El choque entre hiperinflación y tarifas reguladas del transporte público a cargo de autobuses privados —con socialista escasez de repuestos y lubricantes en un país petrolero— causa largas esperas del autobús.
Ahí, un viejo caraqueño insistía en que ya casi no vemos a los pedigüeños que abundaban antes. Están ilegales en Colombia afirmaba. Buscavidas y delincuentes van hoy de Venezuela a Colombia, entremezclados como sus pares colombianos venían entre la gente decente que llegaba de Colombia a la prospera Venezuela del pasado.
Y por esos tratan mal a todos, concluía el que comentaba. Lo que mismo escuchaba hace 30 años de mis amigos colombianos en Venezuela. Sin diferencias culturales o religiosas importantes, la xenofobia se alimenta de dos opuestos:
- La presencia de extranjeros en la pobreza, sin capacidad aparente de superarla por sus propios medios, entre los que se hagan notar delincuentes y vividores.
- La competencia de extranjeros con formación, experiencia —e incluso capital— especializado del que carezcan locales para competir con ellos.
El pasado fin de semana graduábamos a los egresados de nuestra Doble Diplomatura en Economía de la Escuela Austríaca (Programa de la Universidad Monteávila, el CEDICE Libertad y el Centro de Economía Política Juan de Mariana de Venezuela). La mitad de los egresados ya estaban fuera de Venezuela.
La mayoría de los restantes lo estarán pronto. E incluso para los que no se van, lo mejor de su carrera profesional está fuera de Venezuela. Afuera sus mejores clientes. Adentro sus peores problemas. Pero a diferencia de los buenos y malos que comentaba el viejo caraqueño en la espera del autobús, entre éstos profesionales que también se van, apenas uno emigró a Colombia.
Colombia y Venezuela comparten cultura e idioma. Tenemos menos diferencias —aunque existan y cuenten— que similitudes. Fue muy numerosa la emigración (legal e ilegal) de colombianos a la antes próspera Venezuela.
Como son numerosos —tras el empobrecimiento ocasionado por la revolución socialista en Venezuela— venezolanos desesperados emigrando (legal e ilegalmente) a una Colombia de modesto crecimiento económico.
En la segunda mitad del siglo XX, Venezuela disfrutó un fuerte y prolongado crecimiento que atrajo inmigrantes europeos. Aquella Venezuela próspera y cosmopolita estaba condenada desde que sus políticos e intelectuales adoptaron los mitos malsanos, de socialismo, teoría de la dependencia y con ella, sustitución de importaciones.
Hoy —socialismo mediante— sufre Venezuela aproximadamente 80 % de pobreza —más de 50 % de pobreza extrema— en la mayor hiperinflación del planeta.
De una Venezuela al borde de la hambruna huyen los mejores y los peores. No exenta de xenofobia, la desaparecida Venezuela a la que emigraban aquellos colombianos de ayer, demandaba de una u otra forma toda su oferta trabajo. La mano de obra que le llega ahora de Venezuela, es algo que ni quiere ni puede emplear tan ampliamente la Colombia a la que hoy huyen éstos venezolanos.
Migrantes serán problema u oportunidad. Problema dónde, por cualquier motivo, no se integren productiva y pacíficamente. Oportunidad, única y exclusivamente, donde existan condiciones económicas y jurídicas apropiadas. No existen en Colombia.
Los colombianos de ayer se establecían en una Venezuela que atraía e integraba numerosos inmigrantes —mis padres llegaron de España en los años 50— de Europa y Asía. Los venezolanos hoy huyen a una Colombia que nunca integró inmigrantes. En la huida masiva hay de todo, de profesionales y obreros calificados, a delincuentes y vividores. Y los últimos, se hacen notar más que los primeros.
Colombia tiene una economía poco abierta, crecimiento moderado, gasto público creciente y serios peligros políticos. Ven libertarios amigos colombianos —contrarios a la xenofobia anti-venezolana— la torpeza de no emplear profesionales y trabajadores calificados.
Tienen razón. Justamente porque junto a esos profesionales desperdiciados, llegan delincuentes e incapaces. Sorprende a otros amigos colombianos que la xenofobia contra colombo-venezolanos sea mayor que contra venezolanos. A mí no. Con dos nacionalidades sé que al xenófobo le ofende especialmente sufrir entre los que considera extranjeros indeseables a los que la ley le imponga como connacionales.
En el mejor interés de Colombia, libertarios colombianos se oponen al irresponsable “muro” de Santos. Pero como van las cosas, de los venezolanos más capaces no quedarán en Colombia sino los menos. Colombia es para venezolanos que intentan llegar a Perú, Chile, o Argentina, lo que México para centroamericanos que intentan llegar a EE.UU.
Los venezolanos que emigran desesperados, si son capaces atravesaran de una u otra forma Colombia para llegar a donde tendrán la oportunidad productiva que no tienen en Venezuela. Ni en Colombia.
Quedarán en Colombia los más de los menos capaces. Y entre ellos, los vividores y delincuentes que el socialismo que gobierna Venezuela estimuló y consintió. Y ya no puede mantener. Los que regresarán por la ventana cuando los saquen por la puerta.
La tragedia de la xenofobia en la presente circunstancia, es que materializará sus temores como profecía auto-cumplida.
Y para desgracia de venezolanos y colombianos, no es lo peor que pueda ocurrir. Colombia y México están hoy más cerca que nunca de elegir a quienes —aunque ahora lo nieguen— representan las ideas que hundieron a Venezuela en la miseria.
En las circunstancias de México es difícil —aunque no imposible— que una presidencia de López Obrador fuera mucho peor que una repetición de López Portillo, algo de lo que México se recuperaría en poco más de diez años.
Pero de alcanzar el poder Petro (ficha del Foro de Sao Paulo) en Colombia, la destrucción material y moral muy fácilmente puede ser tan profunda como en Venezuela. Y más rápida que en Venezuela. Que una mayoría irresponsable arrastre democráticamente a todos al abismo es un peligro contra el que de poco, o nada, sirve el ejemplo de quienes ya lo vivimos.
Así que la tragedia humanitaria de los migrantes venezolanos, especialmente en Colombia —con la auto-cumplida profecía de la xenofobia— la capitalizarían políticamente los aliados colombianos de quienes han hundido a Venezuela en la miseria para reinar sobre ruinas.