En la entrega anterior llegamos al único punto en que una administración Biden no podría ser tan complaciente como Obama con el totalitarismo de Beijing. Blinken declaró que Biden estaba preocupado por el uso de tecnología para fortalecer el control autoritario de Beijing sobre la población. Quien sepa quién es Biden sabe lo poco que eso le preocupa realmente. Los derechos humanos en China —limpieza étnica uigur, persecución y exterminio Falun Gong, Laogai y control social tecno-invasivo sobre la población— le son indiferentes. Los derechos humanos a Biden le importan únicamente para manipular el concepto y usarlo como excusa de su agenda socialista para los EE. UU. Y globalista al exterior. En cuanto al tecno totalitarismo de Beijing, lo que realmente desearía Biden —Harris y la ultraizquierda demócrata más— sería usar esa misma tecnología contra los conservadores dentro de EE. UU.
Así que lo que estarían anunciando realmente es que no eliminarán completamente las restricciones de Trump contra tecnológicas chinas. Silicón Valey quiere mano de obra barata —y contaminar para bajar costes— en China. No competencia china en casa. El robo de propiedad intelectual y las transferencias forzadas de tecnología occidental es lo que único en que una administración Biden no puede complacer a China como Obama. Las tecnológicas estadounidenses ya sufren las consecuencias. Para complacer a su propia ultraizquierda Biden debilitará la política de Trump contra el espionaje tecnológico de Beijing mediante agentes camuflados —y voluntarios comprometidos— en programas de intercambio de estudiantes internacionales. Se complacerá él, su ultraizquierda, y a la general simpatía del socialismo demócrata, incluso moderado, con el totalitarismo de Beijing. Pero —a su pesar— con la alarma de algunas de las grandes tecnológicas —sin las que no habría llegado a la Casa Blanca— tendrá que limitar el acceso de estudiantes de la República Popular China a disciplinas tecnológicas críticas —y tecnologías estratégicas— de una u otra forma.
¿El fin de la contención en el arco de Pacífico?
Sumando las declaraciones de Biden como vicepresidente, la opinión prevaleciente en el nuevo partido demócrata y el historial de la administración Obama, con Biden el totalitarismo de Beijing finalmente habría logrado que Washington abandone la contención en el arco de pacífico. Es una posibilidad aterradora para países que apostaron al riesgo del pragmatismo comercial con China en el acuerdo regional de comercio, contando con EE. UU. para la contención de la proyección militar cada vez más agresiva de Beijing sobre el mar de la China meridional, el Pacífico y el Indico —y para contrarrestar la influencia política e ideológica del totalitarismo de Beijing— que alarma a los países asiáticos que más se habían aproximado al Washington de Trump, especialmente Japón, Corea del Sur y Vietnam.
El posible nombramiento de Michele Flournoy —subsecretaria del Pentágono con Obama— fue rechazado por el grueso del partido demócrata. La habrían combatido —incluso desde las calles— a la menor oportunidad —con cualquier excusa— la ultraizquierda del partido porque es autora de un artículo reciente en Foreign Affairs en el que afirmó que EE. UU. debe asegurar la capacidad de “destruir todos los buques y submarinos chinos en setenta y dos horas” para frustrar cualquier disuasión convencional de Beijing en el Mar de China Meridional. Biden optó por quien nada ha dicho sobre contención de China. Es imposible asumir que tomará en serio la libre navegación en los mares de China de la plataforma demócrata 2020. Una administración Biden daría declaraciones grandilocuentes sobre la persecución genocida contra los uigures en Xinjiang. Y la imposición del totalitarismo en Hong Kong. Pero sin medidas para presionar realmente a Beijing. Con Biden el fin total de la contención es un riesgo real. Y su debilitamiento —dejando caer la mayor parte del peso sobre sus aliados— el mejor escenario posible.
Taiwán traicionado
Traición y ambigüedad es lo único que Taiwán puede esperar de una administración Biden. Queda por ver si la puñalada en la espalda de Taipéi será mortal o no. Bajo Con Obama Washington cortejó a Beijing manteniendo una política de ambigüedad estratégica respecto a Taiwán. Washington está obligado por un tratado vigente a proveer a Taiwán los medios de su defensa efectiva ante la amenaza permanente de Beijing. La ambigüedad estratégica no niega que Taiwán sea parte de China —posición oficial de Beijing— pero no lo reconoce oficialmente. Mantiene el compromiso del tratado militar con Taipéi. Admite que China aspira a recuperar Taiwán por la fuerza militar. Y aunque no niega oficialmente que sea parte de China, asume ambiguamente que las fuerzas estadounidenses en la región deben disuadir a Beijing de intentarlo. La ambigüedad estratégica permitió a Obama dar vía libre el acoso diplomático de Beijing contra Taipéi, mientras fomentaba la cooperación y el intercambio a través del Estrecho. Hacia ver a Beijing que dejará a Taiwán en una posición en que tendría que rendirse ante Beijing a cambio de “un país, dos sistemas”. Pero prometía a Taiwán proveerle armas y disuadir a Beijing de la conquista militar de la isla. Los taiwaneses que jamás creyeron en las promesas de “un país dos sistemas” confirmaron que tenían razón cuando Beijing aplastó Hong Kong poniendo fin a su Estado de derecho mediante la violación de todas las garantías dadas a los ciudadanos de Hong Kong en el tratado firmado entre Beijing y Londres.
Para ser justos, la idea de la “ambigüedad estratégica” es de larga data y pasó por muchas etapas. Se remonta a Nixxon estableciendo relaciones con Mao. Y a la realpolitik de Kissinger. Pero llegó a su punto más bajo de complacencia con Beijing bajo Obama, aceptando como intocable la línea roja de Beijing sobre una China. Biden entonces declaró que ninguna cantidad de armamento enviado a Taiwán garantizará su seguridad y que únicamente intercambios y comunicación a través del Estrecho protegerán al status quo. Con Trump esa línea roja fue ignorada sin que Beijing pudiera hacer mucho. Pero de eso trataremos en la última entrega.