Las últimas semanas, la generalidad de los actores políticos de Bolivia repiten, machaconamente, la palabra: diálogo. Los empresarios acuden a los llamados que hace el régimen para dialogar con ellos. Los opositores acusan al Movimiento Al Socialismo de su nula cultura para el diálogo. Gobernadores y alcaldes también piden dialogar sobre la crisis económica y los resultados del CENSO 2024.
Si bien, entiendo perfectamente el pedido, pues en el diálogo las personas aprendemos a pensar juntas, sin embargo, es necesario aclarar algo: Para dialogar se necesitan puntos de acuerdo y, especialmente, valores y agendas comunes. Justamente, es eso lo que no tiene el Movimiento Al Socialismo, veamos.
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El Movimiento Al Socialismo, que suele presentarse como el más grande movimiento político de Bolivia, es una simple franquicia del Socialismo del Siglo XXI. He aquí la madre del cordero, puesto que, al ser una exención de una estructura transnacional, obviamente, su agenda no responde a los intereses de los bolivianos, sino a las de sus jefes que tienen sus oficinas centrales en La Habana. Aquí es válida una pregunta: ¿cuáles son esos puntos que conforman el dietario de los dictadores de Cuba?
Anulación de la democracia y sus instituciones, ya que, contrariamente a las guerrillas castristas de los 60 y 70, el Socialismo del Siglo XXI lleva a cabo sus revoluciones mediante el voto clientelar. De ahí que, una vez llegados al poder, se dediquen a agrandar la burocracia estatal y llenar esos nuevos cargos con sus más férreos militantes.
La permanencia indefinida en el poder mediante un sistema electoral amañado y fraudulento, ejemplos sobran, Bolivia 2019 y Venezuela 2024. Pero en caso de fallar este plan, usan lo que mejor aprendieron de Cuba: El terrorismo de Estado. Al respecto, Carlos Sánchez Berzaín, en su artículo, En nombre de los pueblos que oprimen, afirma que:
La liquidación de la libertad para permanecer indefinidamente en el poder por medio de un sistema de terrorismo de estado, con violación institucionalizada de derechos humanos, corrupción e impunidad, con crimen organizado y construcción de narcoestados son los elementos del sistema castrista del siglo pasado, criminalmente mejorado y políticamente expandido a partir de la alianza de 1999 entre Fidel Castro y Hugo Chávez que marca el siglo XXI con la denominación socialismo del siglo XXI o castrochavismo que hoy controla Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua.
El respeto irrestricto a la propiedad privada es lo que brinda las condiciones mínimas para generar sociedades más abiertas y justas. No obstante, el Socialismo del Siglo XXI busca la destrucción de la propiedad privada mediante confiscaciones, como es el caso de las jubilaciones en Bolivia, o una sobrerregulación, los créditos con tasas artificialmente bajas, por citar un ejemplo.
Sin propiedad privada las personas se vuelven simples dependientes de las dádivas del Estado, dejan su condición de ciudadanos para convertirse en simples esclavos de la maquinaria estatal.
Además, como decía el gran Ludwig Von Mises: «En ausencia de propiedad privada es imposible el cálculo económico». Por lógica, la destrucción de la propiedad convierte a los datos económicos de los países bajo el Socialismo del Siglo XXI en meros caprichos de los dictadores en jefe.
La lucha es hoy entre quienes queremos un país libre y con propiedad privada versus un sistema dictatorial. Ergo, no se puede dialogar con quienes buscan fabricar miseria y dependencia, al menos que quieras ser parte de ese macabro plan.