Cuando Estados Unidos se decidió en los años 80 a derrotar a la Unión Soviética sabía que tenía dos grandes armas: la cultura pop y el dinero. Si bien, la diferencia entre las armas blancas y las de fuego nunca se menciona en el terreno político, es de todos sabido que hace tanto daño en el cuerpo del adversario un fajo de billetes como una pistola humeante.
La Santa Alianza entre Reagan y Wojtyla trajo como consecuencia entre otras cosas que Lech Walesa aumentara su músculo democrático en Polonia, que Mikhail Gorbachev promoviera la Perestroika y que los viejos tiranos aliados de los comunistas mordieran el polvo frente a sus oprimidos compatriotas. En fin que cayera el telón de acero, solo le dio un nuevo aire a la gran madre Rusia de volverse una república de intereses energéticos conformada por ex burócratas millonarios y compradores encandilados de cuanto viniera del capitalismo occidental. La lección estaba aprendida: cada quien tiene su precio y todo líder político debe entender que las voluntades se abren billete en mano.
Estados Unidos mueve su economía gracias a la sociedad de consumo y si bien es cierto que la ética del trabajo está muy bien vista, también lo es la práctica del que observa el mercado y puede extraerle el jugo a toda ganancia sin mover algo más que su ingenio financiero. Es la sabiduría callejera llevada a los pasillos más íntimos de Wall Street. Por otro lado, el poder político que pretende mantenerse en el tiempo está claro de que una cosa son las decisiones sobre el aparato gubernamental y otras muy distintas son las relaciones que se dan entre compradores, usuarios, audiencias y la inmensa cantidad de productos que conforman un mercado libre. Por eso, la importancia de usar sabiamente el control a dos manos: el de la política y el de la economía.
Si bien las alianzas entre empresarios y políticos no es nueva, sí resulta novedosa el aprendizaje continuo que tiene el modelo de Vladimir Putin de experiencias latinoamericanas como los populismos de Juan Domingo Perón o Carlos Andrés Pérez. Allí, la creación ex profeso de burguesías colaboradoras del proyecto político de turno se vuelven clave. Los 12 apóstoles del mundo económico argentino de finales de los años 50, se copiarán en formato caribeño en la Venezuela Saudita de 1973 a 1978. Putin crea un modelo replicado luego por Hugo Chávez. Gobierno, que valga la acotación es una mixtura de mixturas o mezcla de mezclas criollas, regionales, militares y burocráticas… y que tanto en lo estético, como en la puesta escena tiende a distraer de su ADN: la clásica tiranía comunista de manual, solo que edulcorada con momentos de alta emocionalidad y giros dramáticos de factura televisiva.
Si algo hace Putin en sus primeros años es reformar la constitución para mantenerse en el poder, ya sea extendiendo el tiempo o preparando a su Vicepresidente para que él cuide el cargo. Construye una red de nuevos millonarios que apoyan su causa política, su maquinaria electoral y de opinión fuera de los márgenes del Mainstream. Se hace de los medios de comunicación comprándolos por mampuesto, cerrándolos, y hasta apagando voces de periodistas incómodos. Ese modelo, bajo algunas prácticas se reproduce en Venezuela al dedillo. Y si debemos ser honestos, hasta parece inspirar los momentos más proto autoritarios del gobierno de Álvaro Uribe entre 2002 y 2010.
El dinero ruso hace hoy en día estragos en la zona del mediterráneo ya que sus multimillonarios amigos (relacionados directamente con el Kremlin) se encargan de corromper políticos, comprar medios de comunicación poco dóciles, financiar unidades de memética y Fake News en redes sociales, desinformar, y en especial seguir en el trabajo de espionaje y saboteo en el ciberespacio. Putin se hizo potable y viral con los memes y el humor; y hoy son pocos los presidentes que no tienen Fan Page en Facebook o un paquete de Stickers en redes sociales, como si se tratasen de personajes de ficción o actores de Hollywood.
Corromper es una de las tantas herramientas con las que cuentan las grandes potencias cuyos intereses internacionales están más allá de toda ética. La diplomacia del gas ruso entra a partes iguales por la creación de opinión favorable en el público o la compra de aliados en el segmento político. Rusia ha logrado grandes victorias en Europa, en el Mediterráneo, en Estados Unidos y en Latinoamérica. Junto a China, Irán y Turquía entienden que el dinero que produce ciudadanos autónomos y por lo tanto libres, también puede volverlos esclavos de un solo empleador o peor aún de un elegante y corrupto agente cuyo estilo puede resultar, la mayor parte de las veces, encantador.