EnglishUn nuevo roce surgió en las relaciones entre Estados Unidos y América Latina después de clausurada la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), el pasado 29 de enero. Al día siguiente, el gobierno estadounidense a través del Departamento de Estado, emitió un comunicado en el que se manifestó decepcionado (disappointed) por el apoyo que recibió el régimen autocrático de Cuba.
Sin dudas, la declaración de la CELAC es un respaldo de América Latina a la dictadura cubana, a los modelos retardatarios de Venezuela y Argentina y un rechazo a la democracia y a la libertad. Es, por lo tanto, una razón más por la que es posible afirmar que el desarrollo aún tardará mucho en llegar a la región.
Lo que sorprende, sin embargo, es que sea el gobierno de Barack Obama el que exprese su disconformidad por el desprecio que los países de la región tienen por los valores liberales. Tan solo un día antes, el 28 de enero, Obama había pronunciado su discurso sobre el Estado de la Unión, en el cual demostró que el comparte muchos sentimientos con los líderes de la región latinoamericana.
Por un lado, anunció (¿amenazó?) que en caso de que el Congreso no cooperara con la aprobación de sus iniciativas, él lo haría por decreto, lo que demuestra el rechazo por los principios básicos de la democracia liberal, como el equilibrio de poderes y el sistema de pesos y contrapesos. La sola mención pone a la administración Obama al mismo nivel de los regímenes, venezolano, argentino, nicaragüense, ecuatoriano o boliviano, que se han esforzado por acaparar todo el poder en la figura del presidente.
Por otro lado, muchas de las iniciativas que mencionó en el discurso, incluida la del incremento del salario mínimo, son expresiones de un rechazo al sistema de mercado liberal. Es ya conocido que bajo el gobierno de Obama, Estados Unidos ha perdido de manera creciente su libertad económica. Pero, además, propuestas como la del incremento del salario mínimo son las que ejecutan año tras año los gobiernos estatistas de Venezuela y Argentina, por ejemplo.
En consecuencia, la sorpresa está en que este gobierno se acerca mucho más de lo que se cree a lo que condena. ¿Qué explica, entonces, el comunicado?
Al parecer lo que le preocupa a Obama es que, en algunos apartados, la declaración de la CELAC parece una lista de críticas a los Estados Unidos. Se mencionan el embargo a Cuba, las certificaciones unilaterales y hasta la exigencia de condonar la deuda o de incrementar los flujos de cooperación. En el fondo, lo que intenta preservar el presidente Obama es el papel de liderazgo que ha tenido su país en el mantenimiento de un orden internacional que algunos denominaron de liberalismo incrustado (embedded liberalism).
No obstante, así como demuestran tanto desconocimiento por el funcionamiento del mercado, el presidente Obama y su equipo de trabajo parecen desconocer también cómo funcionan los asuntos internacionales.
Las declaraciones de rechazo no son suficientes para mantener el liderazgo de Estados Unidos ni el orden que este país ayudó a consolidar. Tampoco lo es el uso de la fuerza, como demuestra el hecho que, ante cada guerra en la que participa este país, mayores son los quiebres en el orden y la pérdida de legitimidad sobre su liderazgo. Mucho menos es la transferencia de recursos a otros países, puesto que ésta no cumple sus objetivos pero sí incrementa las presiones – imposibles de cumplir – por aumentar el flujo de recursos donados. No son ni siquiera las organizaciones internacionales, creadas en el marco de este orden internacional, las que garantizan su preservación o el liderazgo estadounidenses: la semana pasada, por ejemplo, los líderes de la Organización de Naciones Unidas y de la Organización de Estados Americanos formaron parte del respaldo al régimen cubano.
En realidad, lo que preservó tanto el orden internacional liberal como el liderazgo estadounidense es que este país fue ejemplo de sus virtudes. El desarrollo económico, la libertad de expresión, la iniciativa privada, la innovación, entre otras, fueron algunas de sus características. Es decir, algo tan sutil como el ejemplo fue lo que permitió que el orden existiera y que Estados Unidos lo liderara.
Es condenable la declaración de la CELAC. Pero las críticas no puede hacerlas un gobierno que comparte, en sus convicciones y en sus acciones, las ideas que están detrás de ella. Mientras América Latina dilata sus posibilidades de crear riqueza al perder el tiempo en cumbres que solo ayudan a perpetuar las razones del subdesarrollo, Estados Unidos, el otrora líder del mundo libre y desarrollado, retrocede cada vez más en la consolidación de una sociedad realmente liberal. No son las amenazas al liderazgo lo que deberían preocupar al presidente Obama, sino el que sus políticas seguirán llevando a que el mundo lo siga en una carrera hacia el estatismo.