
Estamos a pocos días del inicio del Mundial de Catar 2022. La humanidad olvidó por completo los temas que hasta unos meses atrás ocupaban los medios de comunicación, el COVID-19 y las vacunas, por ejemplo. Ahora la atención se centra en la esférica y las selecciones de fútbol.
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Desde que el año 2010 se eligió a Catar como la sede del presente mundial, las controversias han estado presentes. El proceso de designación del primer Mundial árabe fue vinculado a grandes sobornos que llegaron a diferentes miembros del Comité Ejecutivo de la FIFA para favorecer a un emirato de nula tradición futbolística, escasa amplitud territorial y temperaturas agobiantes, pero dueño de una inmensa billetera. La Federación catarí, bajo el mando de Mohammed bin Hamman, pagó hasta 3,6 millones de dólares a 30 miembros de la FIFA para asegurar el voto favorable a su país.
Pero la corrupción no fue la única de las cosas raras. Las autoridades policiales catarís no han garantizado la seguridad de las parejas homosexuales. El general Abdulaziz Abdullah al-Ansari, jefe de seguridad del mundial, ya advirtió que en el islam la homosexualidad está prohibida. Además, que el país no piensa cambiar su cultura por 28 días de fútbol.
Por su parte, el embajador del Mundial, Khalid Salman, en una entrevista con el periodista Jochen Breyer señaló lo siguiente:
Van a venir muchas personas al país durante la Copa del Mundo. Hablemos de los homosexuales, por ejemplo. Lo más importante es que todos aceptarán venir aquí. Pero tendrán que aceptar nuestras reglas. La homosexualidad es haram. ¿Sabe lo que significa haram? No soy un musulmán estricto. ¿Por qué es haram? Porque hay un daño en la mente.
¿Por qué la FIFA y las empresas que auspician el Mundial Catar 2022 no expresan su molestia contra esas declaraciones tan homofóbicas? ¿Por qué no se ve a los colectivos LGBT incendiar mezquitas o por lo menos defecar en sus puertas?
Porque detrás del fútbol hay algo mucho más importante: el dinero. Pues para la FIFA los derechos de televisación, marketing, y ventas de entradas son sus mayores fuentes de ingresos, 4000 millones de dólares, aproximadamente. Si consideramos que el Mundial cuesta unos 2000 millones de dólares ―sin tomar en cuenta los gastos ligados a la construcción de estadios y otras infraestructuras que están a cargo del país organizador― la Copa del Mundo genera una rentabilidad operativa del 50 %.
Sin embargo, la FIFA no es la única que gana millones. La revista América economía, en un artículo de junio de 2018, mostró que el Mundial Rusia 2018 generó más de 2400 millones de dólares en publicidad para empresas como Nike, ADIDAS y Budweiser. Resultados que esperan ser superados en Catar 2022, según varios analistas financieros, Jonathan Barnard, de Zenith, entre ellos.
Por eso, no debería extrañarnos que ninguna de las grandes compañías haya quitado su apoyo al país anfitrión del mundial 2022.
Entonces, ¿dónde quedaron las consignas LGBT que las empresas enarbolaron durante el mes de junio?
Fácil, en los estados financieros de medio año. No obstante, la época de hacer dinero con la «tolerancia», la «inclusión» y «amor es amor» ya pasó. Ahora hay que sacarles la mayor rentabilidad posible a los partidos de fútbol, las apuestas y las estrellas como Leonel Messi. Los militantes del colectivo multicolor pueden esperar hasta junio de 2023, ahí se acordarán de ellos.