EnglishEl pasado lunes, el ex contratista de La Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos (NSA por sus siglas en inglés), empleado de la CIA, y proveedor de secretos Edward Snowden, habló en el festival anual South by Southwest (SXSW) en Austin, Texas. En caso de que te suene extraño y ahora te estés rascando la cabeza preguntándote cómo le fue posible participar en el festival a un hombre que todavía está en estado de exilio, Snowden se unió a la conferencia de tecnología interactiva a través de Google Hangout, usando una conexión segura y varios proxies.
Acompañado por Chris Soghoian, tecnólogo principal y analista senior de políticas públicas de la Unión Americana para las Libertades Civiles (ACLU), y moderado por su abogado, Ben Wizner, director del Proyecto de Libertad de Expresión, Privacidad y Tecnología de la ACLU, el evento fue anunciado como “Una Conversación Virtual con Edward Snowden”, y se centró principalmente en el papel de la tecnología y de la “comunidad tecnológica” en la comprensión y la lucha contra del tipo de vigilancia masiva llevado a cabo por la NSA.
Crypto-constitucional
Lo que más me impactó de esta conversación fue la idea de que la tecnología en sí misma puede ser la respuesta a los problemas creados —o al menos en gran medida exacerbados— por los avances tecnológicos en el juego del espionaje.
En principio la idea puede resultar atractiva, sobre todo para los apasionados por la teconología del mundo: que muchas de las herramientas construidas por “la máquina” puedan utilizarse para “desarmarla”. Sin embargo, sometida a una reflexión más profunda, esta idea, junto con la fé en la bondad inherente del aparato de seguridad nacional —una opinión que Snowden expresa explícitamente al declarar que el “espionaje debe continuar”— no sólo es contradictoria, sino también profundamente preocupante.
Snowden ha expresado en reiteradas ocasiones su apoyo a resolver el probelma a través de la teconlogía, incluyendo un testimonio escrito proporcionado recientemente al Parlamento Europeo. En él, Snowden opina que “La buena noticia es que existen soluciones. La debilidad de la vigilancia masiva es que puede hacerse mucho más costosa a través de cambios en los estándares técnicos”.
El argumento es que hasta que se encuentre una solución política adecuada, la única solución viable para el problema de la vigilancia doméstica es aumentar la seguridad y la encriptación. Snowden opina que la encriptación debería ser tomada en cuenta por todos los jugadores clave de Internet, desde las empresas tecnológicas (como Google, Facebook, o Yahoo) a la comunidad de desarrolladores, pasando por el usuario promedio.
“El cifrado de extremo a extremo”, Snowden dice, “imposibilita la vigilancia masiva a nivel de red. El resultado es una forma de recolección de inteligencia y de velar por el orden público que sería más constitucional, y más basada en la supervisión cuidadosa”.
Para que quede claro, Snowden argumenta que la tecnología debe hacer que a los gobiernos les sea más difícil espiar a los ciudadanos, lo que a su vez crearía una sociedad más constitucional y justa. Volveremos a esto más adelante.
“Consenso” manufacturado
Para ser justos, Snowden le dice a la multitud hacia el final de su presentación que “a fin de cuentas”, “no debería permitirse la recolección de data sin el conocimiento y consentimiento del público”. Sin embargo, su declaración pierde fuerza por la forma en que minimiza el papel y la responsabilidad de las entidades privadas involucradas en el espionaje y la minería de datos.
Cuando se le preguntó si está de acuerdo con que es “menos malo que las grandes corporaciones tengan acceso a nuestra información en lugar del gobierno”, Snowden dio su respuesta habitual. “Los gobiernos de todo el mundo…, literalmente, pueden matarte; pueden encarcelarte; pueden vigilarte. Si las empresas te vigilan, por lo general es para venderte productos o vender tu información a otras empresas. Eso puede ser malo, pero te permite defenderte legalmente. Ante todo, la relación por lo general fluye dentro del marco de un acuerdo voluntario”. Esta obsevación es indiscutiblemente correcta, pero incompleta.
Es cierto que cuando Google o Facebook te espían, lo hacen con tu consentimiento, porque hiciste click en la casilla titulada “Términos de Servicio”, que en realidad nadie lee. Sin embargo, es un error subestimar el espionaje corporativo simplemente como una forma en que “las empresas tratan de venderte productos”, sobre todo cuando la CIA invierte tan fuertemente en las empresas tecnológicas, incluyendo Google.
Esto es especialmente cierto cuando se tiene en cuenta el oscuro mundo de la inteligencia privada, las empresas de gestión de datos, y su relación a la vez autónoma y simbiótica con el estado de seguridad nacional. El trabajo del Proyecto PM y su fundador Barrett Brown — un periodista encarcelado desde hace más de un año por cargos motivados políticamente— ha sido esencial en el esclarecimiento de cómo estas empresas privadas encajan en el rompecabezas del espionaje masivo.
El trabajo de Brown ayudó a descubrir al “Team Themis“, un consorcio de empresas formadas por HBGary, Palantir, Berico y Endgame Systems, contratados por Bank of America y la Cámara de Comercio de EE.UU. para ejecutar una campaña de desinformación contra Wikileaks.
El épico hackeo de Jeremy Hammond a la compañía de inteligencia privada Strategic Forecasting Inc. (Stratfor), también llevó al descubrimiento de las iniciativas del Departamento de Seguridad Nacional de EE.UU. para intentar infiltrar y neutralizar grupos relacionados al movimiento Occupy Wall Street.
Por estas y muchas otras razones, el papel de las empresas privadas involucradas en la mafia del espionaje doméstico no es inofensivo en absoluto.
Nada que ocultar
La declaración de Edward Snowden según la cual no hay que decirle a las grandes empresas que no pueden recolectar nuestros datos, sino que “sólo pueden recoger datos y mantenerlos durante el tiempo necesario para el funcionamiento normal del negocio”, necesita ser fundamentalmente desafiada.
El concepto mismo de la vida privada ha sufrido un cambio dramático en las últimas décadas, como resultado directo de los avances en la tecnología y el surgimiento de la era de los medios sociales. Mientras yo no abogo por el Neo-ludismo, y disfruto de las comodidades que la tecnología permite, es imperiosamente necesario hacer un examen a fondo de las normas actuales de privacidad, tanto en línea como en la vida real, antes de que el significado mismo de la palabra “privacidad” se altere irreversiblemente.
Snowden ha sostenido consitentemente que “el cifrado funciona”, y que todos deberíamos aprender y comenzar a utilizar la tecnología con el fin de al gobierno “le sea más difícil” espiarnos, para así vivir en una sociedad “más constitucional” y libre.
Aunque estoy de acuerdo que en general es prudente emplear herramientas de cifrado mientras “navegamos por la web” para evitar cualquier intrusión no deseada —sea de una entidad estatal, hacker malicioso, o empresa “tratando de vendernos sus productos”— sugerir que esto en sí mismo crea una sociedad más abierta y libre es problemático, si no del todo rebuscado.
Estas acciones, y aún más importante, los pensamientos detrás de estas acciones, fomentan una especie de juego de “gato y ratón” con los agentes federales. Al prestarnos a este juego, contribuimos a fortalecer el sistema que crea las condiciones para que florezca la vigilancia doméstica. El mundo en el que hay que borrar constantemente las huellas que uno deja en Internet para evitar la vigilancia del gobierno, parece inspirado en el tipo de ciencia ficción distópica que debemos evitar hacer realidad, y menos presentar como noble esfuerzo.
Además, perpetúan el mito de los cripto-anarquistas que luchan por la libertad, pero no llegan a cuestionar el mito aún más importante — la idea de que el aparato de seguridad nacional es un mal necesario. Porque no lo es.
Simpatía por el diablo
He trabajado para la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos. La Agencia de Seguridad Nacional. La Agencia de Inteligencia de Defensa. Amo a mi país, y creo que el espionaje tiene un propósito vital y debe continuar.
—Edward Snowden, testimonio escrito al Parlamento Europeo
Edward Snowden no cuestiona al estado de seguridad nacional, su propósito o sus motivos en sí mismos. Cuestiona sus tácticas. Las considera ineficaces. Cree que los responsables políticos y los jefes de las agencias de inteligencia, como la NSA, están debilitando inadvertidamente la integridad de nuestros sistemas de seguridad, y por extensión perjudicando la seguridad de nuestro país, al adoptar un método insensato e imprudente de recopilación de datos.
Aunque Snowden ha expresado la opinión de que la recopilación de datos a granel no es buena, su énfasis ha sido siempre en que ésta es incorrecta en un sentido estratégico o táctico. En otras palabras, su sugerencia es que la NSA y la CIA, y sus miles de empleados, no tienen que dejar de espiar a los ciudadanos, sino que necesitan mejorar sus procesos de espionaje.
Aunque estoy de acuerdo con que el sistema judicial limite sus búsquedas a personas específicas, y limite cada búsqueda en función de cada sospecha particular, es totalmente ingenuo creer que la CIA o la NSA se someterían a estas normas.
Por su propia admisión, Edward Snowden “simpatiza” con la idea de que los programas de vigilancia y las agencias de presupuestos en negro que operan desde las sombras, sirven al interés público y velan por la seguridad de la gente. Ni siquiera considera el hecho de que tanto la NSA como la CIA fueron originalmente instauradas para llevar a cabo la recolección de inteligencia en el exterior, y nunca fueron pensadas para vigilar a la población nacional —un hecho desde hace mucho tiempo desechado como anacrónico, junto con la idea de “gobierno constitucional”.
La simpatía de Snowden por la vigilancia y el estado de seguridad no debería causar mucha sorpresa, dado que trabajó voluntariamente para agencias de espionaje durante varios años, por lo cual recibió una sustanciosa remuneración. Ésta sólo es inusual en la medida en que entra en conflicto con la narrativa de Snowden como un “rebelde infiltrado” en Booz Allen Hamilton, que aceptó un puesto como contratista de la NSA como estratagema para revelar sus secretos al mundo. A juzgar por sus declaraciones sobre el papel de las agencias de inteligencia dentro del Estado de seguridad nacional, esto parece muy poco probable.
Sin embargo, el Estado de seguridad nacional no depende de nuestras simpatías para prosperar —se alimenta más bien de nuestros temores, y de la existencia de un enemigo omnipresente a combatir.
Es bien sabido y muy poco controversial que el FBI ha financiado, equipado, y planificado ataques terroristas para luego interceptarlos, en el intento de justificar sus programas de lucha contra el terrorismo — un hecho sobre el que incluso Glenn Greenwald informó mientras trabajaba para Salon antes que Snowden irrumpiera en la escena pública. ¿Es entonces tan difícil creer que la NSA podría deliberadamente crear “puertas traseras” en nuestros sistemas de comunicación para justificar sus ofensivas operaciones cibernéticas, y sus actividades de inteligencia y contra-inteligencia?.
Snowden apenas pudo contener la risa mientras describía la forma en que Estados Unidos estableció el estándar para la seguridad de la red en todo el mundo, y sin embargo, dejó enormes agujeros de seguridad —grandes “puertas traseras” por las que cualquiera puede “pasar”.
“Nadie tiene más que perder que Estados Unidos [por los ataques cibernéticos]”, dice Snowden. “Cuando usted es el país del mundo que tiene una especie de bóveda que guarda un tesoro más grande que la de cualquier otro, no tiene sentido atacar durante todo el día [sin] defender nunca tu propia bóveda. Y tiene aún menos sentido [risas] el que usted mismo haya desarrollado los estándares para las bóvedas de todo el mundo de manera que tengan una gran puerta trasera por la que cualquiera pueda entrar”.
Por supuesto, esto sólo tiene sentido si se tiene en cuenta la posibilidad de que —para usar una popular frase semi-técnica— estos agujeros de seguridad sean “una característica, no un error”.
En otras palabras, los estándares probablemente sean diseñados de esta manera intencionalmente y con un propósito específico en mente. Simplemente no puede justificarse la existencia de un aparato gigantesco de defensa y seguridad sin tener algo que defender —sin tener vulnerabilidades que requieran los conocimientos especializados de agentes secretos que participan en programas ultra-secretos.
Como explicó Ben Wizner, “Si la NSA está dispuesta a tomar estas medidas que en realidad debilitan la seguridad, que esparcen vulnerabilidades que en cierto sentido no sólo facilitan nuestras actividades de vigilancia, sino que también facilitan el ataque por parte de terceros, tiene que pensar que hay una razón sumamente buena para ello”.
Seguramente deben tener muy “buenas” razones, más ninguna de ellas muy noble: sus puestos de trabajo, sus estilos de vida, su patriotismo, su ideología, su adoración del Estado, y la criptocracia militar-industrial.
Hace muchos años, Randolph Bourne encapsuló brillantemente una verdad inexorable en pocas palabras: “La guerra es la salud del Estado”. Los rostros, personalidades, armas, y tácticas, pueden haber cambiado desde la Primera Guerra Mundial, pero la verdad es invariable. Nos haría bien entender mejor esto, y entender mejor lo que alimenta a la máquina; para luego aplastarla, haciéndola añicos implacablemente.