Cuando el Irgún respondió a la toma de la Agencia Judía de Palestina –y arresto de 2.500 judíos– por la ocupación británica con un atentado terrorista contra el comando de inteligencia británica –en el Hotel Rey David de Jerusalem– en 26 de Julio de 1946, el grueso de la izquierda occidental apoyaba –activa o pasivamente– a los sionistas.
El gobierno británico sigue negando el aviso para desalojar el Hotel. Israel destaca que los mandos militares británicos lo ignoraron en la placa que conmemora el atentado. La legación francesa admitió la advertencia de la que notificó a los británicos. En 1946, el grueso de los intelectuales y activistas de la izquierda occidental –muchos para esconder, desde su antisemitismo hasta sus simpatías por el nacionalsocialismo alemán de pre-guerra– apoyaban el establecimiento del Estado judío independiente en el protectorado británico de Palestina. Coincidían desde los comunistas siervos de Stalin –con sus tontos útiles– a trotskistas y variopintos socialistas occidentales.
En 1946, el grueso de intelectuales y activistas de izquierda occidental, aplaudían o excusaban el atentado. Afirmaban que el aviso del Irgún fue ignorado por los británicos. Hoy es raro encontrar un intelectual o activista de izquierda que no afirme lo contrario. Coincide el grueso de la intelectualidad occidental hoy en su fanático rechazo a Israel. La izquierda europea es toda anti israelí. De EE.UU. no toda, pero sí gran parte. Entre la mal llamada derecha, depende de mantener o no la juedofobia.
Pero Israel empieza como proyecto socialista. De ahí el apoyo soviético –y por consecuencia de toda la izquierda occidental– La mayoría de sus fundadores buscaron establecer un radical colectivismo socialista con los kibutz. El Estado de Israel ha sido un éxito. Un éxito la sociedad, democracia, cultura, ciencia, ejército y economía israelí– Pero su experimento socialista fue un inevitable fracaso. Que pudo haber dado al traste con el propio Israel.
En Moscú estimaron que –aunque peculiar– el socialismo israelí era suficientemente anticapitalista para –más pronto que tarde– gravitar hacia la Unión Soviética –esperaban una cabeza de puente filo soviética contra las potencias coloniales en oriente medio– La fantasía de la izquierda occidental hoy, es que Israel se fundó como una “cabeza de puente” del capitalismo y los intereses de las potencias occidentales.
Y que expulsó a las árabes palestinos. La realidad es que Stalin confiaba en lo contrario. Y que tras la declaración de independencia del 14 de mayo de 1948 –el Gran Muftí de Jerusalén– y los gobiernos de países árabes fronterizos pidieron a los árabes palestinos abandonar temporalmente Israel. Invadirían y “echarían a los judíos al mar”. Gran parte del armamento con las que los israelíes ganaron la guerra se los vendió Checoslovaquia por orden de Stalin. Al no proclamarse jamás el Estado árabe palestino del acuerdo de la ONU. Y ocupar Israel en una guerra defensiva parte de su territorio. Se estableció una línea demarcación internacionalmente admitida. La línea verde.
Las nada pacíficas “marchas por el retorno” de los árabes palestinos de Gaza exigían regresar a los pueblos y aldeas que abandonaron sus bisabuelos. Acusan a Israel de expulsar a sus antepasados. Pero salieron voluntariamente a petición de sirios, egipcios y jordanos que les prometieron invadir Israel. Y borrarlo del mapa. Israel retuvo el territorio asignado en el plan de partición de la ONU. Y se hizo de parte de lo que habría sido el Estado árabe-palestino. Que nunca se llegó a proclamar. En 1967, una nueva coalición de países árabes intentó otra invasión. Fracasaron nuevamente.
Y nuevamente salieron árabes palestinos hacia Jordania, Egipto y Líbano. La OLP fue expulsada de Beirut –ya antes de Jordania– y se instaló en Túnez hasta que en los acuerdos de Oslo Israél le permitió fijar sede en Ramala. La ANP renunció formalmente a los territorios tras la línea verde. Renunciaron al “derecho al retorno” formalmente. Como antes renunciaron materialmente a proclamar un Estado propio al tiempo que se proclamaba el de Israel.
Que quienes hoy gobiernan Gaza sean en realidad grupos terroristas –en ejes de negocio con un crimen organizado transnacional ideologizado– y que la población árabe palestina sea adoctrinada para atribuir sus males única y exclusivamente a Israel es el negocio de sus políticos.
Los mitos de la propaganda que difunde la izquierda occidental sobre Israel y la causa palestina pretenden ocultar y negar –nunca explicar– las verdaderas causas del éxito judío israelí y el fracaso árabe palestino.
Quienes viven en la miseria de una Gaza atestada y semi-bloqueada, son –porque demasiados desean serlo– un peligro para los israelíes a quienes desean exterminar. El odio y el resentimiento de su impotencia se traducen en fanatismo. Y terrorismo irredento apoyado hoy desde el eje de Irán. Ayer las fuentes de apoyo eran otras. Pero hoy, como ayer, los Israelíes tienen demasiados ejemplos de cómo los exterminarían si pudieran “borrarlos del mapa”.
Los árabes palestinos son más víctimas de sus dirigentes políticos, y de los políticos de los países árabes, que de Israel. Sus dirigentes creyeron alguna vez superando por mucho en crueldad y sangre al Irgún lograrían “echar a los judíos al mar”. O al menos recuperar el Estado propio prometido por la ONU que no se molestaron en proclamar.
Los políticos del mundo árabe nunca apoyaron aquel nuevo Estado árabe palestino independiente. Prometieron tres veces acabar militarmente Israel. Y tres veces fracasaron miserablemente. Unos y otros engañan generación tras generación a los árabes palestinos hasta hoy. Hacerlo les resulta buen negocio.
Lo contrario puede costarles el poder. Y la vida. Por finalizar con el ejemplo más simple: Los tres grandes puestos fronterizos de Gaza son Erez, Karni y Rafah. Dos con Israel. Uno con Egipto. Con Israel están normalmente abiertos –excepto tras ataques en la frontera– Con Egipto esta normalmente cerrado. Viajar de Gaza a Israel es difícil. De Gaza a Egipto, casi imposible. ¿Quién bloquea entonces Gaza?