En el Coba boliviano (el lenguaje que usa el hampa de mi país) “autero” es el vocablo que describe al ladrón especialista en robar automóviles. De ahí que se haya popularizado el chiste sobre la confusión que sufre Luis Arce Catacora entre gobierno austero y el gobierno de auteros, pues ya es vergonzoso que varios autos robados en Chile estén en manos de autoridades bolivianas, incluso del mismo presidente.
Es cierto que es bastante aberrante que un mandatario conduzca y regale vehículos de lujo robados en Chile, o que la máxima ejecutiva de la Aduana Nacional culpe a los chilenos por «dejarse robar» los coches, pero no es el único delito que ha cometido la dictadura boliviana.
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El año 2016, en la sesión especial de la Asamblea de las Naciones Unidas sobre drogas, Evo Morales sinceró la posición de los miembros del Foro de Sao Paulo respecto al narcotráfico. Sus palabras fueron: «Estados Unidos usa la lucha contra el narcotráfico como un mecanismo de control político, un pretexto para el imperialismo».
La incontinencia verbal del cocalero dejó algo claro: la estrategia antimperialista de los gobiernos del socialismo del siglo XXI tiene fundamento ideológico de defensa del narcotráfico y responde a la necesidad política de legitimar este crimen. Objetivamente, eso que Evo llamó como «nacionalización» de la lucha contra las drogas es, en realidad, un pretexto para legalizar el narcotráfico. Por ejemplo, con Morales en el gobierno en Bolivia se incrementaron los cultivos de coca ilegal de 3.000 a más de 40.000 hectáreas. Otros datos nos muestran que varios policías bolivianos de alto rango, entre ellos, el general René Sanabria, han sido parte importante de cárteles de drogas.
De igual manera, el cacique de la coca ha usado el dinero del narcotráfico para generar conflictos sociales en la provincia peruana de Puno, acciones que le valieron ser investigado por la justicia de ese país. Respecto a la constante intromisión de Evo Morales en la fallida gestión de Pedro Castillo, Pedro Yaranga, experto en seguridad y lucha contra el narcotráfico, en una entrevista al diario Gestion (marzo 2021), afirmó lo siguiente:
Morales habla mucho de sus políticas exitosas en la lucha contra el narcotráfico por expulsar a las bases norteamericanas y a la DEA, pero cuando él asumió la Presidencia de Bolivia en 2006 había 12.000 hectáreas de coca en su país y cuando dejó el poder en 2019, habían más de 30.000 hectáreas. Las avionetas que sacan la droga de Perú provienen de Bolivia, que se ha convertido en el almacén de la cocaína peruana para que luego, a través de Brasil, llegue a Europa y Asia.
Por su parte, Carlos Sánchez Berzaín, jurista boliviano y uno de los miles de perseguidos políticos, en un artículo titulado: “Socialismo del siglo XXI y narcotráfico en la ONU”, manifestó:
Los hechos evidencian que quienes han expulsado o forzado el retiro de la DEA y que también expulsaron a los embajadores norteamericanos son Chávez-Maduro en Venezuela y Correa en Ecuador, no solo Evo Morales; ha sido Correa en Ecuador quien ha cerrado y expulsado a los EE. UU. de la base de Manta; ha sido Correa quien ha puesto en evidencia la protección que otorgaba a las FARC, con el bombardeo colombiano de Angostura; es desde Venezuela y Cuba donde las mismas FARC reconocidas como guerrilla vinculada al narcotráfico han recibido protección logística y política, hasta llegar a una mesa de negociación en Cuba; es pública y evidente la acción de las FARC en hechos de violencia como los de octubre de 2003 en Bolivia contra gobiernos democráticos dando apoyo terrorista a los hoy gobernantes.
Que Bolivia se ha vuelto un foco de desestabilización regional es algo innegable, ya que la realidad objetiva nos muestra que la dictadura boliviana es el trampolín geoestratégico para exportar el crimen organizado a los países vecinos de Chile, Perú y Paraguay, los únicos que, junto con un ensangrentado Ecuador, todavía están libres de las garras del castrochavismo.
Quien todavía crea que el Movimiento Al Socialismo (MAS) se ha desviado de sus «verdaderos» fundamentos ideológicos cae en la ingenuidad. Está muy bien documentado en varios libros, verbigracia, El impostor, autoría de Nicolas Márquez, que el Foro de Sao Paulo aglutinó a todos los pandilleros, terroristas, milicianos y sicarios de izquierda que, especialmente, después del derrumbe soviético, se habían quedado sin recursos ni discurso. Por lógica, que en el MAS convivan todos los especímenes de la golfería boliviana no es nada más que la muestra de su naturaleza delincuencial, pues como lo diría el gran Friedrich Hayek: «Solamente los carentes de escrúpulos se sienten atraídos por las ideas y regímenes totalitarios».