EnglishLa inflación pareciera no dar tregua en Argentina. El nuevo Índice de Precios al Consumidor Nacional y Urbano (IPCNu) arrojó inflaciones mensuales de 3,65% y 3,42% mensuales para enero y febrero respectivamente.
Estas cifras se acercan en gran medida al IPC Congreso, quien se ocupa de promediar las estimaciones de las consultoras privadas. El IPC Congreso arrojó una inflación mensual de 4,60% para enero y de 4,30% para febrero. Más allá, de que el incremento en el nuevo índice del Indec corresponde a un reconocimiento de la inflación para obtener el visto bueno del FMI y poder negociar con el Club de París, la realidad es que, en términos anuales, la inflación se aceleró a un 34,88% en febrero.
Sin embargo, lo interesante de este aumento es que se observó una desaceleración en el incremento de la base monetaria, que ya se ubica por debajo del 20% interanual. Es de destacar que desde enero del 2013, la expansión de la base monetaria fue desacelerándose desde un nivel del casi 40% a un valor levemente inferior al 20%.
La pregunta aquí es ¿por qué si la emisión monetaria disminuyó, la inflación se incrementa?
Para poder explicar esto es necesario entender, como señalaba el economista Henry Hazlitt, que no sólo importa la cantidad de dinero que circula en una economía (base monetaria) sino también la “calidad” del mismo. Una moneda de baja calidad no será demandada, mientras que una moneda confiable sí será demandada. Es casualmente éste el problema de la Argentina, la moneda doméstica genera cada vez menos confianza y la gente prefiere desprenderse del mismo comprando dólares o bienes.
Todo pasa a tener más sentido si tenemos en cuenta que la historia de la Argentina es la historia de la inflación. A excepción, de un breve período en la convertibilidad, Argentina siempre tuvo altos niveles de inflación. Con esto no se pretende hacer una defensa la convertibilidad ni mucho menos, simplemente el objetivo es mostrar que Argentina es un país que se caracterizó por tener elevados índices de inflación desde la creación del Banco Central de la República Argentina.
La destrucción de la moneda desde entonces fue fenomenal, quitándole 13 ceros desde el peso moneda nacional a la moneda actual. Más aún, si calculamos la inflación desde 1940 al 2013 es nada menos que 4,8% billones. Un argentino que supere los 50 años probablemente vivió 4 cambios de moneda en su vida. ¿Quién confiaría en una moneda con este pasado y con un presente inflacionario? Básicamente un suicida.
Luego de repasar la historia inflacionista de Argentina es comprensible que la demanda de dinero esté cayendo. Su contracara puede observarse en la escalada del “blue*”, ya que, cabe aclarar, no es que el dólar sube sino que el peso se deprecia. Al bajar el peso, lo que sucede es que el dólar se aprecia en relación con el peso, por lo que no implica que el dólar se esté apreciando en sí.
Como conclusión, creo pertinente recordar las palabras del economista Ludwig von Mises al remarcar que un proceso inflacionario implica que “la oferta de dinero crezca más que proporcionalmente a la demanda de dinero”. No es sólo la oferta monetaria lo que hay que observar, sino además la demanda de dinero (o calidad del dinero en términos de Hazlitt). Ésta demanda, al estar cayendo, escapa al equilibrio de la oferta monetaria.
Es por esa razón, que a pesar de que se esté moderando la oferta monetaria aún se observen altas tasas de inflación. Aunque de continuar el BCRA con este comportamiento de endeudamiento interno es posible que la inflación ceda a medida que pase el tiempo, todo dependerá de si la fuente de financiamiento del gobierno será a través del impuesto inflacionario o de deuda propia (LEBACS y NOBACS).
Este endeudamiento propio, tampoco es muy aconsejable ya que compromete el balance del Banco Central y éste, se ve obligado a incrementar las tasas de interés para que las letras que emite sean demandadas.
De esta manera, el gobierno podría optar por una estrategia de endeudamiento para relajar la inflación, pero el costo será diluir la solvencia del Banco Central en el mediano y largo plazo para financiar el elevado gasto público del gobierno.
La solución más saludable implicaría reducir dicho gasto público, que en estos últimos diez años pasó de un 30% del PBI a un 45% del PBI, mostrando un crecimiento excesivo y peligroso en su financiamiento. La pregunta del millón de dólares es: ¿El Gobierno de Kirchner está dispuesto a asumir el costo político?
*Dólar ilegal vendido en el mercado negro