EnglishLa semana pasada me referí a la decisión del Gobierno venezolano de cerrar por las noches la frontera con Colombia para así disminuir el contrabando entre los dos países. Aunque la intención del artículo era resaltar la inutilidad de esa medida y señalar la pasividad del Gobierno colombiano frente a la misma, me sorprendió que muchos de los comentarios críticos que surgieron, además de agresivos, se centraron en reivindicar al modelo chavista.
No tuve que hacer mucho esfuerzo para encontrar ilustraciones sobre el fracaso evidente de este modelo y su creciente conversión en uno de los regímenes más cerrados, totalitarios y, en consecuencia, violadores de todas las libertades y derechos individuales en América Latina.
Mientras sus defensores proferían insultos personales en mi contra y en contra de “los colombianos” (lo que refleja la visión colectivista de la que parten los defensores de regímenes como el venezolano), el Gobierno de Nicolás Maduro tomaba nuevas decisiones desesperadas para enfrentar la escasez y la crisis económica.
Por un lado, a mediados de la semana, se anunció que se implementará una política de huellas dactilares para impedir que los individuos compren más de lo que “necesitan” para subsistir. Por el otro, el Gobierno decidió prohibir la exportación de bienes considerados como “básicos”.
¿Es necesario argumentar cómo estas medidas violan cualquier noción de derechos individuales y de libertad?
¿En realidad es necesario demostrar que estas medidas no solo no frenarán la escasez sino que la incrementarán, al profundizar los incentivos perversos tanto para productores como para consumidores?
¿Es necesario señalar, además, que todas estas medidas demuestran que el problema de la escasez no se debe al comercio con Colombia, así existan algunas transacciones, consideradas ilegales por los Gobiernos de ambos países?
¿Es necesario argumentar cómo estas medidas violan cualquier noción de derechos individuales y de libertad?
Pero los eventos de la semana pasada en Venezuela no solo evidenciaron el talante totalitario del chavismo en el ámbito económico. Otros hechos demostraron la grave situación multidimensional del vecino país.
Un estudio realizado por la firma encuestadora Gallup concluyó que Venezuela es el país cuyos habitantes se sienten más inseguros en el mundo. Los defensores del régimen podrían argumentar que estos resultados son sesgados o manipulados.
No obstante, en la misma semana, se confirmó el creciente fenómeno de la degradación de la violencia en este país. Señores chavistas: concéntrense en resolver los problemas que están acabando con la tranquilidad en sus calles, en lugar de pelear en contra de las estadísticas.
Muchos de los críticos, como me lo hicieron saber en estas páginas, afirman que la violencia proviene de Colombia. Aunque sé que ese tipo de afirmaciones no tienen sustento en la realidad, vale la pena señalar que, para que esto fuera cierto, los índices de violencia en este último tendrían que ser superiores a los registrados en Venezuela, situación que no se presenta.
Sin embargo, si siguen insistiendo en tal argumento, este no sería sino una demostración más del fracaso del régimen que tanto defienden. ¿No fue Hugo Chávez quien se enorgullecía de su cercanía con la guerrilla de las FARC? ¿No ha sido el Gobierno chavista el que, sin adoptar una política de legalización de las drogas, prefirió vivir en connivencia con las bandas de narcotraficantes?
Si se llegara a demostrar algo tan absurdo como que toda la violencia en Venezuela proviene de Colombia, esto no sería sino una demostración, no solo de la incapacidad del régimen venezolano de cumplir con las mínimas funciones como Estado, sino que tendría que aceptarse que su mera existencia ha atraído y permitido la llegada de los peores delincuentes.
Con tantos hechos en la misma semana y los muchos otros que se han conocido paulatinamente desde hace años, la pregunta sería cómo existen personas que aún defienden al régimen que hoy gobierna Venezuela.
Seguramente, la mayoría de los vehementes defensores del chavismo forman parte de la élite creada por este sistema, conocidos como boliburgueses, personas enriquecidas a la sombra del corrupto Gobierno venezolano. Así, sería apenas normal que, para ellos, el régimen sí funcione y que lo defiendan en consecuencia. No obstante, ésta sería una demostración más del fracaso del modelo, al ser útil sólo para unos cuantos y condenar a la pobreza y a la tiranía a millones de compatriotas.
A diferencia de ellos, no pretendo descalificar sus argumentos con ataques personales, característicos de la inexistencia de argumentos lógicos y sólidos para defender las ideas propias. El que sean boliburgueses o no, no demuestra que su defensa al régimen sea inválida.
Menos mal, en lugar de los ataques personales, existe la evidencia estadística y fáctica para demostrarlo. Evidencia que se sustenta en una explicación teórica que permite comprender lo que sucede hoy y prever que la crisis solo tenderá a profundizarse a menos que el chavismo cambie de senda.
Todo lo anterior, además, permite no sólo comprender las razones del fracaso, sino lo inmoral de un régimen que se basa en el odio y la opresión.