En 1939 –a falta de TV– los niños de un país más prospero que el promedio como EE.UU.–incluso en la gran depresión–disfrutaban seriados de matiné en los cines. Películas de vaqueros, fantasía y ciencia ficción –con personajes de historietas y por capítulos de estreno semanal– en cines de pueblos y ciudades. Killer Kane era el villano del seriado de matiné de 1939, Buck Rogers de Estudios Universal. Buck Rogers aparece en historietas desde 1928, y reaparece en la TV de la década de los ‘80. Pero únicamente el Killer Kane de 1939 –villano al que enfrenta un Buck Rogers del temprano siglo XX en pleno siglo XXV– era un supercriminal, en un mundo en que criminales dominan los gobiernos mediante superbandas del crimen organizado. Distopía de la que Killer Kane emerge como dictador supremo del planeta. Aspirando a la conquista de un civilizado Saturno.
La idea del crimen organizado apoderándose de gobiernos en 1939 fue lo más sofisticado de aquellos ingenuos seriados de ciencia ficción de bajo presupuesto, poca ciencia y mucha aventura. Durante la prohibición del licor, un violento crimen organizado y corrupción gubernamental se extendieron. Antes del fracaso del “noble experimento” –substituido por la nueva escalada del histórico fracaso de la prohibición de drogas– los gánster del licor eran personajes conocidos. Incluso los niños sabían que tenían poder e influencia política.
Killer Kane carecía de discurso ideológico –sería demasiado para un matiné de los ´30– Pero mostraba practicas totalitarias –censura, persecución de disidentes, campos de trabajo forzado, lavado de cerebro, cierre de fronteras– de crudo estilo del socialismo soviético. Y fuera del cine, notemos que sin actividad criminal para su financiamiento regular, el proscrito partido comunista ruso jamás habría estado en condiciones de derrocar al gobierno parlamentario de Kerensky. Asaltos a bancos –y otras actividades criminales– financiaron partidos clandestinos –y marxistas legales– todo el siglo XX. De Lenin y Stalin a Mujica, el gansterismo es parte de la historia del marxismo.
Pero el crimen organizado mueve cada vez más dinero en el mundo. La corrupción más peligrosa es la asociada al lavado del dinero criminal. Mover capitales para invertirlos en la actividad criminal organizada y lavar las ganancias para legitimarlas en frentes legales son sus dos caras. La corrupción política asociada al crimen organizado será más –por mucho– donde más débil sea la institucionalidad. Y más proclive la cultura a complicidad y admiración por la riqueza mal habida.
Hay tres factores que de finales del XX a principios del XXI confluyen en la novedad política del un ideologizado crimen organizado billonario en clave revolucionaria:
- Con arrogante desconocimiento del orden espontaneo de economía y sociedad, políticos de las grandes potencias sobredimensionan y fortalecen al crimen organizado mediante la escalada de la fallida guerra a las drogas.
- Políticos con aspiraciones totalitarias –en partidos marxistas legales o ilegales, alzados en armas o no– van cambiando los viejos robos de bancos y secuestros extorsivos por el narcotráfico como fuente primaria de financiamiento. Los viejos revolucionarios eran asaltantes y secuestradores locales, con discurso ideológico y proyecto político totalitario marxista. Los nuevos pasaron de bandidos a multimillonarios mafiosos transnacionales, con discurso ideológico y proyecto político totalitario marxista.
- Con tomar el poder los viejos bandidos revolucionarios, obtenían muchos más recursos que en su actividad criminal. Es diferente para los nuevos. Forman parte –o están cerca– de redes internacionales del crimen organizado –narcotráfico, tráfico de personas, tráfico de armas y terrorismo– vinculadas a su ideología y objetivos políticos que manejan más recursos que la mayoría de Estados soberanos. Y cuando gobiernan debilitan inevitablemente la economía con socialismo. Era de esperar que eventualmente manejasen Estados soberanos bajo dictadura como agencias del crimen organizado internacional.
Quienes mediante la prohibición crearon el más grande negocio criminal imaginable, eventualmente notaron que el crimen organizado –al confluir con organizaciones ideológicas, totalitarias y terroristas– controlaría –con dictaduras revolucionarias– Estados soberanos. Gobiernos –Bancos centrales, moneda soberana, diplomacia, policía, fuerzas armadas y empresas de Estados– en redes del crimen organizado internacional. Y la nueva amenaza de unos “Killer Kane” reales –y revolucionarios– se materializó.
Paralelamente a los revolucionarios, políticos de Estados bajo legalidad tomaron nota del potencial del crimen organizado a la escala internacional de narcotráfico. EE.UU. con la Ley R.I.C.O. tipificó como delito conspirar en organización interestatal para cometer delitos y/o beneficiarse de ellos. La idea se hace multilateral con los acuerdos de la G.A.F.I. en Naciones Unidas. Para un poder de perseguir internacionalmente el crimen organizado internacionalmente recayendo en los Estados, acordado en, pero sin pasar por, multilaterales; Washington impulsó la Convención de Palermo. Incluso la persecución judicial de redes políticas internacionales organizadas para la corrupción tradicional –sobreprecios, comisiones ilegales e intercambios de favores en contratos públicos– puede emplear hoy esas herramientas. Y finalmente, políticos e intelectuales influyentes comienzan a notar los nuevos peligros que implica la confluencia ideológica del crimen organizado a la escala actual, con organizaciones terroristas y fuerzas políticas legales de ideología totalitaria.
El peligro de esa confluencia en Venezuela se evidenció en 2016. Citibank dejó de prestar servicios al Banco Central de Venezuela, otros bancos del Estado venezolano, y PDVSA por “revisión de riesgo”. Significa que consideró a transacciones que realizaba para el Estado venezolano sospechosas de legitimación de capitales del crimen organizado. La primera alianza internacional del chavismo fue con una mafia del narcotráfico –extorsión y secuestro– terrorista y marxista en armas: las FARC. Y es la confluencia de la que hablamos lo que explica por qué, el absurdo acuerdo de paz Santos–Timochenko no ha traído paz, sino más violencia a Colombia –y un nuevo frente legal a las mismas FARC– Para nuestra desgracia, Venezuela sería el primer caso de esa confluencia controlando completamente, mediante la dictadura –escasamente disimulada– un Estado soberano.