EnglishA pesar de la obsesión de muchos individuos por creer que todo puede ser planificado a través de decisiones deliberadas, intencionadas, la realidad nos demuestra todo lo contrario.
El ejemplo más claro en estos momentos es la evolución de los hechos en el sector energético mundial. Desde que en la década de 1970 las naciones productoras de petróleo crearon la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), este ha intentado controlar a su gusto los precios del petróleo. En un primer momento lo logró, como fue evidente en la crisis petrolera de 1973.
No obstante, las cosas se complicaron cuando, después de un efímero incremento de los ingresos por las ventas de barriles, la mayoría de países no desarrollados —exportadores de petróleo o no— cayeron en la crisis económica de los años 80.
Lo mismo está sucediendo en la actualidad, aunque con tintes mucho más dramáticos y con implicaciones más interesantes.
Desde principios de la década de los 2000, por diferentes razones, los precios del petróleo comenzaron a incrementarse hasta alcanzar niveles cercanos a los US$150 el barril.
En ese periodo, países productores de petróleo como Venezuela pensaron que esa situación se mantendría para siempre. Es más, en el ámbito internacional, en muchas ocasiones se consideró que Estados Unidos, debido a su dependencia del petróleo importado, no podría mantener su poderío internacional ni sus niveles de desarrollo económico. En consecuencia, los aficionados a teorías conspirativas explicaban cualquier acción de la equivocada política exterior estadounidense como un reflejo de la necesidad de ese país de “controlar” el petróleo extranjero para luego adquirirlo.
Estados Unidos ya no es importador neto de este recurso y, cerca de la autosuficiencia, se perfila como uno de los futuros exportadores
De manera paralela, en otros escenarios se planteaba que los precios del petróleo estaban incrementando como resultado, no de la intervención del supuesto cártel de la OPEP, sino de un temido agotamiento del recurso. Un planteo que refleja temores, muchas veces contradictorios, del movimiento ecologista internacional.
Al mismo tiempo, sin planificación de ningún Estado, sin ninguna decisión consciente de ninguna agencia local o internacional, miles de individuos en diferentes partes del mundo comenzaron a explorar alternativas para resolver la situación que se les presentaba. De allí surgió, principalmente en los Estados Unidos, la extracción de petróleo a través de la técnica de la fracturación hidráulica (fracking).
Así, tras casi una década y media de iniciarse ese proceso de incremento de los precios del petróleo, nos encontramos ante una situación completamente diferente: Estados Unidos ya no es importador neto de este recurso y, cerca de la autosuficiencia, se perfila como uno de los futuros exportadores. De una supuesta escasez, en la actualidad, las reservas de petróleo han aumentado —y en consecuencia, los precios han comenzado a caer sostenidamente.
No se sabe en qué nivel se detendrán los precios. Pero, seguramente, continuará la tendencia debido a la reciente decisión de la OPEP de no disminuir sus cuotas de producción; una decisión que, al parecer, obedece a un duelo geopolítico entre los Estados árabes y los productores estadounidenses para saber quién podrá soportar los precios más bajos.
En vez de aplaudir estos desarrollos recientes, lo que antes era considerado una situación problemática —en el cual se predecían escenarios catastróficos— hoy es añorado. Ya no se critica la producción por parte de las grandes compañías petroleras del pasado, sino a las pequeñas empresas productoras locales que surgieron en Estados Unidos. Ahora surge una nostalgia por los altos precios y el petróleo es considerado como una amenaza. La aparición del fracking ha generado una furiosa oposición, como era apenas previsible, del movimiento ecologista internacional.
En vez de aplaudir estos desarrollos recientes, lo que antes era considerado una situación problemática —en el cual se predecían escenarios catastróficos— hoy es añorado.
Es más, la posición de EE.UU. no varió a pesar de haber pasado de ser dependiente de la importación a ser casi autosuficiente. Hoy la conspiranoia considera que el incremento en la producción de este país se debe a una decisión deliberada por parte de las autoridades con el fin de acabar con regímenes como los de Venezuela, Rusia e Irán.
Poco se reflexiona acerca de si estos países productores están amenazados por la nueva situación internacional debido a sus propios errores en la gestión de la riqueza (que no era riqueza) a lo largo de más de una década. El malo, una vez más, es Estados Unidos.
Así, en lugar de aprovechar esta oportunidad para que los individuos reconozcan que los principales desarrollos en el mundo surgen de manera espontánea por la acción de individuos anónimos en diferentes momentos y lugares, el asunto, como es tradicional, se ha convertido en uno político y cuya solución se busca en la acción de los Estados.
En lugar reconocer, por fin, que adefesios como la OPEP deberían desaparecer, hoy se teme por la situación de Estados que han sido irresponsables como Rusia, Irán y Venezuela.
De nuevo, la obsesión por creer que se puede controlar todo oscurece la superioridad de lo espontáneo.