La oposición de izquierda al recién elegido Gobierno de Colombia va a ser feroz. Ya lo es y éste ni se ha posesionado. Con el paso de los días, por cualquier razón, las críticas arrecian, muchas de ellas sin justificación.
Esto se debe a que, por razones que podría explorar en otro escrito, las personas tienden a confundir las ideas con las que no están de acuerdo con las personas que creen en ellas. Así, se caracteriza a las personas, según sus creencias. Si son las mismas que las mías, será una persona con atributos positivos (virtuosa, inteligente, generosa, buena). Si son diferentes (peor si son opuestas), esa persona no solo será tonta, sino con malas intenciones.
Si uno cree que el contrario es la maldad personificada, no asombra que todo lo que esa persona (o grupo de personas) haga lo interpretará como en perjuicio de los demás (esto, incluso, abre la puerta al uso de la violencia en contra de quién piensa diferente a mí, algo que podría abordar en un futuro escrito).
En esas estamos. Por ello, a pesar de que aún no podemos decir mucho del gobierno entrante, ya hay críticas e inconformidades. Dentro de estas se encuentran las causadas por los anunciados ministros. De todos ellos, un caso me causó interés por todo lo que deja ver de los opositores.
En días pasados, el presidente electo designó a su ministro de medio ambiente. A pesar de su conocimiento y experiencia (que le reconocen los que saben del tema), lo único que les impactó a los críticos, en particular en las redes sociales, es la orientación sexual del nuevo ministro. Es más, una tuitera se preguntaba “qué tipo de gay es” y señalaba que, si no era de los “activistas”, entonces su nombramiento no iba a “servir”.
El asunto llama la atención porque, al ser la oposición mayoritariamente de izquierda, el énfasis en la orientación sexual del ministro demuestra una contradicción en la plataforma social de la que tanto se ufanan…o un regreso a sus orígenes. En la actualidad, la izquierda (con la complacencia, hay que decirlo, de posiciones políticas como los liberales) se adueñó de batallas como las de la protección a las minorías, incluidas la sexuales.
Pero es que proteger a las minorías no es solo decirlo y estar en contra de la homofobia, por ejemplo, sino ver a esas personas como seres humanos. Con el énfasis en la sexualidad del nuevo ministro, la izquierda muestra lo poco que le importa esa dignidad humana y, más bien, su oportunismo político.
Y es que fue oportunista asumir banderas como la de la defensa de minorías porque la ideología socialista/comunista, madre del izquierdismo actual, nunca tuvo como prioridad el reconocimiento ni la protección de minorías.
Al contrario. Personajes, como Marx, consideraron a los habitantes de lugares menos desarrollados, como América Latina, como inferiores y justificaron la colonización y el dominio. Otros, como el Ché Guevara y Fidel Castro (incluidos los demás líderes comunistas antiguos y nuevos) fueron reconocidos homófobos. En consecuencia, la actual no es sino una preocupación que le sirve electoralmente a la izquierda, pero no existe un genuino interés por las minorías que dicen proteger.
Eso que ha hecho la oposición en Colombia con un señor que tiene todas las capacidades y que no debería importarnos su vida privada no es sino ratificar que a algunos sectores de la sociedad les encanta quedar bien, con su halo de superioridad moral, hablando de manera reiterada de tolerancia, fórmula que les permite evadir el objetivo real de la protección de minorías: el respeto. Prefieren enfatizar en la tolerancia porque creen que existen formas mejores de vivir la vida, pero asumen que el no maltratar o rechazar a los diferentes es una concesión, un regalo que ellos, en su infinita bondad, les hacen a los que consideran desvalidos o inferiores.
Y esto último es lo que demuestra más que aquéllos que tanto dicen ayudar a las minorías son sus peores enemigos: como demuestra el trino que mencioné antes, estas personas no son capaces de reconocer que una persona, antes que ser homosexual, indígena, mujer o extranjero, es un ser humano, un individuo. Y que la dignidad de los individuos está en el hecho de elegir, de pensar, de decidir.
No. Para estos personajes, que no pueden caracterizarse sino como arrogantes, las personas valen según el grupo al que pertenecen. Y la categorización la deciden ellos. Odian la individualidad y, por ello, prefieren reducir al ser humano a una sola dimensión: para controlarlos, para vaciarlos de razón, para impedir que la complejidad se manifieste. Por esta razón, escucha uno tantas veces a representantes, principalmente de la izquierda, afirmar que lo más pobres deben votar por tal o cual; que los jóvenes deben tener x visión; que las mujeres deben hacer esto. De lo contrario, los consideran objeto de persecución. Como si fueran traidores.
Estos grupos no disfrutan la diversidad, como tanto suelen repetir. Al contrario: lo que buscan sobre-simplificar la individualidad para, así, ejercer el poder ilimitado. Han logrado engañar mucho tiempo a las personas que, teniendo ciertas características, han creído que estos grupos en realidad los defienden o se preocupan por ellos. Ojalá algún día observen que una aproximación paternalista, quitándoles la dignidad, la posibilidad de elegir y la complejidad de lo que son, no es una ayuda, sino la peor de las humillaciones, de las afrentas.