El infame acto terrorista perpetrado el sábado pasado en el centro comercial Andino de la ciudad de Bogotá fue la más reciente noticia de al menos tres que hemos leído en las últimas semanas y que nos recuerdan un pasado que creíamos, al fin, haber dejado atrás.
En efecto, tal vez desde las épocas de Pablo Escobar hace 25 años y desde cuando las FARC aún tenían una capacidad criminal relevante a principios de la administración Uribe, Bogotá no era atacada de esa forma. Terrorismo como el ocurrido mediante una bomba en el baño de mujeres del centro comercial más representativo de la capital, conllevando a la muerte de tres jóvenes inocentes, es algo que creíamos haber dejado atrás. Desde los tiempos de las bombas de Escobar, solamente las FARC habían aterrorizado a Bogotá en forma comparable con la bomba que pusieron en el Club El Nogal. Aunque aún no se sabe quiénes fueron los responsables de la bomba al Andino, el hecho cierto es que Bogotá vuelve a ser víctima del terrorismo.
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La segunda noticia parece más bien propia de hace 20 años cuando el gobierno colombiano era despreciado en Washington. Así, el PanAm Post y después los medios colombianos hicieron eco de un artículo publicado en el medio estadounidense Político el cual básicamente decía que el gobierno Santos, presionado por “su aliado” Cuba, se había prestado para amenazar a la administración Trump.
El artículo señaló que el gobierno Santos habría amenazado con boicotear una cumbre de seguridad latinoamericana si Trump anunciaba el viernes su nueva política frente al régimen de Raúl Castro. Agrega la publicación que el influyente senador por la Florida, Marco Rubio, aconsejó a la Casa Blanca enviar un mensaje al gobierno Santos en el sentido que tales acciones estaban poniendo en peligro el apoyo de 450 millones de dólares al país.
Lo absurdo que suena leer que Santos -el presidente más impopular de la historia de Colombia desde que existen encuestas- esté presionando a Trump -un presidente sobre quien hasta Castro y Maduro han procurado abstenerse a referirse porque saben que habla en serio- no oculta lo preocupante de la noticia. Por supuesto el tema no es de agradar por agradar al gobierno norteamericano o que a Santos lo quieran o no en los nuevos altos círculos de poder del ejecutivo estadounidense. El asunto es que esos jueguitos de poder bajo quien sabe que presiones de Cuba pueden afectar al pueblo colombiano. Difícil recordar una alianza más beneficiosa para nuestro país que la que hemos tenido con los Estados Unidos iniciada bajo la administración Pastrana y que tuvo su pico más alto durante el gobierno Uribe.
Así, bajo valores compartidos y el interés de ambos países, dicha alianza fue decisiva para que nuestro país recobrara su seguridad física –con todos los efectos que ello trajo en el derecho a la vida y las libertades humanas- y para que pudiera reactivar su economía. Como lo analizó en su reciente libro sobre la historia económica de Colombia el primer ministro de Hacienda de la administración Uribe, Roberto Junguito Bonnet, la historia demuestra que para la prosperidad de nuestro país no hay buen manejo económico que pueda compensar la falta de seguridad física.
Finalmente, la tercera noticia que nos recuerda épocas que ya parecían superadas tiene que ver precisamente con el frente económico. La semana pasada el gobierno bajó las proyecciones del crecimiento de la economía a un 2,3 %. Para expertos como Junguito, un crecimiento incluso del 2 % como el que estima el Banco de la República, similar al registrado en 2016, es “muy optimista”. Con excepción del crecimiento del 1,7 % registrado en 2009 con motivo de la crisis mundial -año en el que las economías de Estados Unidos, la Unión Europea, Brasil, Chile o México decrecieron- Colombia no tenía tasas de crecimiento tan bajas desde hace 15 años cuando en influyentes escenarios era considerado como un Estado Fallido (en 2001 el crecimiento fue del 1,7 % y en 2002 del 2,5 %). En esa época, el país apenas comenzaba a salir de la Crisis Económica de Fin de Siglo, la cual, según el profesor Junguito, fue “posiblemente la peor de las crisis económicas”, la cual “no tenía precedentes desde la Gran Depresión” de 1929.
La situación descrita no es el resultado de la mala suerte. Es el resultado de decisiones políticas equivocadas. Aunque pueda sonar de Perogrullo, las buenas políticas dan buenos resultados y las malas dan malos.
Sin embargo, no son pocos los políticos y analistas que dicen que “los uribistas” están llenos de “odio” y quieren llevarnos al “pasado”. Pero esos políticos y analistas subestiman la inteligencia y el más elemental sentido común y de supervivencia de los colombianos.
La mayoría sabemos que en 2010 (que no fue hace mucho para ya nos parece una eternidad) Colombia era una nación unida, optimista, y cada vez más libre, segura, próspera y cohesionada socialmente.
Y también sabemos que para no volver a ese pasado triste y doloroso que creíamos estaba sepultado en los libros de historia deberemos volver a las políticas del pasado reciente que nos sacaron del Estado fallido
Por ejemplo, políticas firmes en la seguridad y sin complacencias con el terrorismo. De estabilidad jurídica, impuestos y regulaciones razonables que atrajeron la inversión y, por lo tanto, los empleos y los recursos para financiar la política social. De austeridad en el gasto público y bajo endeudamiento. Y de alianza y trabajo conjunto con los países amigos de la libertad, cuyos valores e intereses coinciden con los del pueblo colombiano y no con la tiranía castrochavista, el Socialismo del Siglo XXI y el terrorismo.
Así las cosas, para volver a mirar con optimismo el presente y el futuro debemos volver a las políticas que está probado nos sacaron del Estado fallido y nos permitieron volver a soñar, sobre bases y hechos reales, con un mejor país y una mejor vida para nosotros y nuestras familias.