Sólo el hombre, creación divina de Dios tiene el don de la palabra. Divina herramienta de la civilización que claramente nos separa de las demás especies vivientes del universo. “Y la Palabra se hizo carne, y puso su tienda entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria que recibe del padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad” (Juan 1,14). La palabra divina es el origen de todo, primero fuimos palabra y luego carne, sin la palabra no somos nada. Es por eso que el Derecho occidental recoge este principio en todas sus legislaciones, la libertad de expresión es esencial para la libertad individual y el desarrollo humano, sin esa libertad la divina la condición humana se pierde completamente.
La democracia mas exitosa en la historia de la humanidad se desarrolla en el continente americano, en el continente nuevo, que nació libre por la gracia de Isabel La Católica. Estados Unidos de Norteamérica desde su fundación recogió este principio divino y lo convirtió en ley escribiéndolo en su única constitución. La primera enmienda de la constitución de los Estados Unidos fue adoptada el 15 de diciembre de 1791, y está diseñada para proteger la libertad de expresión del ciudadano frente a los abusos del Estado. Su tenor es el siguiente: “El Congreso no promulgará ley alguna por la que adopte una religión de Estado, o que prohíba el libre ejercicio de la misma, o que restrinja la libertad de expresión o de prensa, o el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y a solicitar al Gobierno la reparación de agravios”. Los padres fundadores de los EEUU, quizás aterrorizados por la masacre de la Revolución Francesa (1789) y las miles de cabezas cortadas sólo y únicamente por hablar o expresar la religión católica.
El hombre sin libertad de expresar su opinión, pierde su condición de humano, el don de la palabra es divino, la palabra crea, la palabra libera, la palabra santifica y también maldice, la palabra verdadera nos hace libres. Sin embargo, en el país que se ufana de ser “la tierra de los libres” —the land of the free— desde que empezó la llamada “emergencia sanitaria”, mal llamada para ser exacto, la libertad de expresión ha sido seriamente suprimida, utilizando mecanismos muy innovadores. El estado desde organizaciones federales y otras que reciben fondos del gobierno, se han convertido en la verdad absoluta, toda voz que se atreve a sugerir que los encierros masivos que suprimen los derechos civiles son inservibles e ilegales, es inmediatamente atacado, y de ser posible despedido de su empleo.
Los medios de comunicación corporativos, por otro lado, se han convertido en policía contra la libertad de expresión, y funcionan como trituradora de la libertad, aquel que se atreva a sugerir por ejemplo que la Ivermectina puede funcionar para curar el Covid es etiquetado de mentiroso, Joe Rogan para citar el ejemplo mas famoso, pero antes que Él, miles de personas, incluyendo médicos y científicos. El mismo Donald Trump, que se osó sugerir la Hidroxicloroquina como tratamiento contra el Covid, fue atacado ferozmente. Las vidas que se pudieron salvar si es que se hubiese respetado la libertad de expresión son incontables, es que también la libertad de expresión, cura enfermedades.
Pensamos que con la internet la libertad de expresión estaba asegurada, pero la realidad demuestra todo lo contrario, las redes sociales censuran a todo aquel que no repita el discurso oficial estatal-corporativo, y sus “comprobadores de la verdad” patrullan las redes para callar toda disidencia, lo mismo sucede con las búsquedas, los algoritmos solo muestran la verdad estatal-corporativa.
Es que hemos entrado a un peligroso gobierno de la ciencia, como lo proclaman algunos lideres, ilegal gobierno de la ciencia, no existe ninguna constitución en occidente que proclame un modelo de gobierno de ese tipo: gobierno de la ciencia. La sociedad se rige por la ley que asegura la libertad, no por la ciencia que en estos cortos dos años ha demostrado ser muy peligrosa al límite de ocasionar la muerte de miles de personas. Los encierros masivos científistas causan depresión, suicidio, adicción, pobreza, miseria y espirales de violencia, nunca se pudo discutir su eficacia utilizando el método científico. Es que el método científico, sin libertad de expresión deja de ser un método y mucho menos científico.
El 7 de Febrero de 2022, a las 2pm, el Departamento de Seguridad Nacional —DHS— emitió alerta en la cual se considera como acto terrorista cualquier información calificada como falsa, cita por ejemplo, informaciones sobre el Covid. La alerta que termina en junio 7, 2022, a las 2pm, especifica que; “la proliferación de narrativas falsas o engañosas, que siembran discordia o socavan la confianza pública en las instituciones gubernamentales de EE. UU.”. Se refiere a las narrativas sobre Covid. Solo se puede aceptar y repetir directivas de instituciones del gobierno, cualquier otra puede ser considerada como acto terrorista. El 2 de diciembre del 2021, la NCSBN —Asociación Nacional de Colegios Profesionales de Enfermeras— emitió un comunicado que parece sacado de una película de ciencia ficción futurista o una novela de Orwell, en donde la verdad la dicta el estado, osea un funcionario público o un político de turno con poder estatal. La Asociación advirtió a sus asociados que únicamente podían expresar opiniones verbales o en redes sociales acordes con la narrativa aprobada por el CDC-Center for Desease Control- o el FDA – Federal Drug Administration- ambas oficinas del gobierno, en caso no lo hicieran, podrían tomarse medidas disciplinarias.
La amenaza es directa contra la libertad de expresión, y el método científico, en un gobierno que se autoproclama de la ciencia, pero no de la ley. Las democracias occidentales están traicionando al pueblo que los eligió, y con ello suicidándose. Democracia sin libertad de expresión es una farsa, tal cual lo son los gobiernos de la ciencia que abren la puerta a las tiranías.