La Plataforma per l’Autonomia de Barcelona es una organización que respondía desde el año 2015 al separatismo catalanista con un espejo humorístico de separatismo barcelonense. Sus lemas eran copia de los del separatismo trastocando Cataluña por Barcelona y España por Cataluña. “Barcelona no es Cataluña” y “Cataluña nos roba”. En perfecto espejo de la propaganda separatista, y con números más impresionantes de expolio fiscal, argumentaban el derecho de Barcelona a gestionar sus propios recursos al margen de la Generalitat catalana. El espejo era humorístico, pero los números reales. Barcelona y su área metropolitana aportan aproximadamente el 87 % de los ingresos de la Generalitat y reciben aproximadamente el 59 % del gasto fiscal de la autonomía. El argumento fiscal es idéntico al separatista, pero la diferencia entre lo aportado y lo recibido resulta muchísimo mayor.
Tabarnia, se presentaba como un proyecto de nueva autonomía que uniría Barcelona y Tarragona separándose de la autonomía Catalana. Pero es cierto que la viabilidad de esa hipotética tabarnia como autonomía dentro de España es mayor que la de Cataluña como república independiente fuera de España. Y por consecuencia de la Unión Europea. Y es cierto que la mayoría de los votantes de Barcelona y Tarragona –industriales, turísticas y cosmopolitas– han votado contra el independentismo catalanista. Que el interior rural tradicional ha votado al separatismo. Como que las mayorías parlamentarias de partidos independentistas se originan en sobre-representación del voto rural. Las zonas en que se concentra el voto separatista requieren menos votos para elegir a un diputado. Sobre representación común a otras autonomías de España. Y otros países de Europa. Pero que en este caso sobre-representa un crispante voto separatista.
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La intervención del gobierno central en la autonomía catalana, tras la declaración unilateral de independencia, la huida del presidente regional a Bélgica, el encarcelamiento y enjuiciamiento de los líderes del separatismo, fueron seguidos de rápidas elecciones regionales en las que el partido más votado es Ciudadanos –firme oposición al separatismo. Fundado en Cataluña como respuesta política a la hegemonía separatista– Pero una mayoría de diputados regionales sigue en manos de partidos separatistas que formarían gobierno. Y “un paso atrás dos adelante” seguirían impulsando la independencia desde el abuso de recursos y competencias del gobierno regional. La crisis política en cuanto tal, sigue intacta tras el proceso electoral. La polarización de Cataluña no menos.
Durante años, la hegemonía separatista en el gobierno, los medios y la educación regionales invisibilizó una Cataluña española. Materializaron un apartheid sociopolítico contra quien osara discrepar del separatismo. Cataluña es el único lugar de Europa en que un presidente de un parlamento regional se atreve a afirmar en el mismo que la líder de un bancada de oposición NO tendría “derecho” ni legitimidad, porque la familia de la misma tenía décadas en la “nación” en tanto la de él, incontables generaciones. Es un nacionalismo de “tierra y sangre” xenófobo y racista.
Y es por eso que lo que empezó como un espejo humorístico amenaza con ser más. Tabarnia es el espejo de un proyecto separatista. Pero ese proyecto separatista puede llegar a ser viable en algún momento.
El anunciado apoyo y aceptación de la Unión Europeo ilusorio. La realidad es que España puede materialmente intervenir la región con apoyo de poco más o menos la mitad de sus habitantes contra del separatismo. Pero también que mantener esa intervención sería políticamente costoso para un gobierno muy escaso de apoyos y corto de miras. Así las cosas, lo que en el 2015 fue humor político, a finales del 2016 y principios del 2018 amaga con llegar un proyecto político. La Cataluña rural en efecto votó mayoritariamente al separatismo catalanista, y a plena conciencia de los costos reales de esa independencia. En unas elecciones que se limitan a elegir un gobierno regional que no puede salirse de un marco constitucional que no prevé mecanismo electoral alguna para la secesión pacifica de una región; pero cuyo contenido político era claramente plebiscitario sobre la independencia. Quedó claro que poco menos de la mitad se empeña en la independencia a cualquier costo. Y poco más de la mitad se opone a esa independencia a cualquier precio.
Poco menos de la mitad formaría gobierno por su sobre-representación electoral. Y poco más de la mitad, concentrada en Barcelona y Tarragona, comienza a tomarse en serio a tabarnia como garantía de seguir en España y la UE. Y de aislarse de los efectos económicos del separatismo catalanista. Lo que hace un año era humor político amenaza con llegar a proyecto político. La solicitud en línea por tabarnia, tras la falta de solución electoral real a la crisis, acumuló en pocos días cerca de 100.000 firmas y se transformó en la novedad noticiosa del principio del 2018 en España. En tanto la amenaza separatista sea seria, la ironía de tabarnia luce menos como un espejo incomodo, que como solución política, económica y administrativamente factible para quienes no están dispuestos a quedar bajo el imperio de la República de Puigdemont y Junqueras. No sería la primera vez que un separatismo engendra otro en su interior.