English La semana pasada, una reconocida Universidad colombiana emitió un concepto, supuestamente académico, en el que retomó la ya trillada e ignorante visión de que los homosexuales tienen una enfermedad. Las reacciones en contra no se hicieron esperar. Al fin y al cabo, aunque en este país los ciudadanos no se caractericen por un apego real a la libertad, sí se ha fortalecido un movimiento – de intelectuales, pseudo-intelectuales y personas acomodadas –políticamente correcto.
Por ello, no retomo los argumentos esgrimidos para desmentir, una vez más, las tonterías expresadas por este estudio y por otras posturas semejantes del pasado.
Pero este caso sí permite reparar en otro elemento. Este tiene que ver con la calidad de la educación superior en Colombia. Aquéllos políticamente correctos y sus contrarios “académicos” de Universidades como la mencionada coinciden en la supuesta importancia de la educación como herramienta de desarrollo, de formación de mejores ciudadanos y de mayor armonía en la vida en sociedad.
Seguramente tienen razón. La educación ha sido identificada, por lo menos, desde el siglo XIX como un factor clave en esos y otros aspectos deseables de cualquier sociedad. El punto está en cómo obtener esos beneficios.
La mayoría de sociedades en el mundo adoptó el camino fácil, como si fuera el único, de la educación proporcionada por el Estado. El argumento es, más o menos, que debe haber una igualdad en el acceso a este servicio. Por ello, el Estado debe garantizar su financiación. Lo que no se entiende es por qué, de manera automática, se equipara la financiación con la prestación, con la calidad educativa, algo sobre lo que reflexionaron autores como Milton Friedman.
No obstante, en Colombia persiste la misma confusión. Las mayorías creen que la educación debe ser un servicio público; hasta que es un derecho (!). Lo que pasa en este país es que esas ideas no se han llevado a la práctica por el desinterés de las elites políticas, por la falta de recursos, por la corrupción o por todas las anteriores. La educación pública no es universal en Colombia.
Hay una percepción generalizada sobre que las universidades públicas son de muy alta calidad, algo que no necesariamente reflejan los ránkings
Si bien existe una prestación directa por el Estado, la mayor parte es proveída de manera privada. En este punto existe una paradoja. Por un lado, hay una percepción generalizada sobre que las universidades públicas son de muy alta calidad, algo que no necesariamente reflejan los ránkings. Por el otro, los jóvenes, por razones no claras aún, prefieren los establecimientos privados, como demostró la concesión de becas por parte del gobierno de Juan Manuel Santos, “Ser Pilo Paga”.
Esta situación intermedia en Colombia, en la que se considera que el Estado debiera proveer el servicio, pero las que lo hacen son las organizaciones privadas, lleva a varios errores de análisis frente a la situación real.
Al reparar en la dimensión de la calidad educativa, la lógica sería más o menos la siguiente. La calidad de la educación en Colombia es pésima. Una porción importante del servicio lo prestan las entidades privadas. En consecuencia, algunos concluirían, la educación es mala por ser prestada por privados.
No obstante, la mala calidad también se encuentra en las entidades públicas. De hecho, ninguna Universidad colombiana se encuentra dentro de las 100, 200 ó 500 mejores del mundo. ¿A qué se puede deber esto?
No existen respuestas definitivas. Es un tema en el cual se tendría que profundizar. No obstante, se me ocurren dos posibles explicaciones. Por un lado, la ausencia de una competencia real en el espacio académico. ¿Cuántos debates académicos, serios y rigurosos, se hacen en el país? ¿Cuántas posiciones diferentes se toleran, se defienden en las universidades?
Decir que la educación es algo muy positivo no es suficiente para que así sea. Muchos hablan de los problemas de la educación como algo que debiera solucionar únicamente el Estado
Por el otro, la otra explicación podría estar en la misma concepción que se tiene sobre la educación. Decir que la educación es algo muy positivo no es suficiente para que así sea. Muchos hablan de los problemas de la educación como algo que debiera solucionar únicamente el Estado. En consecuencia, lo que reflejan, aunque lo que expresen con palabras sea preocupación, es que poco o nada les importa el estado real de la educación en el país.
Que una universidad privada, reconocida, intente hacer pasar ideas ignorantes, de conversación fácil, como académicas, no demuestra que el servicio deba ser prestado por organizaciones públicas. Pero sí demuestra que hay un serio problema de rigurosidad, de método científico y de compromiso en el país para contribuir al conocimiento. La mediocridad no es una cuestión privada o pública, sino de incentivos para la acción.
Y mientras esto sucede, el gobierno colombiano, en su inmensa mediocridad, reflejo de ese mismo sistema educativo, considera que la solución está en crear absurdas y confusas mediciones de investigadores. Mediciones implementadas por mediocres burócratas que ninguna idea tienen de lo que es la investigación. ¿Acaso esta no se reconoce o desacredita, como demuestra el caso de esta semana, por la interacción entre académicos y de ideas contrarias? La respuesta es no, si persiste la visión actual sobre la educación. Lástima.
Editado por Pedro García Otero.