EnglishEl pasado viernes 6 de diciembre, las organizaciones no gubernamentales Oxfam y Planeta Paz presentaron su evaluación sobre el tratado de libre comercio (TLC) entre Colombia y Estados Unidos. La conclusión del mismo es que Colombia perdió mientras que Estados Unidos ganó. Nada nuevo: desde la negociación del TLC, los mismos argumentos en contra fueron presentados por las mismas voces, y estos argumentos se siguen repitiendo a pesar de los varios debates. Quizás, esto puede indicar que están construidos sobre ideas equivocadas.
En el informe señalado se pueden identificar por lo menos tres de estas ideas equivocadas. La primera es el plano temporal en el que se hace el análisis. El informe mencionado saca sus conclusiones sobre apenas nueve meses durante los que se ha implementado el TLC. Nada importan las tendencias de largo plazo, ni la coyuntura particular de crisis por la que atraviesa el mundo.
Pero, además, este espacio de tiempo tan corto ignora que el proceso de adaptación a las nuevas condiciones generadas por el tratado depende de las decisiones de los agentes económicos. Y estas decisiones no se toman de un día para el otro. Ignora también que el TLC es una herramienta de intercambio comercial pensada para durar, no por meses o años, sino décadas.
Más allá de lo señalado, esta equivocación desconoce además la situación del país y de sus campesinos antes del TLC. ¿Acaso era Colombia un país desarrollado que por el comercio con Estados Unidos dejó de serlo? ¿Acaso sus campesinos vivían rodeados de bienestar y de riqueza material?
La segunda equivocación es el manejo de proporciones. Según las conclusiones publicadas en diferentes medios colombianos, el sector agrícola es el principal perdedor del tratado. Si esto fuera cierto, estaríamos hablando de un sector que, según datos del Banco de la República, no representa ni el 6% del producto interno bruto total en Colombia. ¿Tienen que sacrificarse el resto de sectores por impedir que un sector que representa el 6% del PBI tenga pérdidas o inestabilidad económica en el corto plazo?
Pero, además, la afirmación es mentirosa. No es todo el sector agrícola el que se ha visto amenazado. Los investigadores del informe puntualizan que los subsectores más afectados son los de lactosueros, arroz, maíz blanco, leche en polvo y carne de cerdo. Este hecho hace inconcebible que se concluya que todo el país perdió si claramente las pérdidas están muy concentradas en muy pocos sectores, de los que dependen muy pocas familias.
Al preferir el alarmismo al análisis riguroso, se cae en otros problemas de fondo. Se afirma que esas pérdidas se pueden ver en la caída de precios que se han dado en sectores como el arroz y los lácteos. Es más, los autores señalan que estos dos forman parte de la canasta básica de los colombianos.
Si esto es así, ubicar lo anterior como un efecto negativo del TLC es inhumano, por decir lo menos. Es inhumano rechazar la disminución de precios en bienes de consumo básico en un país que, para 2012, según el Departamento de Planeación Nacional (sí, en Colombia aún tenemos un órgano de planeación), tenía una tasa de pobreza del 32,7% y una de miseria del 10,4%. Y raya con la crueldad absoluta cuando esa conclusión se hace utilizando como excusa al campo colombiano en donde estos indicadores son 46,8% y 22,8%, respectivamente. Cuando se reducen los precios, los principales beneficiados por el fenómeno son, precisamente, lo más pobres.
Las equivocaciones planteadas son, a su vez, resultado de la tercera idea, más recurrente y grave: el concepto de ganancias. Los críticos del libre comercio olvidan que el intercambio tiene como objetivo satisfacer las necesidades y deseos de los agentes económicos, como demostró hace muchos años, entre otros, Carl Menger.
No obstante, en este informe esta realidad se desconoce por completo y se considera, al mejor estilo del mercantilismo clásico, que las ganancias están relacionadas únicamente con el aumento de las exportaciones. Por ello, se afirma que Colombia ha perdido porque sus exportaciones a Estados Unidos no han aumentado tanto como lo han hecho las importaciones provenientes de ese país.
Muchas otras equivocaciones se podrían desmentir. No obstante, quiero llamar la atención sobre la insistencia de los críticos en el uso de argumentos apocalípticos. Esto demuestra lo poco que hemos avanzado en la comprensión de los fenómenos sociales. El comercio es una actividad humana más en la que no existen perdedores y las ganancias se miden por la satisfacción de necesidades previamente insatisfechas. Si se habla de agregados nacionales, claro que existirán sectores afectados. Claro que podrían ser compensados. Pero esta parte del debate ni siquiera ha comenzado por continuar discutiendo las mismas ideas erradas que se repiten como mantras. Lo que más necesitamos para avanzar, es mover el eje del debate.