EnglishEn América Latina, el Socialismo del Siglo XXI está obteniendo una vez más, una victoria política de la cual nos arrepentiremos en el futuro. Algunos consideran que el Ecuador de Rafael Correa encontró la fórmula mágica para generar crecimiento a partir del socialismo y, por ello, poco le critican su persecución a la prensa o el hecho de que esté planteando la posibilidad de buscar una nueva reelección. De igual manera, casi ha desaparecido el seguimiento al desempeño económico y a los excesos de los gobiernos de Argentina y de Bolivia. Hasta Cuba obtuvo un gran reconocimiento internacional por su organización de la II Cumbre de la CELAC.
La semana pasada, lo que debió haber sido una defensa de los líderes del continente por la democracia, se convirtió en un espaldarazo al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela, en el marco de una cada vez más desprestigiada e inútil Organización de Estados Americanos (OEA).
La más reciente es la posible victoria del candidato del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) en El Salvador. Aunque aún no se ha oficializado el resultado, todo apunta a que el nuevo presidente será el ex guerrillero Salvador Sánchez Cerén, del FMLN, partido gobernante desde 2009, con un muy apretado margen (50,08% frente a un 49,92% de Norman Quijano, del contendiente Arena, en el momento de escribir estas líneas).
Por un lado, el candidato Sánchez Cerén ha formado parte del actual gobierno del FMLN, presidido por Mauricio Funes, que aún no es considerado como parte del Socialismo del siglo XXI. No obstante, sí se pueden observar varias tendencias que permiten pensar que tal modelo se está implementando en El Salvador. Primero, se ha presentado un incremento en las tasas de delincuencia, debido a las debilidades de la política del gobierno de Funes para enfrentar las pandillas, conocidas como Maras. Segundo, desde su llegada al poder se ha observado una clara tendencia hacia la reducción paulatina de la libertad económica. Tercero, los indicadores sociales quienes, como suele suceder con la quimera socialista, también se han visto afectados.
No se debe olvidar que la implementación de un régimen totalitario no se logra en unos pocos años. En Venezuela ya lleva quince y hasta ahora comienzan a implementarse viejas políticas como la cubana tarjeta de racionamiento. De igual manera, no es sino hasta ahora que se comienzan a ver los efectos de las decisiones anteriores en el desempeño económico, en la inestabilidad social y en la respuesta represora del gobierno.
Se puede ver, en este mismo sentido, que cada Gobierno tiene su propio ritmo. De allí que, por ejemplo, el gobierno de Rafael Correa hasta hoy sea visto como menos radical se debe a que su caída no ha sido tan dramática como la venezolana. Pero eso no quiere decir que no se esté gestando.
Por otro lado, se encuentra el personaje que monta cada mandatario. A diferencia de Funes, Sánchez Cerén sí fue un rebelde y no sólo un simpatizante del FMLN. Él afirma querer gobernar al estilo de Pepe Mujica, de Uruguay. Pero esto se pone en duda por dos aspectos: por un lado, en el libro que publicó para dar a conocer sus propuestas, no solo deja muy clara su preferencia por la ingeniería social y la utopía de perfección social futura, sino que además pone en duda su talante democrático al afirmar, en la misma introducción, que “miraré más allá del periodo 2014 – 2019, pues la esperanza que quiero animar y potenciar es algo a construir en un lapso más largo de tiempo (…)”.
Es posible que estas palabras sean solo prosa, pero los antecedentes en América Latina, de los líderes con ideas semejantes a las del señor Sánchez Cerén, nos permiten pensar que, en realidad, lo que se esconde es su intención de perpetuarse en el poder. Por otro lado, sus propuestas, que incluyen el tema social – empleo, computadoras para los niños, crear la primera universidad digital, el respeto a las mujeres (!) – también plantean la decisión de insertarse al Petrocaribe. Esto no es sino ubicarse bajo la tutela y protección del Socialismo del Siglo XXI venezolano.
Así, este modelo, a pesar de su evidente fracaso económico y de su tendencia hacia el totalitarismo, sigue campante cosechando éxitos políticos en el ámbito internacional y, en algunos casos, como en el salvadoreño, también al interior de algunos países. Como se anunció hace algunos meses en estas mismas páginas, lo que estaba en juego en las elecciones del país centroamericano no sólo eran algunas propuestas de gobierno, sino la tendencia hacia el fortalecimiento democrático o la caída hacia el mas oscuro Socialismo. Al parecer, una mayoría, no tan grande, de ciudadanos prefirió esto último: sacrificar libertad por los ideales de igualdad y bienestar económico que, como previno hace años Milton Friedman, en ausencia de libertad, nunca podrán alcanzarse.