Joan Manuel Serrat –símbolo izquierdista y cantante de éxito– pasó de ejemplo de catalanidad a fascista tras señalar el supremo tabú del independentismo. Atacó a Rajoy y dio por bueno el mito represivo. Pero reclamó a Puigdemont que antes de “enviar a todos los catalanes al limbo de la tierra prometida de la independencia” les explique “los costos que va a representar ir al cielo”. Y sí, esa independencia tendría muy alto costo para el ciudadano común.
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De Pujol y Mas a Puigdemont, los líderes del separatismo catalán prometen lo imposible: la recién proclamada república catalana ingresando automáticamente en la Unión Europea. Ingresar requiere la venia de todos los Estados miembros, incluyendo España, se pueden vetar nuevos ingresos. Y es doctrina no incorporar a quienes se hubieran separado de Estados miembros violando leyes vigentes. Supongamos mágicamente desaparecidos, la resistencia de Estados con problemas separatistas y el veto español, aún así no se puede incorporar a la Eurozona un Estado sin ciertos requisitos fiscales. Cataluña fuera de España y la UE sufrirá una recesión que afectará a toda Europa, pero no hay solución política o financiera para una incorporación automática. Las declaraciones de cualquier líder de la UE dejan claro que, fuera de círculos independentistas catalanes, nadie lo cree posible. La república que sueña proclamar Puigdemont tendría dos opciones si materializare de hecho esa independencia contra el interés político de la UE, la voluntad de media Cataluña y casi todo el resto de España.
- Empezar fuera de la Eurozona, manteniendo el euro y aspirando a incorporarse tras años de negociaciones. Teniendo entre tanto una banca sin la cobertura del Banco Central Europeo y pagando aranceles para exportar a la UE.
- Olvidar inicialmente la incorporación y emitir una moneda catalana fuertemente devaluada para licuar el déficit y compensar los aranceles.
La crisis de deuda soberana, la crisis bancaria en Malta, los repetidos rescates de Grecia, el Brexit y la fragilidad no resuelta de la banca italiana señalaron las dificultades de la muy sobre-regulada Unión Europea y su moneda única. La independencia catalana sería peor.
La factura de la independencia
¿Quién gobernaría la nueva república y como gestionaría la inevitable recesión? Ante la amenaza de proclamar la independencia ya retiraron su sede de Cataluña grandes empresas cuya capitalización bursátil suma EUR€85 mil 813 millones, equivalentes al 40% del PIB catalán. Muchas que no cotizan en bolsa hicieron lo mismo, incluyendo empresarios que apoyan al separatismo. A corto plazo el mejor escenario realista de la Cataluña independiente es un Kosovo de 7 millones de habitantes con alto nivel de vida en una economía que se contraería cerca de 30%. Nada impediría al nuevo Estado declarar de uso legal en su territorio al Euro, pero como admiten la mayoría de los economistas independentistas, la contracción económica inicial sería severa. Optimistas prevén un año y medio o dos de recesión. Pesimistas un par de décadas para recuperar el nivel previo a una secesión.
El gobierno autonómico catalán ya tiene elevado déficit; como Estado independiente enfrentaría un incremento de gastos con caída de actividad económica. Hasta que comenzó la huida de empresas contaban con los EUR€9 o 10 mil millones anuales con que contribuyen a la financiación autonómica. Ahora está claro que no tributarían en esa Cataluña independiente muchas de las empresas que hacen a Cataluña lo que es. Suponiendo al gobierno español inexplicablemente atado de manos, queda la extorsión. “España acepta la independencia y negocia, o Cataluña impaga la deuda pública que le corresponde y el Estado español, con toda la deuda y sin el 20% del PIB aportado por Cataluña sería insolvente”. Malo para España, requeriría un rescate Europeo, catastrófico para Cataluña, se le cerraría el crédito e inversión. De llegar a existir, el nuevo Estado podría repudiar cualquier deuda. Los políticos griegos amagaron impagos y abandono del Euro y la UE en 2012 y 2015. Se retractaron porque los costos eran intolerables. Únicamente reconocida por todos los Estados de la UE, incluyendo España, podría aspirar Cataluña a acuerdos económicos con la UE, similares a los de Noruega o Suiza.
Sería un Estado con deuda pública de entre el 120 al 160% de su PIB, un déficit estructural sin equilibrar en 5 años, sin moneda propia, ni financiación del BCE; su deuda carecería de la calificación crediticia de la Eurozona, sufriendo fuga de capitales, empresas y trabajadores, materializar una declaración de independencia forzaría al control de capitales; España y Francia aplicarían aranceles. Para la industria instalada en Cataluña, especialmente la automotriz, el mercado interno es minúsculo y la amenaza de aranceles incosteable. Su banca carecería de reservas para hacer frente a retiradas masivas de depósitos, el fantasma del corralito. Por eso grandes bancos catalanes huyeron. La banca de reserva fraccionaria no tiene liquidez para retiros inusuales sin banco central. Cataluña independiente únicamente tendría banco central emitiendo su propia moneda; financiaría el déficit, a costa de destruir el valor de los ahorros de los catalanes y cortar una gran parte de sus salarios y pensiones reales, pero exportarían a España y Francia compensado aranceles con devaluación. Si no inician una deriva inflacionaria para contener los efectos políticos de esa devaluación. Es el coste del paraíso independentista. Una recesión profunda y prolongada para aferrarse al Euro o una brutal devaluación. Los catalanes pagarían su independencia con un empobrecimiento que no esperan.
Media Cataluña se opone a la independencia. La otra mitad se niega a ver lo que costaría llamando fascista a quien lo señale. En el improbable caso de materializar, entre discursos y negociaciones, una independencia en esas condiciones, Cataluña destruiría su prosperidad. Peor, la inesperada contracción económica y fragilidad fiscal iniciarían una inestabilidad política que encogería mucho mucho más la economía catalana. Y no creo que esa independencia se materialice. Pero me temo que el enorme daño que la irresponsabilidad separatista ya causó a la economía catalana lo veremos completo cuando el polvo se asiente.