Dicté por un par de semestres a estudiantes de Gerencia una materia que pudo llamarse “factores económicos y políticos internos y externos causales de los eventos clave de la historia contemporánea”, pero se denomina simplemente visión contemporánea. Busqué transmitir que las causas de eventos históricos no se limitan al lugar en que ocurren, que la ideología y política son juegos complejos y que si bien hay un orden espontaneo en la sociedad a gran escala, producto de la acción mas no de la voluntad de los hombres, lo afectan las interferencias voluntaristas que atacan en nombre del poder y la política al derecho y la propiedad. Comprender la historia ayuda a entender el presente y que no existen leyes deterministas de la historia para explicarla.
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El bloqueo a los puertos venezolanos por una flotilla conjunta británica, alemana e italiana con apoyo diplomático de España, México, Holanda y Bélgica. Al declarado propósito de cobrar deudas e indemnizaciones que el gobierno de Cipriano Castro se negaba a pagar. Entre 1902 y 1903 destruyó la mitad de la minúscula flota de guerra venezolana, ocupó el principal puerto y bombardeó dos fuertes costeros. Castro respondió con grandilocuentes discursos nacionalistas, pero se vio obligado a colocarse bajo la protección de los EE.UU. Todo concluyo en una mesa de negociaciones en Washington. A la doctrina Monroe se adjunto el corolario Roosevelt. Y si, como señaló la leal oposición de su Majestad al Primer Ministro Balfour, lo que pretendió junto al imperio alemán fue forzar presencia militar en el Caribe para influir en el entonces futuro canal de Panamá. Fue un fiasco. Se reafirmaron los EE.UU. como potencia ductora del hemisferio que no permitiría otra potencia en el Caribe. Al menos, hasta que muchas décadas después Fidel Castro colocó su dictadura bajo protección soviética y el débil gobierno de Kennedy falló en neutralizarlo
Como Castro otorgó a los soviéticos aquella inesperada oportunidad en la volátil guerra fría. Hugo Chávez le regaló a Fidel Castro una inesperada y rica neo-colonia para una Cuba empobrecida por el socialismo. Justo al borde de la hambruna tras la pérdida de subsidios que sufrió por el colapso soviético. La megalomanía del anciano dictador antillano llegó a soñar una nueva URSS mediante el control del Foro de Sao Paulo y la estrategia del socialismo del siglo XXI. Con un inusualmente largo ciclo de altos precios de las materias primas y su influencia sobre la izquierda global, los gobiernos adscritos al socialismo del siglo XXI se extendían por Sudamérica. Intentaban la revolución socialista desde gobiernos democráticamente electos, mediante la desarticulación populista de la institucionalidad burguesa y el progresivo control que permitiría establecer eventualmente la dictadura y avanzar al totalitarismo. Venezuela es el único país en el que llegaron a la dictadura. El declive empezó en Honduras. Lo peor fue que perdieron Argentina y Brasil. Pero transformaron a las FARC en el partido legal más rico de Colombia. Todavía escasamente popular. Pero con el privilegio de nombrar senadores y diputados censitarios, exentos de la molestia de ser electos.
Lo mayor ambicioso del sueño megalómano murió en Europa. Y el proyecto político continental del Foro de Sao Paulo pasa por su peor momento. Pero está lejos de morir. La influencia de la Habana en la destruida Venezuela de hoy es mayor que en otros países todavía adscritos al socialismo del siglo XXI. Raul Castro todavía puede ver las derrotas ya sufridas, y las que vendrán, como un paso atrás que eventualmente le permitirá dos adelante. La administración Obama funcionó como lo más parecido a un aliado que ha podido tener la tiranía de los Castro en Washington. La presidencia de Hillary Clinton les prometía más, mucho más, de lo mismo. Pero los cisnes negros aparecen y las elecciones las ganó Trump. La administración Trump adopta una doctrina de política exterior completamente nueva. Que muchos analistas se muestren tan reacios a estudiar las implicaciones del realismo con principios como nueva doctrina de política exterior de la primera potencia del planeta deriva de de la gigantesca pataleta infantil con que el grueso de la academia, intelectualidad, medios y figuras del espectáculo de los EE.UU. Europa y Latinoamérica recibieron la elección de Trump.
La nueva doctrina y el estilo de negociación de la nueva administración deben considerarse para evaluar los intereses de los EE.UU. en el Caribe. La clave no es ya el petróleo, del que se aproximan al autoabastecimiento. Es, como solía ser, el canal de Panamá. Por su ampliación pasará alrededor del 35 % del tráfico global de mercancías y queda corto para los supercargueros que veremos en el futuro cercano. La fractura violenta y desordenada de la dictadura socialista en Venezuela desestabilizaría la cuenca del Caribe. Millones de refugiados huyendo del colapso. Recrudecimiento de conflictos armados apenas contenidos. Pero Trump no es Obama. Putín no es un premier soviético. Y China adelanta sus intereses en la región con oriental prudencia. La apuesta por la dictadura conteniendo por la fuerza una descontenta mayoría empobrecida funcionaría para Maduro con un Washington aspirando a estabilizar la tiranía de los Castro en Cuba y a Venezuela como su empobrecido satélite para manejar en una Cuba económicamente dependiente de EE.UU. y políticamente de Moscú, un puerto de transito y trasbordo al Canal.
Para la actual administración sería entregar mucho a cambio de muy poco. Y chocaría con el mínimo de principios que incorpora en su política exterior. La Habana se ha visto obligada a colocarse nuevamente bajo el ala protectora de Moscú. Y Moscú tiene intereses más cercanos que negociar con Washington a cambio de su creciente influencia en la Habana y Caracas. Pueden ser muy malas noticias para Raúl Castro y peores para Nicolás Maduro. Quizás, sólo quizás, no sean malas para cubanos y venezolanos de a pié