EnglishColombia es un país intermedio, mediocre. En casi todas las clasificaciones internacionales se ubica cerca de la mitad: libertad económica, desarrollo humano, índice de competitividad o ambiente de negocios, por citar algunos ejemplos.
Este hecho refleja una realidad histórica: nunca se ha apostado por una libertad económica absoluta, ni tampoco por un modelo socialista, como los que critiqué la semana pasada. Es -si se quiere dar el nombre- una vía intermedia, mediocre.
Ante la difícil coyuntura actual del país, las críticas a los tratados de libre comercio se han centrado en desconocer lo primero y en hacer énfasis en lo segundo.
Para resumir, se asume que Colombia no puede competir en el ámbito internacional sin que antes exista un Estado que proteja la economía nacional. Esta idea se “respalda” con la supuesta experiencia de países desarrollados como Estados Unidos, Francia, Japón o Corea del Sur.
Dado que un estudio profundo de estos casos se torna imposible en este espacio, me concentraré en la naturaleza de esta posición.
Lo primero que salta a la vista es una contradicción entre la realidad y las percepciones. Se dice que no se propone la adopción de un modelo socialista, pero sí la de una suerte de vía intermedia, mediocre. Lo que no se ve, o no se quiere ver, es que, como señalé, esta ha existido desde hace mucho tiempo. Sin temor a equivocarse, se puede afirmar que lo que se pretende es más socialismo y menos capitalismo.
Lo segundo a remarcar es que se trata de una idea vacía. Ninguno de los defensores de la idea en mención podría responder ¿Qué tanto debe proteger el Estado? ¿Por cuánto tiempo? ¿A qué sectores? A lo sumo dirán que esto depende de los estudios que tendrán que hacer en el futuro los burócratas.
Lo tercero es que resulta una idea perjudicial. La laxitud de la sociedad colombiana en la limitación de su Estado ha llevado a los excesos, por todos conocidos, por la mayoría denunciados por constituir violaciones a los derechos humanos, por ejemplo. ¿Quieren ampliarle las competencias? ¿Cómo evitar que estos excesos sigan cometiéndose?
Lo cuarto es que constituye una idea retardataria. Con o sin comercio internacional, existirán ganadores y perdedores. La diferencia es que con apertura, esto es definido por los consumidores y no por los burócratas. Intentar evitar a toda costa la existencia de perdedores sólo se puede lograr por un medio: inhibiendo las posibilidades de evolución, de innovación. ¿Debe Colombia -para evitar la momentánea inestabilidad económica de unos pocos- apostar equivocadamente a ser agrícola o a tener una incipiente industria básica por siempre?
Lo quinto a notar es que es una idea paradójica. Si algo quedó demostrado en las recientes movilizaciones campesinas es que estos ciudadanos han sido excluidos por las élites políticas. Sin embargo, la solución propuesta es que sea ese mismo Estado el que solucione los problemas de los campesinos que siempre ha excluido.
Ahora, si, para que esta idea funcione, se debe esperar hasta que el país cuente con una clase política como la que supuestamente tuvieron en su momento Estados Unidos, Corea del Sur o Francia, la cosa no es solo irreal sino cruel con quienes necesitan resolver sus problemas económicos hoy.
A propósito de lo anterior, el sexto punto es que esta idea se concentra en los aspectos equivocados de los casos exitosos. En cualquiera de ellos se podrá ver que el desarrollo no surgió en los sectores protegidos; tampoco que se hubiera cohibido la competencia; mucho menos que estos países se hubieran cerrado completamente al comercio internacional. Incluso si lo hicieron, esto fue en momentos específicos, por poco tiempo, y no en periodos en los que se presenta el “despegue” hacia el desarrollo.
Es cierto que, todos los estados del mundo son intervencionistas, razón por la cual el pensamiento liberal siempre ha estado vigente. También, no es menos cierto que el estado francés es más intervencionista que el alemán y que éste lo es más que el estadounidense. En el mismo orden podría hablarse de los casos de Corea, Japón y Singapur. No obstante, de los dos grupos, ¿cuáles son los países más exitosos? ¿Dónde se ha creado más riqueza? ¿En los países que, comparativamente, han estado más cerrados o más abiertos? La respuesta evidente es que en los más abiertos.
A partir de lo anterior, se puede concluir que el proteccionismo, la intervención estatal o las vías intermedias son una receta para la mediocridad. Mediocridad que, como ha mostrado históricamente el caso de Colombia, no permite avanzar sino apenas sobrevivir. Mediocridad que, como demostró Friedrich A. Hayek en su famoso Camino a la Servidumbre, poco a poco va construyendo la receta del fracaso: un modelo socialista. Ojalá el desenlace de la situación colombiana de hoy no sea un caso de estudio futuro del análisis hayekiano.