Con el avance de la historia, la mayoría de los países pasaron de un régimen monárquico a gobiernos democráticos a medida que iban ocurriendo las revoluciones. Sin embargo, el sistema democrático puede ser muy riesgoso también. El economista liberal Friedrich Hayek, ganador del premio nobel de economía en 1974, pasó buena parte de su carrera reflexionando sobre este problema.
Desde el punto de vista del liberalismo clásico, es necesaria una mínima intervención del gobierno para garantizar que se respete la propiedad privada y la paz. De no existir paz, pierde valor la propiedad privada. Esta es la función, que por medio de la democracia, se le atribuye al gobierno desde el liberalismo clásico. Obviamente, la democracia no es un sistema perfecto, pero mientras la democracia sea limitada, es el menos imperfecto que conocemos hasta el momento.
El economista Ludwig von Mises, que influyó fuertemente en la formación de Hayek, enfatiza que la democracia implica que el gobierno debe cumplir el rol de hacer posible la compatibilización de los deseos de los gobernados sin recurrir al uso de la violencia. En otras palabras, el fascismo no es una opción viable ni deseable (como no lo son el comunismo ni el socialismo tampoco). En palabras de Ludwig von Mises: “La represión por la fuerza bruta es siempre una confesión de la incapacidad de usar las armas superiores del intelecto”. De esta manera, concluye el autor, la democracia, a pesar de sus errores, es un sistema más justo que las alternativas que se han dado a conocer en la historia. Sin embargo, acarrea sus riesgos. ¿Qué sucede si la democracia viola los derechos de propiedad privada?
Esta pregunta es en la que Hayek realiza un remarcado énfasis para evitar riesgos. El autor distingue entre democracia limitada y democracia ilimitada. La primera consistiría en un régimen democrático en donde el Estado de Derecho es respetado y los derechos de propiedad no se encuentran sujetos a voto. Mientras que en el segundo caso, los derechos de propiedad se encuentran sujetos a voto, con sus consecuentes riesgos.
Para clarificar, podemos observar el siguiente ejemplo: Supongamos un pequeño pueblo que posee una pequeña ruta de tierra. A la izquierda de la ruta se encuentran 5 viviendas, mientras que a la derecha se encuentran 15 viviendas. Supongamos además, que cada vivienda posee 4 familiares. Ahora imaginemos que el gobernador de este pueblo decide someter a votación la siguiente cuestión: “Aquellos que viven a la izquierda de la ruta de tierra deberán pagar para asfaltarla”. Es muy probable que las 5 viviendas voten en contra mientras que las 15 voten a favor, viéndose favorecidos. Por supuesto, la votación es injusta, y el problema es que los derechos de propiedad se encuentran sujetos a voto. De esta manera, las 5 viviendas de la izquierda pierden mientras que las 15 viviendas de la derecha se ven beneficiadas sin hacer ningún esfuerzo. En este caso, no es respetado el Estado de Derecho.
El punto de Hayek es bastante claro. Al observar una situación así, ¿cuál es la diferencia entre una monarquía y una democracia ilimitada? Pues bien, en el primer caso la tiranía la ejerce un individuo (el rey o monarca), y en el segundo caso la tiranía la ejerce un grupo de personas. Es una cuestión de números, pero tiranía a fin de cuentas.
Este es el principal riesgo en el sistema democrático: que lentamente se avance de una democracia limitada a una ilimitada, ejerciendo algún tipo de tiranía, incluso hasta de las minorías. Para evitar este tipo de tragedias, hay aspectos que no pueden estar sujetos a voto. Hay temas que no pueden estar sujetos a voto para evitar este tipo de tragedias, y por supuesto, la propiedad privada no debería estar sujeta a voto si se apunta a que una economía prospere.