
EnglishEn Chile, luego de tanta incertidumbre con respecto al rol del ministro Rodrigo Valdés, acerca del realismo y la viabilidad en reducir la expansión del gasto público, el nuevo presupuesto presentado por el Ministerio de Hacienda muestra algo más de realidad, de lo que varios integrantes de la coalición gobernante Nueva Mayoría hubiera deseado. Sin embargo, no hay que engañarse. La disminución en la expansión del gasto público, para combatir el déficit fiscal, no es ni contractivo, ni es 4,4%, como se ha venido comentando.
Comenzando por el último punto, hasta el propio Valdés admitió que realizando la comparación de presupuesto contra presupuesto, el incremento es de 6% y no de 4,4%. Se trata de un dato, y no tiene sentido entrar en la discusión. Por supuesto, es inferior al 9,8% presupuestado para 2015, pero esto no quiere decir que el gasto haya disminuido; solo se ha desacelerado.
Por el otro lado, esta desaceleración dista de ser contractiva, pues crece por encima del avance del PIB. Esto no es un dato menor, pues se estima que el país crecerá 2,5% en el próximo año. De esta manera, el incremento del gasto sería de casi el doble al avance de la economía, lo que podría generar un impacto alcista en los precios.
Entendida esta dosis de realismo, con el gasto y la necesidad de austeridad fiscal, el Gobierno tuvo que admitir que no logrará alcanzar el balance estructural para 2018. La meta del ministro Valdés consiste en reducir el déficit a 0,25% del PIB por año, con lo que el próximo Gobierno debería terminar de sanear el déficit ocasionado por la actual gestión.
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El planteamiento del Ministro de Hacienda fue bien recibido por las aseguradoras de riesgo. No obstante, insisten en que, si bien se dio un buen primer paso, son necesarios mayores ajustes. Por suerte, Chile posee la ventaja de tener una credibilidad en su camino hacia el balance estructural, pero las aseguradoras declararon que estarán alertas de todos modos.
Tras el sinceramiento, el ministro Valdés no perdió oportunidad para intentar atenuar la culpa del Gobierno, insistiendo en el adverso complejo internacional. Es cierto, el escenario no es amigable para ningún país de la región.
Sin embargo, eso no quiere decir que el Gobierno no haya tomado malas decisiones, afectando la confianza de los inversores en el país. La Nueva Mayoría se caracterizó por generar un nivel enorme de incertidumbre con tantas reformas, y poca claridad en la forma de implementarlas.
El mejor ejemplo es la reforma educacional, tema prioritario del 2016; y ni siquiera los miembros de la Nueva Mayoría pueden afirmar si la reforma será ejecutada, continuando con la metodología de becas o subsidiando la oferta. Es necesario comprender que cuando la incertidumbre llega a esos niveles de profundidad, lo único que se logra es espantar inversiones, con lo mal que pueda pesar al ministro Valdés y al Gobierno, el Ejecutivo tiene su cuota de culpa en la desaceleración chilena.
En concreto, a pesar de que el gasto público se desaceleraría el próximo año, continúa siendo una política expansiva, ya que el gasto crecerá por encima del PIB durante 2016. El hecho de que el presupuesto sea menos expansivo el próximo año, no quiere decir que sea contractivo.