Para la mayoría de los economistas, entre los efectos de la pandemia en curso estará una profunda y prolongada recesión global. Que un shock real ocasione una recesión es improbable y atípico, no imposible. Pero tal recesión ocasionada sea profunda y prolongada requiere una acelerada e irresponsable expansión del gasto, y está pasando en la pandemia. Está muy lejos de limitarse a gasto –y crédito expandido– indispensables en la emergencia. Es bueno entender por qué vendrá lo que vendrá.
Expansión y gasto insostenibles
Mises explica que el ciclo se inicia cuando, en ausencia de aumento en los productos intermedios y sin posibilidad de alargar el periodo medio de producción, se establece una tasa de interés propia de un periodo medio de producción más largo. La lenta acumulación de capital hace que tiendan a consumirse medios de subsistencia antes que los bienes de capital empleados en la ampliación se transformen en bienes de consumo. La reducción de los bienes de consumo disponibles eleva su precio mientras caen los bienes de los bienes de producción.
Indica también Mises que el contra movimiento se refuerza porque la reducción del valor de cambio objetivo del dinero empuja la tasa de interés por encima del nivel que se exigiría de no haber modificación en el valor de cambio del dinero. Concluye que los bancos no pueden reducir continuamente la tasa de interés y poner a circular nuevos medios fiduciarios, y que por los inevitables cambios en la propiedad, la antigua relación entre los precios de los bienes de producción y los de consumo no se restablecerá. Así concluye Mises que “Algunos bienes económicos que podrían haber satisfecho necesidades más importantes se han empleado para otras de menor importancia” y únicamente “en la medida que pueda rectificarse la equivocación sufrida dirigiendo los recursos hacia un mejor empleo podrá evitarse la pérdida”.
El paradigma dominante en las facultades de economía tras la segunda guerra mundial fue una síntesis neo-keynesiana –la llamada síntesis neoclásica– que tropieza con la inesperada estanflación de los 70. Eso pone en evidencia la falta de relación entre la macroeconomía keynesiana y la microeconomía neoclásica que adoptaron simultáneamente el grueso de los economistas. La teoría del capital y el ciclo económico que –esquivando el desvío keynesiado de los años 30– mantuvo hasta el presente un coherente anclaje microeconómico de sus modelos macroeconómicos fue la de la Escuela Austríaca.
Camino a la recesión
Huerta de Soto prefiere exponer la teoría del ciclo por los efectos de la expansión crediticia sobre la estructura productiva mediante seis procesos microeconómicos que tienden a revertir los errores del auge artificial del crédito:
- Hay alza del precio de los factores originarios de producción –materias primas– porque el impacto monetario hace que los empresarios las demanden. Mientras la expansión crediticia crece a un ritmo muy superior al del ahorro crecen los precios.
- Suben los precios de los bienes de consumo, porque cuando el dinero llega a los empresarios, estos pagan a sus proveedores y así sucesivamente, termina llegando al bolsillo de los consumidores y si su la tasa de preferencia temporal no ha cambiado, siguen consumiendo y ahorrando en la misma proporción, con lo que el precio de los bienes de consumo sube. Además, mientras no se culminen los alargamientos de la estructura productiva a que darían lugar las inversiones en bienes de orden superior (y muchas no se culminarán jamás) se producen ralentizaciones por cuellos de botella que retrasan la llegada de los bienes de consumo. Lo que incide adicionalmente sobre los precios.
- Lo anterior hace que los beneficios empresariales de las empresas más próximas al consumo empiecen a crecer más rápidamente que los de las inversiones emprendidas con la expansión crediticia, una clara señal que empieza a hacer titubear a los empresarios.
- La subida del precio nominal de los bienes de consumo supone una bajada en términos relativos del nivel de los salarios reales, con lo que a los empresarios les deja de interesar invertir en el margen en la misma proporción en capital y comienzan a contratar en términos relativos más mano de obra, en algunos casos más turnos y en otros más personal por turno, y esto tiene un efecto letal sobre la demanda de los bienes de capital que en última instancia van a producir las etapas financiadas por la expansión crediticia.
- Y entonces llega la temida subida de los tipos de interés. Porque la expansión crediticia se inyecta en el sistema por medio del sistema bancario, orquestada por los bancos centrales reduciendo el tipo de interés que se pide y con él, el resto de condiciones periféricas para conceder préstamos. Pero cuando ya se inyectado la expansión crediticia y comienzan a subir los precios, Huerta de Soto destacará que el tipo de interés tiene una componente de riesgo y otra por inflación esperada que hacen que los tipos de interés empiecen a subir, ya que ante la pérdida de poder adquisitivo de la unidad monetaria los prestamistas deberán añadir un componente de inflación a fin de cobrar la misma tasa de interés real. Como Hayek demostró en 1937, la inversión en bienes de capital genera una demanda adicional autónoma de ulteriores bienes de capital de carácter complementario, pues los empresarios asumirán tasas de interés más altas para terminar los alargamientos antes de tener que asumir directamente el fracaso de proyectos en los que comprometieron prestigio y grandes volúmenes de recursos .
- La conjunción de los cinco anteriores efectos implica que aparezcan pérdidas contables en las etapas relativamente más alejadas del consumo. El contraste con los beneficios que se obtienen en las etapas más próximas al consumo. Así se revela la magnitud de los errores empresariales forzando la paralización y liquidación de las malas inversiones, desplazando recursos de las etapas más alejadas del consumo hacia las más próximas al mismo. La burbuja del boom estalla cual vil burbuja de jabón.