El populismo, ha sido un virus que entro al cuerpo de Latinoamérica hace más de 80 años, de la mano de líderes o caudillos que tomaron en cuenta demandas sociales insatisfechas. Ernesto Laclau, quien es el padre del populismo moderno, en su obra “La Razón Populista”, deja en claro, que ese ha sido el principal motivo de entrada del populismo.
- Lea más: Gloria Álvarez: el capitalismo hay que defenderlo no sólo desde la economía
- Lea más: Italia y Francia, los próximos objetivos del populismo
Lo cierto es que el populismo, no es un reclamo social olvidado, sino que es un grito desesperado de quienes no supieron o no quisieron valorar las condiciones que el capitalismo y la libertad individual les otorgó. Los líderes populistas se encargaron de que sus ciegos seguidores, sintieran que es el Estado quien los debe proteger, dar empleo y forzar condiciones económicas favorables para algunos. Este último punto es importante, ya que al capitalismo se lo acusa de beneficiar a algunos, cuando en realidad es el populismo el que genera condiciones para algunas empresas amigas o líderes amigos.
El populismo es un virus, porque comenzó como un simple dolor de garganta, luego fue un dolor de cabeza y congestión, hasta que finalmente se transformó en lo que es.
Hay que entender, que como muchas enfermedades, entra por un descuido, pero que no se mal interprete, no fue un descuido de no escuchar reclamos sociales, sino que fue un descuido, de bajar la guardia en la educación y dejar que el gobierno lentamente interviniera donde no era competente. Cuando el Estado quiso intervenir para hacer mas equitativas las condiciones, solo logró descalibrar la balanza.
Lentamente en cada crisis que era causada por la intervención del gobierno en la economía, el culpable era el capitalismo. No importa que muchas de las crisis financieras se produjeran porque las tasas de interés, que establece el gobierno, eran bajas, sino importa que los empresarios eran los culpables. No importa que lejos de dejar que las empresas y los bancos corruptos perdieran, terminaran siendo salvados por el Estado (con dinero de los impuestos de los ciudadanos).
Cuando hay crisis, tiene que haber un culpable y en los últimos años, el populismo se encargo de que su enemigo directo, el libertarianismo, sea el malo en la película junto a todos los personajes libertarios. Esta malformación conceptual a lo largo del tiempo, ha llevado a que los individuos, vean al esfuerzo, mérito, libertad individual, como algo malo y egoísta, mientras que el asfixie impositivo (que tanto la población como las empresas pagan) para financiar la supuesta equidad que los populistas tanto desean, es algo bueno.
Sin duda para que este virus entre, tiene que ser creado y es en este caso que son dos creadores: por un lado, un líder, que frecuentemente es casi un dios para sus ciegos seguidores y por el otro un intelectual que logra colocar en palabra casi de víctima, las injusticias de la libertad de mercado y las bondades del Estado protector.
Esta combinación es peligrosa, ya que esas palabras, transmitidas por un líder carismático, han surtido resultado repetidas veces. Esto es así, ya que el populismo crease o no, es teatralidad, drama, conflicto y cuando estos están combinados con un enemigo o un culpable y un discurso de víctima, surge instantáneamente un líder salvador de ese drama.
¿Cómo curar el populismo? Esta pregunta, tiene una respuesta de dos competencias, una económica y una social, puesto que corregir una sin la otra, solo sería otro intento fracasado y el libertarianismo volvería a ser el malvado.
Desde la económica revisar el sustento vital del populismo, el Gasto Público, que ha sido inflado y utilizado, no para crear verdadera infraestructura y mejorar la salud y educación, sino para hacer política. Por tanto sería importante centrar el gasto en los verdaderos lugares donde el Estado tiene que estar y ajustar en lo que se utilice en política.
Esto debe ser hecho de shock, puesto que el gradualismo es solo la excusa política para seguir gastando. Como segundo paso, sería bajar la carga impositiva considerablemente ya que es la única manera de que el terreno para producir sea verdaderamente equitativo y competitivo. Finalmente, liberar las tasas de interés al mercado, para evitar nuevamente un vicio de tasas bajas y un endeudamiento barato para financiar irresponsablemente el gasto, entre otros problemas que traen, como crisis financieras.
Desde lo social, es imperativo que economistas, politólogos, profesores, periodistas, entre otros formadores de pensamiento y opinión, logren que el mérito vuelva a ser visto como algo bueno, que quien progresa en igualdad de condiciones, no sea visto como enemigo o un capitalista egoísta, sino como ejemplo.
El verdadero cambio de mentalidad, luego de 80 años de populismo, tiene que venir de la misma forma que este entró, por los poros, lentamente y en pequeñas acciones, con la única diferencia que no tiene que ser impuesto. El populismo al no tener evidencia real, tanto de su funcionamiento, como del mal funcionamiento del sistema contra el que lucha, impuso su ideología, con violencia y teatralidad. En cambio el libertarianismo, no necesito imponer ninguna ideología, su funcionamiento ha sido demostrado a lo largo de la historia.
Lo único que puede sacar lo mejor del humano, es la libertad individual y si todos explotaran la suya, sería mas que evidente que el Estado no tiene que regalar nada, solo ser un arbitro. Al populismo se lo contrarresta con emprendimiento.