Los pasajes para viajar en el titanic República Argentina fueron puestos a la venta en octubre de 2019. El 48 % de los pasajeros lo compró y al resto se los reglaron. Constituía una travesía singular dado que el cargo de Primer Oficial a bordo y Director del Puente lo iba a ocupar Gatúbela. Esa circunstancia tenía encantados a una parte de los pasajeros, pero preocupados al resto. Es que el sinuoso andar de Gatúbela no podía dejar indiferente a nadie.
No obstante, el capitán aportaba cierta tranquilidad a todos porque tenía experiencia en navegar en mares tormentoso y tenía fama de ser prudente.
A poco de iniciar la travesía empezaron a pasar cosas raras. El capitán enfilaba hacia el arrecife Vicentin en forma decidida. Los pasajeros miraban atónitos cómo se iban acercando rápidamente a ese peligro, y justo, casi antes de encallar, el capitán realizó una brusca maniobra y cambió de dirección. La gente suspiró aliviada porque no hubo mayores males que lamentar, tan solo alguna magullaras en el casco del titanic.
Lo curioso es que esa conducta tan extraña del capitán se había producido poco después de que Gatúbela se hubiera reunido con él a solas. El capitán justificó su accionar diciendo que había sido “una broma”.
Mientras que eso acontecía, Gatúbela había bajado a la sala de máquinas con la excusa de que tenía que controlar el funcionamiento de los motores. Luego, se paseó por los pasillos contorneándose.
A partir de ese momento las reuniones a solas entre el capitán y Gatúbela se fueron haciendo más frecuentes, hasta que esta última directamente se instaló en el puente de mando de forma permanente. Al mismo tiempo, se iba produciendo una metamorfosis cada vez más visible en el rostro del capitán, pero al principio no se lograba discernir de qué se trataba.
Poco después del incidente del arrecife Vicentín, el capitán, cada vez más desaforado, puso proa a todo vapor hacia un enorme peñasco que sobresalía en medio del océano. En las cartas náuticas aparece con el nombre de Reforma Judicial. Tenía la vista fija en esa dirección, a pesar de que la peste se había desatado a bordo, eran incontables los contagiados y los muertos se contaban por miles. Cada vez que al capitán le exponían un problema grave que estaba apareciendo, decía que no tenía tiempo ni dinero para nada porque todas sus energías estaban centradas en contener el avance de la peste. Una paradoja dado que estaba dispuesto a gastar una millonada en la ciudadela que pensaba edificar en el peñasco.
El titanic volaba sobre las olas de tan rápido que surcaba las aguas embravecidas. Con cada salto se iba desprendiendo un pedazo de la estructura del República Argentina. Cuando eso sucedía se escuchaba una siniestra carcajada. Sin embargo, los encargados de las calderas seguían echaban cada vez más leña al fuego siguiendo las instrucciones que Gatúbela les había dado.
Muchos pasajeros, presas del pánico, se aferraban a las barandas del titanic esperando que el capitán recobrase la cordura, mientras que otros miraban como hipnotizados la marcha hacia la tragedia.
El iceberg comenzó a verse cada vez más cerca. Parecía inminente una catástrofe, con el consiguiente hundimiento del República Argentina —que ya estaba bastante maltrecho— con su enorme cuota de dolor e innumerables víctimas.
Pero el capitán impertérrito seguía sin desviar el rumbo. Algunas personas se le acercaron para tratar de hacerlo entrar en razón. Le tocaron el hombro desde atrás y cuando este se dio vuelta, con horror descubrieron quién estaba al frente del timón: ¡el guasón!