Se cumplen 21 años del Golpe de Estado de octubre 2003. Ese quebrantamiento del orden institucional, para mi generación, que ya superamos los 40 años, fue un punto de quiebre en nuestros proyectos de vida, pues significó cambiar de un país con esperanza a una dictadura de crimen organizado.
De manera acelerada, y con la ayuda de Carlos Mesa, el sistema dictatorial arrancó con la eliminación de la República de Bolivia para suplantarla con ese bodrio llamado: Estado Plurinacional, que no pasa de ser una franquicia del socialismo del siglo XXI.
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Muchos compatriotas, que aún creen que Evo Morales y el Movimiento Al Socialismo tienen cosas positivas, suelen preguntarme los porqués de mi crítica a la Asamblea Constituyente del 2006 y a la nueva Constitución nacida de ella, acá va mi respuesta.
Para que una nación prospere se necesitan de buenas instituciones formales e informales. Las formales son las reglas de juego escritas que nos permiten convivir sanamente entre seres humanos, por ejemplo, los códigos civiles y comerciales. Las informales son ese grupo de comportamientos aprendidos y transmitidos de generación en generación, eso que los griegos llamaban ethos y los autores cristianos cosmovisión. Por citar un ejemplo, en mi natal Bolivia la gente suele ser bastante incumplida con tiempos y deberes, somos por decirlo en palabras simples, la tierra de las excusas. Cosa contraria sucede en Estados Unidos o Japón, donde llegar tres minutos tarde se considera una ofensa.
Pero concentrémonos en las instituciones formales. ¿Qué garantizaba la Constitución de la República de Bolivia?
Uno, la alternancia de poder, puesto que ningún boliviano podía optar al cargo de presidente por más de dos periodos discontinuos. Dos, la separación de poderes. Y tres, el respeto irrestricto a la propiedad privada. Cosas no menores, porque la riqueza y estabilidad de una nación tienen correspondencia con la forma de distribución de la propiedad, el Estado de derecho y el imperio de la ley.
En cambio, la Constitución Plurinacional, impuesta por Cuba y diseñada por gente cercana a Pablo Iglesias, puso en manos del gobierno central la mayor parte de la propiedad y reemplazó el imperio de la ley por el capricho del cocalero Morales.
¿Consecuencias?
En lo económico: la dictadura tiró a un pozo 60 mil millones de dólares que facturamos por la venta de gas; se devoraron 13 mil millones de dólares en reservas internacionales; expropiaron 15 millones de dólares de las reservas de los jubilados, y quintuplicaron la deuda externa. Asimismo, la nacionalización del gas llevó consigo a la reducción de la exploración para nuevas reservas gasíferas, tanto que ya perdimos el mercado de Argentina. Sin dólares y sin un plan para conseguirlos, las gemelas malvadas (devaluación e inflación) aceleran su paso. El resultado final es siempre más pobreza.
En lo social: el régimen destrozó la educación y arrinconó la libertad de prensa, pues el país ocupa el puesto 124, detrás de la mayoría de los países de América del Sur, salvo Venezuela y Cuba. Asimismo, Bolivia ha entrado al camino de expulsar a sus habitantes fuera de sus fronteras. Al respecto, René Pereira, director del Instituto de Investigaciones Sociológicas (IDIS) de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), asevera: «El país tiene un saldo migratorio internacional negativo. Eso significa que la entrada de bolivianos al país es menor que la salida de personas fuera de Bolivia»
En lo político: La ONG Global Human Rights League (GHRL) ha publicado un informe detallado sobre la situación de los presos políticos en Bolivia. Según el informe, el país cuenta con 278 personas actualmente encarceladas por razones políticas, de un total de 296 identificadas, incluyendo 8 personas liberadas y otras 8 condenadas. A lo anterior, debemos añadir que los bolivianos somos forzados a participar en elecciones tramposas, ya que votamos, pero no elegimos.
En conclusión, es urgente recuperar las instituciones y la República, en especial, si queremos un futuro.