuestro Precursor Antonio Nariño hace más de 200 años han germinado en Colombia como una nación con fuertes valores democráticos que le son característicos.