Posiblemente el mayor problema actual a nivel mundial sea ISIS. Este grupo yihadista ha causado estragos en gran parte del planeta, ya sea en forma directa o indirecta. En Oriente Medio, a través de matanzas indiscriminadas a poblaciones enteras; en Europa y Estados Unidos, por medio de atentados terroristas; y en el resto del mundo, cuando se viaja por las incomodidades que se deben sufrir a manos de las autoridades, por razones de seguridad a raíz de los hechos mencionados.
Los integrantes de ISIS, tras asesinar brutalmente a sus víctimas, se complacen en difundir las terribles imágenes de esas ejecuciones en los medios de comunicación masivos. O sea, que la perversión es total. Por esa razón causó tanta conmoción en Occidente, la noticia de que el verdugo que en 2014 decapitó a sangre fría a los periodistas norteamericanos James Foley y Steven Sotloff, y a los cooperantes británicos David Haines y Allan Henning fue “John”, inglés de nacimiento.
- Lea más: El terrorismo es un arma política y amerita una respuesta política
- Lea más: Terrorismo en Manchester: Estado Islámico se atribuyó ataque en concierto de Ariana Grande
Fuentes de The Guardian declararon a ese medio que el sanguinario británico “es inteligente, educado y un devoto creyente de las enseñanzas islámicas radicales”. Según un testigo “que alguna vez fue rehén de ese grupo en Siria“, esta bestia se hace llamar “John”, y posiblemente sea el líder de un grupo de tres yihadistas británicos que secuestran y mantienen en cautiverio a extranjeros en Raqqa (Siria).
La gravedad de la situación imperante ha llevado a que muchos pensadores traten de discernir qué pasa por la cabeza de esos jóvenes occidentales que, sin causa aparente, engrosan las filas de ISIS. Entre ellos, se encuentra Fernando Savater, quien plantea lo siguiente:
No sabemos -nadie sabe- qué medidas pueden ser más eficaces contra esta plaga criminal, que utiliza como arma cualquier elemento de la vida cotidiana, como una furgoneta o un cuchillo de cocina.
Lo peor es que ni siquiera comprendemos los mecanismos mentales por los que un joven que lleva una vida aparentemente normal, que estudia y se divierte con gente de su edad, que en ocasiones disfruta de los beneficios asistenciales del Estado, se convierte en poco tiempo, a veces bruscamente, en un asesino suicida dispuesto a dar su vida con tal de exterminar al mayor número posible de sus vecinos, a los que ni siquiera conoce. Los más explícitos invocan una venganza por agravios colectivos o la voluntad de una deidad aniquiladora.
A la mayoría estos comportamientos nos resultan ininteligibles, como surgidos de una oscura pesadilla.
Un libro de reciente aparición, da pistas que ayudan a comprender la forma en que los movimientos extremistas captan miembros. Asimismo, brinda una advertencia a los gobiernos de los países desarrollados, acerca de la conducta que deberían evitar al combatir a estos criminales fanáticos.
Nos estamos refiriendo a Clandy, novela póstuma de Geoffrey Jackson. Este ex diplomático británico cobró notoriedad internacional en 1971, al ser secuestrado en Uruguay por los tupamaros. El grupo guerrillero lo mantuvo en cautiverio en duras condiciones durante ocho meses. Dos años después de ser liberado, publicó People’s Prison (Secuestrado por el pueblo), sus memorias acerca de esa terrible experiencia.
El trato con sus captores -aunado a su fina capacidad de análisis- le permitieron deducir los diferentes perfiles psicológicos de los jóvenes guerrilleros. De ahí su impulso para escribir sus experiencias reales y además la novela, ambas sobre la misma temática. El título escogido para su obra de ficción deriva de la expresión “going clandy”. Es decir, “pasar a la clande”, que era el modismo utilizado en aquella época para manifestar “el pase a la clandestinidad de los guerrilleros cuya identidad era conocida por las fuerzas represivas”.
La novela fue escrita en 1973 y aún permanece inédita en inglés, debido a que los editores de Inglaterra la consideraron “demasiado latinoamericana, demasiado católica”. Fue gracias al impulso de Luisa Peirano -quien la descubrió en el Churchill Archives Center y la tradujo junto a Marcela Dutra- que ahora ha sido publicada en castellano.
La actualidad de esta obra es señalada por una estudiante universitaria inglesa – que cursa sus estudios en Uruguay- quien afirma que “siempre había estudiado Latinoamérica desde el punto de vista de la sociología, la historia, la economía, la política, pero nunca desde el punto de vista de las emociones. Y que al haber leído la novela entendía por qué hoy en día se alistaban jóvenes al ISIS y a otros movimientos inspirados en ideologías”.
Precisamente, los móviles psicológicos que en el pasado lanzaron a tantos jóvenes latinoamericanos a las guerrillas, son los mismos que ahora impulsan a otros a unirse a ISIS. Y el tema de la religión no es un dato menor, porque muchos de ellos eran/son idealistas y de buen corazón, poco conscientes de hacia dónde los lleva el camino escogido. Creen en forma ilusoria que a ellos nos los atrapará la espiral de violencia de la cual son parte.
Con respecto a ISIS, muchos jóvenes se integran a sus filas porque perciben como amenazante que la cultura occidental se esté expandiendo por doquier. Desde su perspectiva, esa civilización “consumista”, “vacua” y “desenfrenada”, está liquidando la forma de vida tradicional de los musulmanes. Un estilo de convivencia que, a su parecer, es superior al occidental.
Los que tuvieron contacto con “John”, lo describen “inteligente y educado”. Por su parte Jackson, señala que sus “carceleros le parecieron inteligentes, en buen estado físico, y no le dieron la impresión de ser marginales sociales”. Por el contrario, en su novela señala que las universidades –muchas veces con la anuencia de profesores y autoridades- son uno de los lugares preferidos para “sembrar” ideologías violentas bajo la apariencia de algún tipo de “justicia social”.
También están los sádicos y asesinos por inclinación, que en esos movimientos pueden dar rienda suelta a sus instintos perversos. Y por último están lo que entran porque se enamoran de alguno de los miembros, principalmente las mujeres.
Pero sea por uno u otro motivo que ingresan a esas filas, Jackson deja claro que luego -aunque se arrepientan y se horroricen de lo que vieron y/o hicieron- “no hay marcha atrás ni escapatoria”.
Además, esta obra de ficción deja planteada una advertencia, que deberían tener muy presente los actuales gobernantes de los países desarrollados:
Un militar apegado a la legalidad, expresa: “…el remedio es peor que la enfermedad. Ese es el problema que ahora aflige a nuestro pobre país. Ese es el regalo que nos han impuesto las guerrillas, la caja de Pandora que ellos han abierto. Llámalo como quieras, pero el remedio a sus bestialidades parecen ser estos animales que ahora abusan de la autoridad de la nación, ¡y asesinan a colegialas estúpidas en su nombre! –Y lo más probable es que sea eso lo que pretendían los militantes. (…) El día en que la gente nos llame a todos gorilas, o milicos, las guerrillas habrán ganado la mitad de la batalla y habrán conseguido que el sentimiento popular se ponga de su lado”.
Es que en esta lucha entre civilización y barbarie, entre república y tiranía, no se debe bajar a la categoría de los segundos. Si eso llegara a suceder, la humanidad estaría condenada, irónicamente, en nombre de los valores que las autoridades occidentales declaran proteger…