El nacionalsocialismo fue un fenómeno ideológico que se desarrolló en todo occidente como una rama del comunismo totalitario instaurado por la fuerza en Rusia. La característica del nacionalsocialismo era el poder absoluto del Estado sobre el individuo, considerando que el Estado como ser ontológico no existe, el Estado son los funcionarios y políticos de turno, y en aquella Alemania, el Estado eran los miembros del Partido Nacionalsocialista, los nazis. Alemania, se dice, que era el país con los índices más altos de educación del mundo, así como de libertad individual. Desde Berlín se irradiaba libertad y arte al resto del planeta, hasta que apareció el fenómeno nazi, aceptado por aquella misma población admirada por sus “índices altos de educación”.
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El nazismo introdujo el concepto de “políticas de salud pública,” expropiando el derecho del individuo a decidir qué hacer con su cuerpo y cómo curarse, o si acepta o no una terapia. El nazismo se impuso apoyado por la inteligencia alemana y global. La gran mayoría de científicos de aquella época aceptaban, por ejemplo, el racismo como teoría científico política, el mismo filósofo Martin Heidegger, era nazi. El concepto de raza aria alemana, que es una creación política, se convirtió en ideología, y los científicos la convirtieron en raza pura, sin poder nunca demostrar esa pureza por ser imposible, aun ahora y, lo que es mas curioso, no lograron jamás explicar cuál es el beneficio de la pureza racial. El fenómeno nazi de pureza racial duró once años, mientras que el mestizo imperio romano y español siglos. Los pocos científicos que se atrevieron a considerar el racismo como una gran mentira ideológica, justificada únicamente por la propaganda, eran acosados, insultados, despedidos de su trabajo, obligados a huir de Alemania, o simplemente asesinados.
Fue un estado de sicosis colectiva en donde la verdad era dictada por los políticos, apoyados por la opinión de científicos y filósofos. La maquinaria de propaganda nazi hacia el resto. Los científicos y filósofos afirmaban; la raza aria alemana es superior y, esa superioridad racial justifica la supresión de derechos de otros ciudadanos alemanes, cuyas raíces germanas se contaban por cientos de años.
La sicosis colectiva requiere de símbolos que acentúen su permanencia y ubicuidad, es por ello que los nazis crearon símbolos, trajeron la esvástica de oriente y la presentaron como el símbolo del nacionalsocialismo y la pureza de la raza aria, los científicos la vestían y los filósofos la justificaban.
La vida me ha permitido observar dos sicosis colectivas globales, la del SIDA, en los ochenta, en donde surgieron mitos como el “Ángel de la Muerte,” un varón de belleza mitológica que viajaba por el mundo contagiando la enfermedad, la prensa lo publicaba y luego se repetía millones de veces, en todas las conversaciones, en todos los noticieros, revistas, periódicos, diarios, todo era SIDA así como los sospechosos de tener el padecimiento que según la sicosis de esa época, se podía transmitir por el sudor y por el aire.
La sicosis del COVID es mas fuerte, mejor orquestada y ejecutada. La media corporativa lanzó una campaña global de terror. El nuevo virus venia de un murciélago, mamífero asociado a Drácula que causa terror por su significado literario y apariencia. También especulaban con la teoría de la creación de un super virus como arma de guerra, que por descuido de algún científico se escapó del laboratorio para propagarse por el planeta y matar al contacto.
Imágenes aterradoras llegaban de China, ciudadanos encerrados en hospitales rompiendo ventanas para escapar, pelotones con trajes sanitarios deteniendo ciudadanos en las calles, por la fuerza por ser sospechosos de estar contagiados. Y finalmente, el encierro total de ciudades como si se tratase de una epidemia zombi. Desde Europa, Italia era el epicentro de la noticia, cerrando Milán, y luego el país completamente, mostraron fotos de filas de ataúdes, todas atribuidas al COVID. Desde New York, el gobernador Cuomo era el encargado de justificar el terror; el virus avanza y es necesario que todos se queden en sus casas, que nadie trabaje, que pierdas tus derechos humanos. Cuomo se perfilaba como futuro presidente de los Estados Unidos. El encierro, la pérdida de trabajo, la depresión, el suicidio y la muerte se consideran el mejor remedio para detener la enfermedad hasta que la salvadora vacuna sea producida, la vacuna que salvará la civilización de su desaparición asegurada. Vacunar a todo el planeta es la meta, la vacuna no es gratis, la pagas tú, la producen las corporaciones y el Partido Comunista de China.
Los científicos aseguraban que todas las medidas dictadas eran necesarias, jamás se preguntaban si eran legales o no, y mucho menos permitían críticas de otros científicos sobre la eficacia de los encierros y la pérdida de la humanidad. Toda voz disonante que levantase alguna crítica era callada. Aquel que se atrevía a opinar lo razonable y científico, que el COVID se cura, era insultado, acusado, despedido de su empleo y por supuesto censurado en las redes sociales. La sicosis colectiva envolvía occidente, en donde supuestamente somos individuos libres.
El científico mayor, la ciencia encarnada en hombre, un extrovertido burócrata de baja estatura, el Dr. Fauci, fue elevado al mito, su palabra era sagrada. Fauci creó el símbolo de la pandemia, la máscara. El ciclo estaba completo, la ideológica pandémica tiene su símbolo, este no es el vecino que falleció, no es el recuerdo del ser querido, solo un pedazo de fibra producido en algún taller del llamado tercer mundo y que se utiliza solamente porque es obligatorio, para cubrir la boca, pero no la nariz, para ingresar a un restaurante, pero no para estar sentado, para viajar en un avión, pero no cuando se come o bebe. La máscara puede ser quirúrgica o de tela con el logo de GUCCI, la moda también es pandémica. Es permitido sacártela para la foto grupal, luego del flash te la vuelves a colocar, las formas pandémicas son necesarias porque te pueden acusar de no ser empático. Las fiestas, tienen su protocolo, la invitación lo indica, distanciamiento social y máscara son obligatorias, pero luego de algunas libaciones, de deja la pandemia en receso hasta el día siguiente. Los científicos y políticos obligan a seguir protocolo, pero para ellos no es necesario.
La sicosis pandémica muestra la pérdida de la razón y de la realidad cotidiana. Conducir el vehículo con máscara aun estando solo, manejar moto con máscara, manejar bicicleta con máscara, correr con máscara, caminar en la playa con máscara, como lo hizo el presidente Joe Biden. Fumigar las calles con lejía y exigir dejar los zapatos fuera porque el virus se pega en las suelas y, en la ropa también.
La máscara es el símbolo de la sicosis pandémica, suprimiendo el placer de ver los rostros de la creación perfecta de Dios, nosotros la humanidad. Millones de niños deshumanizados obligados a no verse, a no descubrir la amistad en el rostro del amigo, a jugar con el rostro cubierto para cubrir las emociones.
Para derrotar la pandemia política, hay que quitarse la máscara.