En Uruguay estamos en la recta final de las elecciones nacionales. El domingo 24 de noviembre hay ballotage donde se elegirá al próximo presidente de la república.
En ese contexto, hace unos días hubo un debate presidencial —obligatorio por ley desde este año— entre los dos candidatos que son Daniel Martínez por el oficialista Frente Amplio y Luis Lacalle Pou por el Partido Nacional. Todas las encuestas dan que este último será el triunfador por amplio margen.
Desde que el Frente Amplio alcanzó el poder por primera vez en 2005, se ha venido produciendo un proceso en el cual, dentro de ese conglomerado, los socialdemócratas van perdiendo representatividad y la izquierda radical se va expandiendo.
La izquierda radical está integrada por el MPP —sector liderado por el expresidente José Mujica— los comunistas y el socialismo.
En las elecciones de 2014 fue Tabaré Vázquez quien obtuvo la presidencia. Sin embargo, Mujica era más fuerte políticamente porque su peso en el Parlamento había llegado a ser determinante. Si bien es cierto que durante tres elecciones consecutivas (2004, 2009 y 2014) el MPP había sido el sector más votado, en la última legislatura mencionada, pasó a controlar la mitad de la bancada de diputados frenteamplistas.
Por otra parte, en las elecciones del 27 de octubre de este año, el sector de Mujica conquistó la bancada más grande tanto en diputados (más de la mitad) como en senadores dentro del Frente Amplio. Sin embargo, el partido oficialista perdió la mayoría absoluta en el parlamento, cosa que no ocurría desde 2005.
El “Pepe” es admirado por vivir en un “rancho”. Daría la impresión que sus seguidores creen que hay una relación directa entre ser austero y fomentar el bien común. Los que adscriben a esa creencia harían bien en informarse un poco mejor. Dos de los más grandes criminales de la historia —Adolf Hitler y Iósif Stalin— fueron personas que también recurrieron a la propaganda de “ser austeros”.
Por ejemplo, Hitler al asumir al cargo de canciller en 1933, renunció a su sueldo. El aparato de propaganda del partido se encargó de que toda Alemania supiera que aquel hombre no tenía otro interés que el bien de su pueblo. Por consiguiente, renunciaba a su salario para donarlo a las familias de los miembros de las milicias de la SA y las SS que habían muerto en los años anteriores en su camino hacia el poder. Algo análogo se puede decir con respecto a Stalin.
Sin embargo, es bien sabido que ninguno de los dos fue precisamente un benefactor de la humanidad. A ambos, el motor que los impulsaba era una ambición desmedida por poder.
Por tanto, hay que desechar la falacia que establece una conexión directa entre un buen gobierno y el estilo de vida de un político en particular. Lo realmente preocupante es la pasión desmedida por el poder; cuando el motor más poderoso de una persona es la sed de dominio para así manejar a su antojo las vidas y las haciendas de otras personas.
Tampoco es cierto que Mujica sea desapegado al dinero. La diferencia con otras personas es que no lo utiliza para acumular bienes materiales sino para edificar una estructura de poder: la del MPP. Está logrando ese objetivo y lo demuestra de forma explícita o velada.
Comencemos por señalar que el objetivo del MPP es avanzar hacia la revolución y el socialismo. En cambio, Vázquez y Martínez son socialdemócratas.
Cuando en 2014 Vázquez ganó la presidencia, quiso cambiar muchas cosas mal hechas por su antecesor, o sea, Mujica. Tabaré es un hombre con carácter fuerte, tal como demostró en su primera presidencia. Sin embargo, no pudo avanzar mucho porque en esa lucha por el control del poder, Mujica rápidamente le torció el brazo.
No solo lo hizo, sino que incluso se jactó de ello. En marzo de 2015, cuando hacía pocos días que Vázquez había asumido, en declaraciones a la prensa afirmó con soberbia: “¡Este Gobierno es mío!”.
Aclarando su expresión, detalló que “cuando aparecieron las encuestas en las pasadas elecciones nacionales (las de 2014), hubo reconocidos dirigentes que fueron a mi despacho para pedirme expresamente que siendo presidente de la República interviniera en la campaña política para asegurar el triunfo del FA”.
“Por más que les dije que la Constitución me lo prohibía […] yo me ingenié para salir por todos lados como pude. Lo hice a cara de perro. No tengo empacho en confesarlo, pero no puedo dejar de ser frentista y militante”, afirmó.
Por tanto, descaradamente Mujica reconoce que, cual monarca absoluto, se siente por encima de la Constitución.
En este período de gobierno Tabaré será el presidente “nominal” de Uruguay, pero el que impone las pautas es Mujica, apoyándose en la numerosa bancada parlamentaria que le responde.
Eso explica muchas de las cosas aparentemente incongruentes que ocurrieron bajo la presidencia de Vázquez. Por ejemplo, su apoyo a todo dictadorzuelo de izquierda que anda suelto por el continente.
Por su parte, Martínez, hasta que se postuló como candidato del Frente Amplio, era intendente de Montevideo. Desde ese cargo trató de “sanear” el modo de gobernar. En consecuencia, eligió a sus colaboradores no por reparto de cuota política sino entre aquellos que tenían el perfil técnico que mejor se ajustaba al cargo que deberían ocupar. Ergo, no nombró a nadie perteneciente al MPP porque no estaba dispuesto a que ese sector dictara las pautas de cómo administrar la ciudad de Montevideo. Hay que considerar que el MPP había dominado el Ejecutivo comunal en las últimas dos administraciones.
Sin embargo, en la puja por el poder que se entabló, Mujica también “le torció el brazo” a Martínez. En consecuencia, tiempo después integró a su gabinete capitalino a personas del MPP.
En este camino hacia el ballotage, Martínez trató de desmarcarse del programa de gobierno del Frente Amplio, dominado por los grupos radicales. Por eso, en el debate con Lacalle Pou afirmó dos veces, que el programa de la coalición de izquierda “no mandata” sino que “recomienda” pero el presidente es quien finalmente “decide y gobierna”.
El ego de Mujica no soportó una afrenta de ese tipo. Quiso dejar bien claro que el poder le pertenece a él. Lo manifestó de la manera tortuosa en que suele expresar sus posiciones, pero el mensaje fue contundente:
“Un presidente solo es un palo vestido” y “no es un Dios”. “No me gustan estas discusiones, como las de anoche (por el debate), porque se tiende a personalizar, parece que estamos eligiendo un rey, un monarca y no un presidente […] en definitiva ningún presidente puede hacer un carajo si no tiene una fuerza política que lo respalde en todas las esquinas y lugares. Quiere decir que lo más importante es la corriente política.”
Para decodificar correctamente lo que Mujica le estaba transmitiendo a Martínez, hay que aplicar la ley transitiva: el presidente (siempre que no sea el propio Mujica) no puede hacer lo que le parezca sino lo que diga la “corriente política”. Dentro del Frente Amplio, el MPP es quien manda. Y el MPP -aunque se pretenda lo contrario- está personalizado en Mujica. Ergo, Mujica es quien decide realmente: Martínez sería tan solo “un palo vestido” si llegara a ser presidente.
Esto se comprueba entrando a la página oficial del MPP. El visitante se topará con una imagen gigantesca del rostro de Mujica y su nombre. La información gira en torno a las acciones del “Pepe”. Y a un costado, en letra notoriamente más chica, aparece la leyenda “Martínez presidente”.
Más claro, imposible.