Próximamente, podríamos tener de nuevo gobiernos de izquierda o socialistas en todo América Latina, con la excepción de Uruguay. Sin embargo, fracaso tras fracaso, las personas se siguen inclinando por gobiernos socialistas.
¿Será muy deficiente el nivel educacional?
¿Los latinos seremos masoquistas? ¿Estaremos condenados al subdesarrollo?
El socialismo no funciona por algo muy sencillo. Si entendemos por socialismo que el Estado maneje ciertos medios de producción a discreción y, en mayor o menor medida vaya aboliendo el derecho de propiedad, no solo se distorsionará el sistema de precios, más grave, hará imposible el cálculo económico.
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Sin propiedad, no hay precios y sin precios no puede existir cálculo económico. Sin cálculo económico, no podemos saber qué es más rentable o menos rentable, caro o barato, sin precios prácticamente vivimos a ciegas y no es raro que los países socialistas tengan inflación incontrolable, deudas exuberantes y déficit fiscal permanentes.
Además, como para los socialistas los recursos son ilimitados, entonces se puede ofrecer de todo y todo al mismo tiempo, subir el salario mínimo, un tren de África a la Antártida y la imbecilidad que se les ocurra. Esto se soluciona subiendo impuestos y como lógicamente será deficiente, solo funcionará con subsidios permanentes.
Si además en el Estado está un montón de burócratas que poco le importa cómo se gastan los recursos o en qué, el problema es mucho mayor. Jamás un presidente, ministro, senador o diputado responderá con su patrimonio personal las aberraciones que sus decisiones produzcan. Simplemente pasará al próximo gobierno y se financiará con impuestos y más impuestos. Hay entonces un evidente problema de incentivos.
Paradójicamente, el empresario está constantemente preocupado por la inflación, de como maximizar sus beneficios y minimizar costos, ser más eficiente. El político solo está preocupado de qué impuesto subir para financiar cual estupidez que se le ocurra. El dilema moral es que el primero además le paga el sueldo al segundo.
Llegará el momento en que los empresarios e inversionistas abandonarán definitivamente América Latina. Y sin inversión no hay crecimiento, sin crecimiento es imposible que aumenten los empleos y sin empleo disminuyen los sueldos y empeoran las pensiones.
Esto no se trata de solo votar por la denominada derecha, se trata de votar por candidatos que quieran reducir el tamaño del Estado, con lo cuál se puedan reducir los impuestos y lógicamente no interfiera en las transacciones y el comercio. Un modelo de liberalismo clásico o minarquismo.
Será el día cuando solo tengamos políticos y estemos en una situación de pobreza extrema que comenzaremos a elegir bien por quién votar. Ojalá no lleguemos a ese límite y aprendamos algo.