EnglishMi última columna, titulada “Legalización de la marihuana en Uruguay: la ilegalidad del experimento”, ha recibido varios comentarios negativos en este medio. Al observar que la mayoría proviene de personas que defienden la autonomía individual frente al avasallamiento del poder estatal, considero oportuno aclarar mi posición con respecto a la ley uruguaya.
Para comenzar debo decir, que estoy a favor de la liberalización del mercado de las drogas porque estimo que, como personas adultas, cada quien es responsable de las decisiones que tome con respecto a su propia vida. Además, considero que la premisa sobre la que se fundamentó esta ley es correcta: que la “guerra contra las drogas” del modo en que se ha llevado hasta el momento, ha sido un camino equivocado que ha ocasionado mayores males que los que pretendía subsanar.
No obstante lo anteriormente dicho, opino que esta ley es mala. Es un error de apreciación el creer, que por el solo hecho de que la postura anterior con respecto a las drogas era desacertada, eso convierte automáticamente a esta ley en algo bueno.
Me preocupa sobre manera este tema, justamente, porque defiendo la liberalización de este mercado. Sin embargo, no creo que el fin justifique los medios. Es decir, que no solo es relevante el objetivo buscado sino también, el diseño de las herramientas para alcanzarlo. Por ejemplo, muchas personas están en contra de los monopolios estatales porque consideran que son perjudiciales para los habitantes en general. Es por esa razón que en su momento, apoyaron las privatizaciones que realizó en la década de 1990 el gobierno de Carlos Menem en la Argentina, o las realizadas en la ex URSS. Pero el haber realizado esas privatizaciones sin el cuidado necesario, dio por resultado el capitalismo de amigos en Argentina y el capitalismo mafioso de la Rusia actual. En ambos casos, el corolario de esas privatizaciones fue lo contrario que se proclamó al justificarlas. El resultado neto fue que provocó en los argentinos una aversión aun mayor hacia los “mercados libres” y en los rusos una añoranza por el comunismo.
Precisamente, ése es el mal que quiero evitar. Y es por eso que me esfuerzo tanto en denunciar las debilidades de la “ley Mujica”.
Juzgo que esta ley es mala, porque según la opinión de los expertos contendría varias inconstitucionalidades. No voy a repetir cuáles serían porque ya lo he hecho mi artículo anteriormente mencionado. Como afirmé más arriba, no creo que el fin justifique los medios. Además, la experiencia empírica demuestra que el Estado de Derecho es la salvaguarda de nuestros derechos. Si alguien cree que el camino correcto para ampliar la libertad individual es violando la Constitución, no dudemos que con el correr del tiempo, nos encontraremos con que nuestras libertades y derechos han sido recortados severamente.
Observo además que hay una creencia generalizada de que en Uruguay las personas van a la cárcel por fumar marihuana, cuando en verdad la autonomía individual que tantos me acusan de no respetar no se encuentra tan avasallada como ellos piensan. Ya en 1974, el decreto-ley n° 14. 294 permitió la plantación y comercialización de cannabis cuando su destino fuera la investigación o uso medicinal. Asimismo, esa norma despenalizó la posesión de marihuana cuando era para consumo personal. En 1998, se aprobó la ley n° 17. 016 que modificó parcialmente al decreto ley de 1974, y que hasta el año 2013 fue la legislación vigente respecto al uso de cannabis. Mediante esa ley se estableció que el consumo de marihuana es legal, también su posesión, cuando las cantidades fuesen para consumo personal.
En consecuencia, podemos observar que los uruguayos no han ganado espacios de libertad mediante la aprobación de la “ley Mujica”, que tanto revuelo ha causado en el mundo entero.
Algunos han criticado, el que yo sostenga que esta ley es inmoral porque es un “experimento” que no cuenta con el consentimiento de la inmensa mayoría de los uruguayos. Pero una cosa es decir que las libertades individuales no deben estar sujetas a la decisión de la mayorías circunstanciales -posición a la que adhiero- y otra muy diferente el afirmar que no se necesita del consentimiento de la gente, para obligarla por la fuerza legal a ser partícipes de algo a lo que se niegan rotundamente. Yo me afilio a la concepción negativa de la libertad, que entiende que a nadie se le puede negar el derecho a realizar todas aquellas actividades que no dañen a otro. Pero, asimismo, que nadie puede ser obligado a ser participante de algo que no desea.
Lo que yo sostengo, es que en varias partes del mundo se congratulan del experimento uruguayo, que va a utilizar a los habitantes de este país como conejillos de indias. Y se alegran, sin tener en cuenta que el ser parte de ese experimento, no cuenta con el consentimiento de la amplia mayoría de los uruguayos. Y eso es lo que a mi entender, torna inmoral esta ley.
En conclusión, esta ley es mala porque no liberaliza el mercado de la marihuana sino que lo estatiza. Lo cual significa, que conlleva todos los males asociados a los monopolios estatales. Es nociva porque contendría varias inconstitucionalidades. Además, hay altas probabilidades de que tenga resultados contraproducentes porque ha sido pésimamente diseñada. Y como si todo esto fuera poco, también es inmoral, porque ese experimento no cuenta con el consentimiento de la gente sobre el cual va a ser probado.