Con un 2016 ya casi transitado en su totalidad; la presidente de Chile, Michelle Bachelet, se acerca a cumplir su tercer año de mandato (esto ocurrirá en marzo 2017). Sin embargo, las próximas elecciones presidenciales, se llevarán a cabo en noviembre del próximo año con lo que el margen de maniobra para revertir su desaprobación es cada vez menor. Además, los números de la economía y las perspectivas a futuro no son muy alentadoras. ¿Cómo es que Chile paso de ser el ejemplo de la región a tomar cada vez un rumbo más populista?
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En primer lugar es importante entender cómo fue que Chile logró reducir drásticamente la pobreza para convertirse en un ejemplo a seguir en la región. Es un gran mérito del país que la pobreza haya disminuido desde un 45 % en 1987 hasta aproximadamente un 15 % actual. Esto no hace más que remarcar el exitoso camino transitado por Chile a partir de los 90. Méritos que hoy se encuentran en riesgo. El argumento populista es remarcar que el problema es la desigualdad. Sin embargo es infinitamente mejor tener desigualdad en la riqueza que igualdad en la pobreza. De todos modos, impulsado por un discurso de tinte populista, comenzaron a tomarse medidas que lamentablemente perjudican al país.
¿Qué fue concretamente lo que le permitió a Chile lograr tan fuerte reducción en la pobreza? Básicamente la respuesta se encuentra en el respeto por las instituciones y la libertad económica. El respeto por los contratos y el Estado de Derecho que tiene Chile brinda una seguridad a los inversores privados, invitándolos a recibir sus capitales. Son éstas inversiones el principal motor para generar trabajo y continuar reduciendo la pobreza. No obstante, las pretensiones populistas (reforma tributaria, laboral, educacional) de la presidente Bachelet ha puesto a los inversores en un escenario de “wait and see”. Por otro lado, Chile se encuentra en el puesto número siete en el ranking de economías libres acumulando tratados de libre comercio que fomentan el libre intercambio entre individuos. Esto no hace más que brindar más productos a un menor precio favoreciendo a todos los consumidores. En concreto la reducción en la pobreza llevada a cabo a Chile responde al gran trabajo que hicieron por mejorar su calidad institucional. De esta manera, el país se ubica en el puesto 22 en el ranking del Índice de Calidad Institucional. Realizando la comparación con la región, Chile lidera entre los países de América Latina.
El camino que opta tomar la presidente Michelle Bachelet atenta contra el desarrollo de la Calidad Institucional lograda. Y algunos resultados ya están a la vista en lo económico. En primer lugar, el PIB continúa mostrando una tendencia a desacelerarse. En los primeros tres años de mandato comandado por el expresidente Sebastián Piñera la economía creció en promedio aproximadamente un 3,5 %. Para el caso de Bachelet, el crecimiento promedio para sus tres años de gestión rondará en el 1,9 %. Sin embargo, lo más grave, es que no se observan síntomas para que la situación se revierta. Producto de la incertidumbre generadas por las reformas de tinte populista de Bachelet, las inversiones y la industria aún no repuntan. La tendencia del IMACEC (Indicador Mensual de la Actividad Económica) hace ya dos años que muestra una tendencia horizontal, sin lograr repuntar o volver a los niveles de crecimiento de años anteriores. Los datos de producción, desde mediados del 2014 que no logran mostrar tendencias claras de crecimiento. En particular la minería, desde junio del 2014 que continúan con tendencia a la baja y aún no se observa el tan esperado rebote. No es muy distinta la historia observando los números de las ventas minoristas.
Como si todo esto fuera poco, la situación fiscal se agrava por cuarto año consecutivo acumulando ya tres años de déficit creciente. Y el 2016 será peor aun alcanzando un déficit del 3,2 % del PIB. Este punto en particular es de vital importancia se revierta, ya que el gasto público es la génesis de todos los males económicos.
El único punto a favor, es que la inflación se encuentra desacelerando y en noviembre ya se ubicó levemente por debajo del 3,0 % anual. La independencia y autarquía del Banco Central de Chile continúa siendo de excelencia. No obstante, en la medida que el déficit fiscal crezca, el incentivo para presionar a la entidad monetaria es cada vez más tentador. Por último, también habría que empezar a encender las alarmas con la deuda como fuente de financiamiento. Teniendo en cuenta la deuda interna y externa, ésta ya es el 20,6 % del PIB. Si bien no es una cifra alarmante debido a la calidad institucional que posee el país, no es saludable incrementar esa fuente de financiamiento.
En resumen, Chile que por años fue ejemplo en la región comienza a mostrar síntomas de tropiezos populistas justo cuando la región comienza a transitar (levemente) el camino inverso. El camino para continuar reduciendo la pobreza en Chile es reactivar la inversión privada. Para que esto ocurra se debe conquistar nuevamente la confianza de los privados. A su vez, esto es factible brindando el mensaje de estabilidad y de que se respetarán los contratos. Sin embargo, las reformas lideradas por Bachelet van por el camino contrario. Más inversión privada equivale a más trabajo lo que a su vez impacta en el descenso de la pobreza. Adicionalmente, ayudaría a combatir el creciente déficit fiscal. En conclusión, el mensaje para Chile: no hay que inventar nada nuevo, sólo hay que volver a brindar confianza y mayor libertad.