EnglishEl pasado domingo, el Presidente Juan Manuel Santos fue reelegido con casi 51% de los votos válidos, frente a 45% de su contendor, Oscar Iván Zuluaga. A pesar de la polarización reinante durante la campaña, el candidato derrotado aceptó el resultado. Una vez más se demuestra la solidez de la democracia colombiana.
Aunque esto pueda verse como algo positivo, las desventajas que le han adscrito a este sistema político autores como Alexis de Tocqueville o James Buchanan también están a simple vista.
Juan Manuel Santos retiene la presidencia gracias a casi ocho millones de colombianos que creen en el proceso de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y, desde la semana pasada, con el Ejército de Liberación Nacional (ELN). A pesar de los desafíos y costos tanto del proceso de paz como del post-conflicto, una parte importante del electorado (el 25%) confía en que con Santos se alcanzará un acuerdo. En caso de cumplirse esta expectativa, habrá valido la pena la decisión. ¡Nada mejor para Colombia después de casi seis décadas de violencia!
Además de los ingentes costos directos, el conflicto ha impedido que los colombianos pensemos en otras prioridades que tenemos como sociedad. Estas elecciones son muestra de ello. El presidente fue reelegido gracias a los votos de los departamentos de la costa norte del país y de la izquierda populista. En otras circunstancias, esto habría generado un debate, ya que el voto de la costa colombiana refleja las maquinarias de las élites políticas locales tradicionales. De igual manera, el apoyo de un sector de la izquierda hubiera sido concebido como insostenible, debido a las profundas diferencias ideológicas que tiene este sector con el presidente Juan Manuel Santos en cuanto al papel del Estado y el modelo de sociedad.
Pero no. La elección fue recibida con júbilo por algunos y con alivio por otros. Muy pocos han profundizado en estos aspectos, y quienes lo han hecho tienen un interés político claro. Además, plantean el debate en torno a prácticas que ellos mismos utilizaron en el pasado.
Después de la euforia, el segundo gobierno de Santos tendrá que enfrentar varios desafíos para lograr gobernabilidad y legitimidad suficientes, no solo para concluir con éxito el proceso de paz, sino para que este sea aceptado por los colombianos.
El primero es que, a pesar de la victoria, llega al poder con un capital político muy reducido y prácticamente en solitario. Esto se debe a tres hechos relacionados. Primero, la coalición de partidos de la denominada Unidad Nacional (el Partido Liberal, Cambio Radical y el Partido de la U) no tuvo la fuerza electoral para garantizar por ella misma la victoria.
Segundo, en consecuencia Santos tuvo que aliarse con un sector de sus principales opositores (la izquierda populista del Polo Democrático); sector que ha reiterado una y otra vez que cuando comience el gobierno volverá a la oposición.
Tercero, aunque no haya ganado, el otro sector de oposición, liderado por el expresidente Álvaro Uribe Vélez, demostró que sigue siendo una importante fuerza política y, por ello, seguramente se convertirá en una fuerza opositora mucho más férrea.
Como consecuencia de la soledad y debilidad políticas, el segundo mandato de Santos deberá hacer malabares para pagar las deudas políticas contraídas en la campaña. Esto solo quiere decir que durante los próximos cuatro años Santos será más “generoso” repartiendo los recursos que no le pertenecen. No solo están los votos impulsados por los líderes de la costa, ni los puestos que tendrá que conceder, sino que también, en las últimas semanas, la campaña consistió principalmente en seducir grupos de interés específicos para obtener sus votos.
Especial atención merece el papel que jugará la izquierda. El ala más radical, liderada por el senador Jorge Enrique Robledo, que decidió promover el voto en blanco, resultó derrotada, puesto que su llamado no capturó más del 5% de los votos.
La izquierda populista de Gustavo Petro y Clara López le dio su respaldo al presidente reelegido. Es posible que, como han planteado, ellos no busquen puestos, pero también puede ser que decidan cobrar el respaldo no solo con burocracia, sino con políticas específicas, lo cual podría detener y retroceder el tímido modelo de apertura y libertad económica que adoptó el país recientemente.
El segundo mandato de Juan Manuel Santos tal vez logrará lo que él se planteó desde que llegó a la presidencia: Pasar a la historia. No obstante, es posible que la historia lo recuerde, pero como un modelo de los problemas asociados con la democracia cuando esta no está circunscrita a la toma de decisiones colectivas, sino que actúa en un contexto de Estado ilimitado. Ojalá que los colombianos obtengamos, por lo menos, la firma del acuerdo que tanto anhelamos. Así, tal vez en el mediano plazo, podremos comenzar a discutir los muchos problemas pendientes que todavía tenemos.