Finalizábamos nuestra entrega anterior recordando la ambigüedad estratégica de Washington sobre Taiwán en la administración Obama, presentada a Beijing por el vicepresidente Biden como tacita promesa de lenta y tranquila entrega de Taiwán a Beijing, a cambio de la promesa de “un país dos sistemas”. Un empresario de Taipéi —con negocios en Hong Kong Shanghái y Shenzhen— me comentaba entonces que veía dos diferencias entre Taiwán y el continente, la valoración de la población taiwanesa de la democracia de Taiwán frente al brutal dictadura de Beijing y que consideraba a la mayoría de sus compatriotas, patriotas, mientras veía a los del continente ferozmente nacionalistas —patriotismo y nacionalismo, explicaba De Gaulle, además de diferentes son opuestos—. Tenía razón. Y por eso la mayoría de taiwaneses nunca creyeron la promesa de “un país dos sistemas” de una dictadura brutal que adoctrina a su población en un nacionalismo feroz. Entendieron antes que el resto que los chinos de “una China” no pueden ser nacionalistas feroces en apoyo a la dictadura que los sojuzga. Y tolerar “dos sistemas” mucho tiempo. Un país dos sistemas era queso en una trampa de ratones.
La paciencia de Beijing
Obama —y Biden— respetaron la línea roja de Beijing apostando a una rendición progresiva de Taipéi sin coste político en EE.UU. Y sí, políticos e intelectuales de Taiwán apostaron —en minoría— a lo mismo. Pero al aplastar Hong Kong la mentira de “un país dos sistemas” quedó expuesta. La administración Trump, al igual que la mayoría en Taiwán, no creía las promesas de Beijing. Y a finales de 2020 Mike Pompeo no solo pisó sino que desecho la línea roja, declarando que “Taiwán no ha sido parte de China” y que “eso fue reconocido con el trabajo que hizo la administración Reagan para diseñar las políticas a las que Estados Unidos se adhirió por tres décadas y media “. Para dejar claro el alcance real del asunto, despejando la ambigüedad estratégica, visitó oficialmente Taiwán un almirante de la Armada estadounidense de dos estrellas a cargo de la inteligencia militar en la región de Asia Pacífico. Beijing protestó y tomo nota del que lo que podía hacer con Obama era inimaginable con Trump. Sería cuestión de paciencia —y de esfuerzos de influencia en EE. UU.— para eventualmente recuperar aquél Washington complaciente con Beijing.
Biden ante Xi
Biden hará gestos conciliadores hacia Beijing, de eso no hay duda. Sobre Taiwán, Blinken promete que que Biden “intensificaría las defensas de la democracia de Taiwán al exponer los esfuerzos de Beijing para interferir”. Pero los taiwaneses recuerdan la posición real de Hillary Clinton hacia Taiwán como secretaria de Estado. Wikileaks reveló como en 2011 Clinton había respondido en un correo a Jake Sullivan, que abandonar Taiwán para favorecer gigantescos negocios con Beijing —concretamente la propuesta de Paul Kane en el New York Times: vender Taiwán a Beijing a cambio de la condonación de la deuda de USD $ 1.14 billones de con China, que Sullivan recomendaba a la secretaria Clinton– le parecía una idea inteligente. Públicamente ella declaraba entonces cosas similares a las de Blinken hoy, más ambiguas, pero muy similares. Y Es el mismo Sullivan nominado por Biden en seguridad nacional. Taipéi extrañara desesperadamente a Trump. Los taiwaneses poco esperan de Biden. Entienden que al nuevo partido demócrata de los EE. UU. no solo no le importa, sino que le importuna y desagrada la democracia en Taiwán. Pero todavía apuestan por la influencia estratégica en las nuevas alarmas sobre tecnología que se activan en EE. UU. La industria de semiconductores de vanguardia de la isla está estratégicamente vinculada a las principales corporaciones de tecnología de EE. UU. Si se toman finalmente en serio los efectos del robo de tecnología occidental por China, no debería caer jamás —cueste lo que cueste evitarlo— bajo el control de Beijing. Es lo único que forzaría a Biden —a contracorriente de las opiniones sobre China que prevalecen en su partido— a conceder —con renuencia— a Taiwán alguna protección efectiva.
El peligro para Asía Pacífico
Hay tres escenarios concebibles para Asía Pacífico bajo una administración Biden, uno es prácticamente imposible —concebible pero materialmente irrealizable— otro moderadamente positivo y posible, pero en un rango de probabilidad menor al de Trump asumiendo, in extremis, en enero un segundo periodo. El tercero —muy malo— es el casi seguramente veremos, en mayor o menor grado. El debilitamiento de la posición de EE. UU. en Asía Pacífico impuesto a los aliados por una administración de Biden que repita —y amplié— la pésima política de Obama. Todas las declaraciones de Biden anuncian eso, no otra cosa. Biden como Obama, hablara mucho y bien —aunque con menos elocuencia que su antiguo jefe— pero actuará poco y mal.
Washington en manos del actual partido demócrata —el primer partido socialista en el poder de la historia de EE. UU. Y uno con un ala de ultraizquierda marxista radical muy influyente en sus filas— no estará jamás a la altura de las élites políticas chinas —tecno-totalitarismo, manipulación de las reglas del comercio internacional, mercantilismo de elites para soportar económicamente al totalitarismo socialista en una economía parcialmente capitalista, capacidad estratégica e influencia ideológica a largo plazo, infiltración e influencia mediante la corrupción junto a la agitación y propaganda ideológica en occidente y el tercer mundo, alineamiento de las grandes corporaciones privadas chinas como agencias al servicio de totalitarismo dentro y fuera de —China y la posición de Estados Unidos en Asia-Pacífico se deteriorará significativamente. Taiwán debe encontrar la manera de ser parte estratégica indispensable en las excepciones a la complacencia con Beijing que las alarmas de las tecnológicas estadounidenses impongan a Biden. Y ver como integrase en una contención regional a China con el resto de una región que le había dado la espalda por los negocios con una China cuyo ascenso militar y agresividad creciente, la región —o al menos las más importantes economías de la región— ya entiende que tendrá que enfrentar. Es eso o rendirse.