EnglishLa temporada electoral en Honduras está llegando a su fin. Hace ya dos semanas, está prohibido publicar encuestas, y en pocos días se aplicará también el silencio electoral. Un tiempo de corta felicidad y respiro, tras lo abrumadoras que resultan las campañas para la mayoría de los votantes que nos consideramos independientes, aunque nos harán falta las canciones pegajosas y los artículos cómicos sobre el comportamiento de algunos candidatos. Estamos a escasos nueve días de una nueva aventura política para nuestro país, una que, por primera vez en muchas décadas, está marcando caminos muy diferentes.
Al finalizar octubre, coincidiendo con la publicación de las últimas encuestas públicas permitidas por el Tribunal Supremo Electoral en referencia a la elección, se generó una noticia internacional sobre el comportamiento de los bonos soberanos con vencimiento en el 2024 que fueron emitidos por el gobierno del Presidente Lobo en el primer semestre de este año. Estos bonos bajaron su rendimiento casi 1% tras la noticia de las encuestas, positivo para las cuentas del gobierno, y principalmente para los contribuyentes que son los que pagamos esas deudas, al mismo tiempo que generan menos riesgo para los inversionistas que tienen los bonos. En este caso, se concluyó que los inversionistas internacionales vieron con buenos ojos, mediante una reducción del riesgo país, que el candidato oficialista, Juan Orlando Hernández, haya alcanzado, y en algunas encuestas hasta superado, a Xiomara Castro, candidata a la Presidencia por el partido LIBRE, que comanda su esposo y ex Presidente Manuel Zelaya.
Es necesario aclarar que los bonos habían subido su rendimiento de 7.5% a 10.77% (9.26% el 31 de Octubre) debido a la dificultad financiera del gobierno central causada por la baja recaudación impositiva y a la ampliación del déficit presupuestario, además de un gasto que no fue medida y la fragilidad causada por la falta de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.
El comportamiento de los mercados sigue el dicho popular “más vale malo conocido que bueno por conocer”, más que por alguna clara experiencia positiva de continuar el gobierno del Presidente Porfirio Lobo y sus correligionarios. Los mercados consideran que Hernández será más propenso a la libertad económica y a las reglas claras que Castro. La campaña del Partido Nacional constituyó en meros ataques a la candidata de LIBRE, acusándola de seguir los lineamientos bolivarianos impulsados desde Caracas, comparándola con Maduro y Chávez, quien fue aliado de Zelaya desde antes de su derrocamiento en el año 2009.
Ese derrocamiento, que calmó a ciertas élites incluyendo algunos medios de comunicación, redujo el miedo del viraje hacia una izquierda que nadie sabe con certeza qué tan radical puede resultar. Ante esta situación, la campaña de Castro, incluyó un anuncio publicitario donde el ex Presidente de Brasil, Lula da Silva, pide votar por la candidata de LIBRE, utilizando así la buena imagen de Lula que además no es considerado tan “revolucionario” como los líderes venezolanos.
Esa misma semana, el Presidente Maduro impone controles más fuertes sobre el cambio de la moneda, incluyendo un ataque directo a unas cadenas comerciales con un llamado a ocuparlas, lo cual ha resultado en saqueos, más inseguridad jurídica, robos y violencia.
La campaña de “Doña Xiomara” ha cambiado mucho desde su comienzo. Primero, levantó la bandera de la resistencia popular tras el derrocamiento de su esposo. Luego, anunció el aumento del salario mínimo a 10 mil lempiras (US$ 490); se opuso a las ciudades modelos; propuso reordenar el territorio nacional con reformas agrarias (curioso, siendo que proviene de una familia con amplias extensiones de tierra en su ciudad natal, Olancho) y eliminar el ejército. A medida que el tiempo transcurría, no se refirió tanto al aumento salarial, ni a eliminar el ejército, ni a la revolución, y su propaganda fue dejando el oscurantismo del rojo y negro revolucionario, e incluyendo cada vez más el blanco.
De esta manera, busca atraer el voto independiente y “blanquito”, pues aparentemente se dieron cuenta que los rojos son menos que los que se oponen a un cambio drástico en el rumbo del país. Poner a Lula fue sólo un ejemplo más de la inconsistencia y el lenguaje político evasivo de la campaña que siempre creyó que aglutinaba a la mayoría de la población. Resta ahora ver cómo vota esa mayoría, y si resulta en un disparo en el pie como ocurrió en Nicaragua por divisiones internas de los que se oponían a Ortega.